miércoles, 5 de febrero de 2014

EL PARAGUAS

Hace ya unos años me soplaron el paraguas mientras desayunaba. Pese a la cercanía del lugar donde trabajo,  llegué empapado y una compañera se burló de mi buenismo. Según ella tenía que haber hecho otro tanto con cualquiera de los que poblaban el paragüeros del local. 
Un ejemplo sublime del “el que vaya detrás que arree”.

Parecería que el paraguas es un instrumento fundamental en Bilbao, y es verdad que subsisten clásicas paragüerías y que los días lluviosos los senegaleses aparecen con una colección de los ídem para sacarse unas monedas, pero no hay lugar del mundo donde puedan verse más temerarios andando sin prisa bajo una lluvia recia. A un barcelonés acostumbrado a guarecerse a la mínima, ver a esos tipos a veces encorbatados pisando charcos mientras miran al tendido, acojona, pero forma parte de la idiosincrasia de este pueblo aguerrido.

Decía que hay, no obstante, un mercado paralelo, en el que no faltan los chinos. Se trata de un modelo distinto de paraguas, por llamarles algo, con varillas frágiles, dispuestas a doblarse y explotar a la mínima corriente de aire. Un chino a la defensiva podría alegar que él vende paraguas, no paravientos, pero lo real es que, pequeño huracán mediante, el número de paraguas abandonados en aceras y papeleras como extraños híbridos de antena y tendedero es más que múltiple. 

La evolución del paraguas es un ejemplo gráfico de lo que está suponiendo la globalización. Antes del proceso que ahora nos permite comprar productos asiáticos a dos euros, el paraguas era un artefacto resistente. Igual servía para guarecerte de la lluvia que para apoyar la andadura con un ritmo de gentleman inglés. Entre decenas de paraguas perdidos o despedazados por el viento o un simple mal enganchón, aún conservo el último paraguas de mi suegro, que falleció hace ya veintiséis años. Con solo una ligera desviación de la punta metálica, conserva  la tela impermeable, las varillas y el mango de madera noble como el primer día. Responde a una forma de producir con materiales duraderos y trabajadores que habían conseguido un salario y una jornada digna.  Se trataba de empresas casi familiares, principalmente ubicadas en pequeños pueblos del norte, Galicia, Asturias, Catalunya o el País Vasco, que amaban y mimaban el producto que fabricaban. Algunos de los que proceden de China se producen en centros de detención con trabajos forzados de quince horas diarias. ¿Será el siguiente paso de la reforma laboral para que nuestras empresas puedan competir?

Para acabar aligerando un poco el texto me referiré a otra de mis preocupaciones relacionadas con el paraguas: los dispensadores de fundas que hay en tiendas y grandes almacenes. ¿Hay datos estadísticos sobre el número de fundas que cumplen su función? Mi impresión personal es que, ante la imposibilidad mayoritaria de enfundar el paraguas en este sucedáneo de condón, solo se consigue que la entrada de los locales quede hecha un cristo, con el suelo encharcado y lleno de plásticos . La reflexión más extendida sobre el asunto se la dejo a Luis Piedrahita, que sabrá dar un diagnóstico más preciso.

Eso sí, todos estaremos de acuerdo en que cuando uno está locamente enamorado como Gene Kelly, para qué paraguas…