sábado, 15 de diciembre de 2012

miércoles, 28 de noviembre de 2012

EL LIBRO DE MEMORIAS DE AZNAR, DE MEAR Y NO ECHAR GOTA

Me han enviado esta cita del libro de memorias de Aznar ( que como es obvio no pienso comprar ni leer) y no me lo podía creer. Este tío no solo quiere pasar a la historia como estadista galáctico, quiere ser santa, como cantaba Ana Curra en Parálisis Permanente.

He aquí la cita: “La primera vez que supe que no era un ser humano corriente, lo recuerdo bien, fue cuando ETA voló mi coche conmigo dentro. Salí de allí, envuelto en llamas, y pensé: ¿cómo es posible que haya sobrevivido? Nadie se lo explicaba. Los médicos no encontraban una respuesta, tampoco mi personal de seguridad. A todo el mundo le pareció… milagroso. Esa noche soñé con Dios. Era una luz, no tenía rostro, pero sí voz. Me iluminó con su haz y me dijo: “Jose Mari, si te he salvado es porque te necesito vivo para que lideres a la humanidad”. Me dijo un par de cosas más, pero son personales. Aquella experiencia me cambió, por supuesto. Desde entonces soy mucho más humilde.”
  
 

miércoles, 21 de noviembre de 2012

BENEDETTI Y QUINTÍN CABRERA DE NUEVO DE MODA

Sr.Ministro ¿de qué se ríe?



domingo, 4 de noviembre de 2012

LA CONDICIÓN MECÁNICA 

Un artículo de Anthony Burgess aparecido en 1973 mantiene una actualidad insultante para opinólogos contemporáneos.
Publicado por Babelia el pasado 27 de octubre corre por las redes por su apabullante clarividencia. 

La totalidad del texto se puede leer con el siguiente enlace: http://issuu.com/mvillar2/docs/la_condici_n_mec_nica_de_anthony_burgess

Algunos aperitivos:
..."Uno de los eslóganes del superestado de George Orwell en 1984 es: "La libertad es esclavitud". Se puede interpretar como que la carga de tener que tomar uno mismo sus decisiones es, para muchas personas, intolerable. Estar atado a la necesidad de decidir es ser esclavo de la propia voluntad"...
..."Los ministerios de la guerra pueden pensar en términos de muertes masivas, mientras que el hombre medio puede aspirar, como mucho, a soñar con matar a su jefe".

lunes, 29 de octubre de 2012

Hastiales de Orduña

13 ARTISTAS VASCOS PLASMAN LA HISTORIA DE 

ORDUÑA EN SUS SOPORTALES A TODO COLOR

Texto extraído de El Correo Digital

La Navidad dejará en Orduña un regalo para la posteridad. Algo que hubiese sido imposible sin la colaboración desinteresada de trece reconocidos artistas vascos. En espacio cedido por la Compañía de María ya están pintando los catorce murales -algunos ya están terminados-que componen el proyecto que llenará de color los soportales medievales de la Foru Plaza para darles un nuevo aire.
«Y su ayuda -gratuita- es una gran suerte para la ciudad», destaca el pintor local José Luis Abajo, 'Porrilló', impulsor del proyecto de regeneración de los característicos soportales medievales de la ciudad. Es el caso de Richard, quien se está enfrentando a 32 metros cuadrados de superficie que decorará. Profesor de artes plásticas, el bilbaíno celebra que «la que realizamos es una obra perpetua y la compensación es que quedará fija en los hastiales».
Mano de obra valiosa
«Orduña es la primera ciudad de Bizkaia, la primera plaza de mercados de ganado, era paso fronterizo…», recuerda antes de aclarar que «nuestra aportación puede quedar integrada en su historia».
La obra repasará en tres dimensiones la historia de los tres incendios que asolaron el municipio a modo de libro. Jugando con los relieves y con la luz que se instalará, este pintor razona que aunque «es un trabajo de mucha labor», merecerá la pena porque «puede ser mi última obra de estos tamaños. Es un reto y espero verlo en el techo y saber lo que opina la gente», explicó.
Para 'Porrilló', el encargado de 'vender' la idea a sus colegas de profesión, que la recibieron de buen grado, «es algo novedoso y con gran calidad. Son verdaderos profesionales y será algo impactante», asegura. Impulsado por el anterior Gobierno local, a su juicio fue «un gran acierto que los actuales mandatarios retomaran el proyecto» de revitalización de los míticos soportales de la Foru Plaza. Asimismo, desvela que pese a ser 13«aventureros» por lanzarse a ello, «cuando vimos todos los paneles limpios nos asustamos». «El temor inicial se evapora -prosigue- y te das cuenta de que Orduña es un marco divino porque la plaza es grande y se podrá contemplar la obra sin aglomeraciones».
Según considera, los artistas «tienen un corazón amplísimo por hacer este trabajo sin cobrar su mano de obra. No suele ocurrir esto casi nunca». Y aunque aún no ha visto los murales de todos sus compañeros confía en su experiencia y reconoce que «el ser humano busca alternativas para demostrarse a sí mismo que puede hacer cosas maravillosas», algo que está muy relacionado con la historia de la ciudad.


