sábado, 7 de diciembre de 2013

EL ANUNCIO

Supongo que mi desafecto a los gin-tonics ha hecho que no me llamara la atención hasta el otro día; que no hubiera descubierto lo que debe ser un secreto a voces entre sus consumidores: “el gin-tonic perfecto empieza entre el Congo y Ruanda”.
Lo decía el anuncio a página entera de una tónica “sutil, de sabor limpio y con sus burbujas finas e integradas”. Joder con el redactor…

Entre 1994 y 1995 fueron asesinadas 800.000 personas en Ruanda, en una guerra que se tildó de genocidio de ciudadanos hutus contra tutsis, las dos etnias mayoritarias del país, pero fue más bien una guerra entre grupos corruptos en un contexto de fuerte crisis económica provocada por el descenso a la mitad del precio del café, principal producto exportador en aquel tiempo.
Campo de refugiados en el Congo
En el otro edén del agua tónica, el Congo, antiguo Zaire, solo desde 1998 han sido asesinadas unas cinco millones de personas, una bagatela si lo comparamos con los cerca de diez millones que se cargó Leopoldo II de Bélgica, dueño personal del que con todo el cinismo del mundo  denominaba Estado Libre del Congo (debo reconocer que no he leído El corazón de las tinieblas, de Conrad, pero sí El sueño del celta, de Vargas Llosa, cuya primera parte es una buena aproximación a la época).

El motivo de que la zona siga siendo ahora mismo un avispero en el que guerrean ugandeses, ruandeses y congoleños no es el café ni la tónica, sino el coltan (columbita-talantita), el mineral óxido del que se nutren la casi totalidad de dispositivos electrónicos, entre ellos los teléfonos móviles. No en vano en el Congo está el 80% de la extracción mundial de coltan. Como directamente interesadas están  grandes empresas extractivas, como Barrick Gold Corporation, de Canadá, y la American Mineral Fields, entre cuyos propietarios está la saga de los Bush, e indirectamente la totalidad de los fabricantes de teléfonos móviles.

Ante tanta desolación y barbarie es fácil olvidarse del anuncio y del gin-tonic, pero es cierto que en la frontera de Ruanda y Congo subsiste la última plantación salvaje de cinchona, el llamado árbol de la fiebre, especie de la que se extrae la quinina, base de la bebida tónica y curativo de la malaria, aunque el entorno sea como para aborrecer el gin-tonic y no usar nunca más un teléfono móvil.


Para los que no lo hayáis descubierto todavía, recomiendo vagar por los numerosos intérpretes del ritmo hipnótico de la zona, el soukous, que nació en el Congo pero se ha extendido por toda África central. Empezar con el grupo Zaiko Langa Langa es una opción más que razonable.