jueves, 6 de marzo de 2014

VANDALISMO


La portada de El Correo del pasado martes día 4 de marzo se abría con un titular que anunciaba que los vándalos habían pasado por Bilbao. La mañana anterior una compañera que acababa de recorrer la Gran Vía desde el juzgado me describía una calle arrasada, con las lunas de bancos y comercios destrozadas. Por motivos familiares y laborales no pude participar en ninguna de las manifestaciones que sindicatos y movimientos sociales habían convocado domingo y lunes, y desde mi puesto de trabajo, por encima del Parque de Doña Casilda, solo pude ver el dispositivo policial desplegado como un cinturón alrededor de la zona del Guggenheim, los cristales rotos de la Renault y algunas carreras de jóvenes airados. Un grupo organizado había discurrido en paralelo a la marcha ensañándose con todo lo que oliera a multinacional o capital financiero, también, es cierto, con algún que otro mobiliario urbano. Cuando le dije que ni me molestaba ni me extrañaba se avino a reconocer que, teniendo en cuenta la fauna que estaba reunida en el museo, tampoco era para escandalizarse demasiado.

Efectivamente, el día 3 de marzo Bilbao acogió al que de forma grandilocuente se anunció como Foro Global España, una de esas reuniones “turísticas” para empresarios y banqueros VIP, dirigentes de la OCDE,  comisarios europeos, a las que no suele faltar esa señora elegante y permanentemente morena que responde al nombre de Christine Lagarde. Como es obvio tampoco faltó el monarca, patético, y alguien que parece imitar su forma de hablar, el actual lehendakari del gobierno vasco. Carezco de datos estadísticos, pero me atrevo a afirmar que el sentir mayoritario de los bilbaínos era que los bárbaros del norte eran quienes estaban reunidos en el Museo Guggenheim hablando de sus cosas, “La competitividad europea en un mundo global”, “Reformas en Europa; avances y desafíos” u “Oportunidades de la globalización para las empresas europeas”, en fin, estrategias para seguir haciendo caja a nuestra costa.

Pese a que el ruido de las pelotas de goma de la ertzaina llegaría a sus oídos la Sra. Lagarde, inasequible al desaliento, siguió a lo suyo y recomendó a un pletórico Mariano Rajoy que hay que darle otra vuelta de tuerca a la reforma laboral. Al día siguiente, el segurata del edificio nos comenta que en 2013 le han bajado el sueldo un 30% y ahora el plus de nocturnidad es de un euro la hora. En 2014 ya no llega a mileurista. Esa misma mañana el flamante ministro de Interior, ese señor que abrazó el ultracatolicismo en Las Vegas, nos avisa de que hay que defender las fronteras de Ceuta y Melilla porque hay 80.000 subsaharianos dispuestos a asaltarnos. Cualquiera que conozca mínimamente el África subsahariana sabe que se ha quedado muy corto. Son millones… Según datos de uno de los últimos informes de Médicos sin Fronteras solo en la República Centroafricana y Sudán el Sur hay 1.368.000 desplazados por sus conflictos bélicos. Para que dejen de “invadirnos” han bajado la Ayuda Oficial al Desarrollo de los 465 millones de euros de 2009 a los poco más de 50 millones de 2013.


Sin cauces democráticos ni alternativas, con la gente cada vez más empobrecida y desesperada, el desahogo vandálico de los maltratados seguirá creciendo, sea en el Gamonal, Bilbao o Alcázar de San Juan, por no hablar de los países y pueblos del tercer mundo, secularmente desposeídos, donde la ira se desata con una crueldad similar a la de las mafias que gobiernan el mundo. No es una amenaza, es un diagnóstico.