sábado, 20 de octubre de 2012

El peluquero


EL PELUQUERO DEL BARRIO

Ayer me acordé del peluquero de mi barrio. Falleció hace unos dos años con poco más de cuarenta de edad. No sé la razón de este recuerdo repentino. Quizás es el cementerio en que se han ido convirtiendo las calles colindantes, con los escaparates escondidos por anuncios de se alquila, se vende,  se liquida o se busca trabajo, esos anuncios fotocopiados que ofertan labores de limpieza y cuidado de niños o ancianos, y tienen una ristra de teléfonos en su parte inferior. Lo digo porque ni yo era un buen cliente - me corto el pelo unas dos veces al año - ni la peluquería estaba en un lugar de paso, ni  siquiera habíamos intimado más de lo estrictamente necesario.  Apenas hablábamos de la familia, del trabajo y el tiempo, pero éramos cómplices de nuestra calvicie prematura y, como buen profesional, él conocía los secretos de mi cráneo, mi insuficiencia barbilampiña o ese lugar que, tras la oreja, suele alojar un eczema irritante. Aquel hombre pequeño y regordete había visto a los hombres del barrio desde una posición inusual y podría reconocernos desde una altura media sin demasiado esfuerzo, pero se trataba de un hombre discreto, alguien que observa el secreto profesional como si fuera un cirujano, y calla las historias que unos cuentan de otros, como si estuviera limitado por otro secreto, el de confesión.
Fotograma de "El hombre que nunca estuvo allí"
Le conocí cuando aún era ayudante del barbero anterior, así que cuando éste se jubiló le dio un relevo natural.  Allí siguieron  las dos viejas sillas giratorias y el utillaje en la repisa, bajo el espejo; las tijeras, las navajas,  la maquinilla, los frascos de lociones. Mantuvo esa parte esencial del negocio y le dio el toque personal, algo kitsch, de un hombre que añora su pueblo, una chimenea de imitación y algunos útiles de labranza. También recuerdo el primor con el que decoraba el local en navidad, el rigor para buscar un hueco en la agenda del día en épocas boyantes y el precio invariable del corte. Creo que en los años que regentó el negocio el encarecimiento del servicio no llegó al euro.
Así que cuando tras una breve recuperación que creí decisiva supe que el peluquero había muerto, me entró una gran tristeza. Un hombre no debe morir a esa edad y menos si se trata, como él, de un hombre bueno.
Recordé que mis padres, al volver de visita al barrio de Barcelona en el que habían residido los mejores cuarenta años de sus vidas, además de a los familiares, amigos o colegas fueron a ver a Teresina, la dueña de la pollería de la calle Nápoles, y se acercaron a la tocinería Lleó y a la bodega de la calle Córcega. Es posible que se dejaran la droguería de la esquina,  porque ellos no eran niños cuando su dueño daba a sus hijos una bolita de anís, pero estoy seguro de que también formaba parte de lo mejor de su memoria, como lo es ahora para mí el local abandonado de la calle Pintor Losada, que fue durante tantos años la peluquería del barrio.
Quiero decir con ello que esos lugares y personajes aparentemente secundarios son igual de  necesarios para entender lo que somos. Cohesionan nuestro pasado con el mundo que nos rodea, y su desaparición, en pro de centros comerciales alejados, impersonales, multitudinarios, convertiría los barrios populares en calles desoladas sin la argamasa humana que les da consistencia. 

viernes, 21 de septiembre de 2012


.¿Sumisión femenina?



Bárbara Walters, famosa periodista mediática, escribió sobre los roles en Kabul , Afganistan, varios años antes del conflicto afgano. Señaló que las mujeres acostumbraban a caminar 5 pasos detrás de sus maridos. Recientemente regresó a Kabul y observó que las mujeres van ahora detrás de ellos. 
La Sra. Walters se acercó a una de las mujeres afganas y le preguntó: ¿Por qué ahora parecen estar satisfechas con una vieja costumbre que antaño trataron desesperadamente de cambiar? La mujer miró a la Sra. Walters directamente a los ojos, y sin dudarlo  le dijo: “POR LAS MINAS TERRESTRES” Moraleja de la historia: No importa qué idioma hables o a dónde vayas... Detrás de cada hombre, ¡hay una mujer inteligente...!

miércoles, 19 de septiembre de 2012




Carrillo le chafa el protagonismo a Esperanza Aguirre  

Parece que Carrillo quisiera aguarle la “fiesta" a su “adversaria”, que no enemiga (Tomás Gómez dixit), muriéndose un día después de la declaración de abandono de la política de Esperanza Aguirre y borrándola de un plumazo de las portadas y chicha papelera de los medios del café-party.

Y no es porque éstos se hayan cortado un pelo. Veamos, el ABC dedica 15 páginas a la ex - presidenta y 1 sola a Carrillo al día siguiente, y La Razón ni más ni menos que 14 páginas y 21 artículos de opinión, y apenas 2 a don Santiago. La nómina de aduladores de Esperanza es curiosa y desmiente su “ultraliberal” lucha contra los subvencionados, ya que se trata en gran parte de estómagos agradecidos, “colocados” por la ex presidenta en puestos de responsabilidad en el área cultural o en tertulias, principalmente en Tele Madrid, Intereconomía y similares, o rebotados dispuestos a ser queridos por alguien que les ponga el hombro: entre ellos Albert Boadella, César Vidal, Luis Racionero, Alberto Lomba, Carmen Gurruchaga…

Salud Don Santiago...

martes, 11 de septiembre de 2012

CRÍTICA LITERARIA O ¿TE COMPRARÍAS UN LIBRO CON SEMEJANTE RESEÑA?
de "El viaje a Budapest", de Daniel Barredo, por Sandra Buenaventura en Babelia del 10/9/2012.

A mi, leyendo la reseña, me ha dado un escalofrío, así que leamos su final:
"Pero todo eso ya no importa cuando agarramos la novela de Barredo: cuando se devora no hay lugar para abrocharse a las estatuas. El viaje a Budapest me ha transformado un trozo de piel y un trozo de víscera, me ha reseteado el desenfreno y mi gusto por lo sucio, sobre todo por la literatura que duele para purificarnos mejor. Es la novela inconexa: corta el cerebro en filetes y te lo vuelve alfombra mágica"


martes, 4 de septiembre de 2012



Los ciudadanos de ISRAEL e IRÁN se acercan prescindiendo de sus gobiernos


viernes, 29 de junio de 2012

Aitor no para de llorar


AITOR NO PARA DE LLORAR

Ese día Aitor se pasea por el parque de los patos entre una veintena de compañeros de estudios que gritan a voz en grito jo ta ke irabazi arte (lucha hasta la victoria), el slogan que la periodista Carmen Gurruchaga asociará unívocamente a ETA en un programa de televisión solo unas horas después de la final de la copa del rey. Es cierto que el grito ha sido emblemático entre los jóvenes de la kale borroka, pero en el entorno del final de una copa de fútbol es una generalización interesada y mear fuera del tiesto. Y es que los días previos a la final el ambiente ha sido calentado por los gacetilleros del “TDT party”, cuyas hercios dominan las ondas de la capital del reino, y por la mismísima Esperancita Aguirre, la presidenta de la comunidad, que ha amenazado con desalojar el campo, 50.000 espectadores, si se produce, como así será, una pitada contra la corona y el himno nacional de España, la charanga sin letra que preludia el encuentro.

Aitor y sus compañeros de clase vuelven del Museo Marítimo, adonde han ido de visita lectiva levantando los brazos hacia el cielo. En ese momento, con apenas diez años, se sienten como sus hermanos mayores, como los miles de jóvenes o adultos que han tutelado al equipo hasta la final que les espera esa noche en el estadio Calderón. Lleva la camiseta que su padre le compró unos dos meses antes, cuando el Athletic acabó con el United e inició la cadena de combates ganados que lo plantó en Bucarest a pelear por la Europe Ligue. Allí tuvo Aitor su primera decepción. Falcao, un colombiano con apellido brasileño, hipnotizó a los leones, el apelativo con el que se conoce a los jugadores del Athletic, y les dio la noche con un par de goles y una batería de jugadas de la mejor escuela. Esa noche Aitor no paró de llorar.

Hoy tampoco va a ser fácil. El equipo enemigo, el Barça, ha acabado la liga por detrás de su eterno rival, el Real Madrid, y ha sido eliminado de la Champions por el Chelsea en un par de encuentros más bien flojos. Para aumentar el factor riesgo, Pep Guardiola, el entrenador-talismán que les ha dirigido en sus últimos trece títulos, anuncia una retirada temporal y traspasa el palitroque del relevo a Tito Vilanova, el mismo al que Mourinho metió un dedo en el ojo en uno de los enésimos partidos del siglo, como avisándole de la pesadilla que le espera el año próximo. Así que el equipo blaugrana está empeñado más que nunca en ofrecer una victoria de despedida a su entrenador.

El ambiente que reina en Bilbao es indescriptible. Hay que vivirlo. Durante los últimos meses han corrido por youtube, las redes sociales y los correos electrónicos todo tipo de imágenes y bromas relacionadas con el evento. Miles de ciudadanos y ciudadanas, sigan o no el mundillo del fútbol, se han calzado la camiseta del club o algunos de los múltiples abalorios y complementos rojiblancos que han proliferado durante estas semanas: banderas, banderines, gafas, pines, pañuelos, bufandas, bragas, calzoncillos…

Las banderolas han venido en tráiler desde Levante y Portugal para cubrir los balcones de los ciudadanos y las fachadas de los edificios emblemáticos de Bilbao. Se dice que los comercios chinos, siempre oportunistas, han pactado con el club para vender directamente los complementos oficiales y adelantado su agosto. No hay fábrica, tienda, calle u oficina sin su banderola rojiblanca.

Varios componentes alientan una oleada de forofismo como ésta. En primer lugar el equipo es típicamente copero. Hasta que a mediados de los ochenta se cerró la racha y fue sobrepasado por el Barça, el Athletic era el que equipo que más veces había ganado la copa del rey, antes del generalísimo. En muchas casas había una hucha y un hueco temporal para coger el tren e “ir a la final”. Si no volvía de vacío, el convoy paraba en las estaciones cercanas a Bilbao y era recibido por miles de aficionados. En 1983 la celebración se trasladó a la ría. Una gabarra cambió la escoria de hierro por la plantilla que ganó la liga de ese año y el doblete en el 84 y llenó las entonces destartaladas márgenes del Nervión de aficionados. Sacar la gabarra es el objetivo, la culminación de un año de ilusiones, y Aitor viene dando el coñazo a sus padres para asistir en primera fila al acontecimiento.

El segundo elemento es compartido por otros clubs, pero en éste llega al arrebato. Hay equipos de fútbol, como el Atlético de Madrid, que encarnan el malditismo. Un cantante canalla les ha hecho el himno y se califican a sí mismos de equipo “pupas”. El Barça es “més que un club” y el Madrid, en este caso el Real, encarna la España oficial, la que lleva del Generalísimo a Rajoy pasando por José María Aznar, el héroe de Perejil. El Athletic es otra cosa. Es una religión que impone ritos e imparte doctrina desde su propia catedral, la dedicada a un santo capadocio, San Mamés. Su espectacular temporada ha acabado con la polémica creada entre quienes defendían la continuidad de Caparrós y los que habían apostado por el fútbol jugón del argentino Bielsa y unido a una afición acostumbrada a un cierto cainismo. Sus veteranos seguidores vivieron en los años ochenta la guerra abierta entre Clemente y Sarabia,  el uno entrenador locuaz y el otro fino estilista, casi en paralelo a la que dividió al país y al que muchos llamaban “el partido” por la Ley de Territorios Históricos, o lo que es lo mismo, por el enfrentamiento protagonizado por sus dos líderes carismáticos, Garaikoetxea y Arzallus.

El último elemento, el que podremos definir como hecho diferencial, es la cercanía. Los jugadores o son del país o se han hecho en él. Viven en una ciudad asequible, en la que paseando te puedes encontrar con uno de ellos, como puedes hacerlo con una amiga, un familiar o un compañero de trabajo. Ese futbolista que el domingo electriza a las gradas puede ser el hijo del frutero de la esquina o aquel chaval que jugaba con tu hijo en la plaza del barrio, de modo que para Aitor no es difícil verse como ellos, porque los ha visto paseando por la ría o tomando algo en los bares del casco viejo.

Hace pocas semanas que  ha estallado la crisis de Bankia. De la noche a la mañana bilbaínos, vascos y españoles de distinto grado identitario descubren que la banca más solvente del mundo mundial tiene los pies de barro, y que su máximo gestor, Rodrigo Rato, ex ministro  de Aznar y ex director del FMI, ha estado vendiendo humo. La noticia me hace recordar el panegírico que Carmen Gurruchaga, la escandalizada periodista de las primeras líneas, le ha dedicado hace solo unas semanas con el título poco oportuno de “Rodrigo Rato, el gran artífice”. Pero Aitor vive ajeno al hervidero económico y a la catástrofe que se nos echa encima. No sabe quién es la Gurruchaga ni falta que le hace. En ese momento solo sueña con Muniain cruzando el campo mientras sortea una, dos tres entradas, penetra en el área pequeña y esquiva la salida del portero rival cruzando la pelota al palo contrario.

Sus padres se han juntado con varias parejas e hijos a ver el partido en la pantalla gigante que han instalado en una zona peatonal del barrio. Alguno de ellos ha perdido el trabajo en los últimos meses o está en un ERE, y el que es autónomo renquea para seguir pagando la cuota mínima, pero intentan que sus hijos no sean conscientes de sus apuros, y cuando salen a tomar potes por el barrio hacen de tripas corazón y mantienen el tipo. Esta es una oportunidad de sacudirse la depresión que va calando en la sociedad. El Athletic es capaz de plantar cara al que ha sido mejor equipo del mundo en las últimas temporadas, y aunque la euforia que acompañó a la final de la Europe Ligue ha bajado unos enteros, la gente empieza a tomar vinos y cervezas desde horas antes del partido. Según las distintas televisiones 50.000 aficionados atléticos han llegado a Madrid en diversos medios de transportes, algo insólito, ya que se calcula que, como mucho, serán 30.000 lo que consigan entrar en el estadio. Durante la mañana han llegado noticias de gigantescas retenciones en los alrededores de la capital, algunas, se dice, porque la guardia civil de tráfico se está dedicando a parar y multar a quienes llevan banderas ondeando fuera del coche.
Por eso, cada vez que la pantalla gigante del barrio enfoca a la afición que puebla el recinto festivo preparado en un parque de los alrededores del Calderón, los vecinos de toda edad, sexo y condición, entre ellos Aitor y sus colegas, saltan y gritan enardecidos, como si no les separaran cientos de kilómetros, como si estuvieran allí, dispuestos ya a caminar en una lenta y vibrante procesión hacia las gradas del estadio. Aitor siente envidia. Quiere ser mayor cuanto antes, y si no consigue jugar en el equipo de su corazón, poder vivir momentos parecidos a los de los miles de jóvenes que saludan a la cámara mostrando el color rojiblanco de sus bufandas.

Cuando el árbitro hace sonar un silbato no comparable a la pitada general que ha acompañado a la aparición del príncipe Felipe y las notas del himno de España es el acabóse. Las gradas del Calderón, San Mamés, los barrios de Bilbao son un grito único, una locura colectiva que arrumba los disgustos, las decepciones, la apatía que mañana continuará poblando las calles y los transportes públicos.

Lo que sigue no tiene mucha importancia. En apenas veinticinco minutos Pedro y Messi pulverizan las ilusiones de los aficionados atléticos, conscientes tempranos de que el espejismo ha terminado. Durante el resto del encuentro los jugadores correrán impotentes apoyados por una multitud que no pierde el orgullo que les ha traído hasta aquí. Solo muy hacia el final la televisión enfoca a algunas aficionadas que empiezan a llorar. Como si esas imágenes abrieran la veda, Aitor, que durante todo el partido ha achacado la derrota al penalti que el árbitro no ha pitado por un escandaloso agarrón a Llorente dentro del área, empieza a hacerlo a moco tendido. Es muy tarde. Está agotado. Tiene sueño. Su padre le lleva cogido del hombro hacia su casa, consolándole, pero no para de llorar…

Las noticias de la mañana no mejoran. A la derrota del Athletic, narrada ya como algo casi lógico jugando contra quien jugaba, se une la confirmación de la bancarrota de Bankia y el augurio de una hecatombe financiera, quién sabe si en pocas fechas de un corralito parecido al que asoló Argentina hace una década…