miércoles, 30 de julio de 2014


EL TIC DE JORDI PUJOL

Tengo que reconocer que este señor nunca me cayó bien, así que pudiera parecer que aprovecho para hacer leña del árbol caído, pero quienes me conocen de cerca saben que hace ya muchos años que defiendo, inspirado en él, una tesis absurda sobre el contenido semántico de los tics que,  después de lo ocurrido estos días, parece ganar status científico.

Antes haré algo de historia para situarnos. A principios de los años ochenta el senyor Pujol  fue imputado en el famosos caso Banca Catalana. Suelo recordar la oleada de amig@s que, haciéndose eco de la propaganda convergente, consideraban el hecho un ataque de la fiscalía a Catalunya. El tiempo ha puesto a cada uno en su sitio. Josep Mª Mena y Carlos Jiménez Villarejo, los fiscales que intentaron empapelarle, se han jubilado después de una carrera honesta y brillante en la que han demostrado una independencia a prueba de políticos y poderes fácticos, y el imputado se ha acabado quitando la senyera y el barret y reconocido, parafraseando al monarca recién abdicado, que se había equivocado y pedía perdón. Todo muy nacional-católico. Faltaría más…

Pero vayamos a lo importante: el tic. Desde que a mediados de los años ochenta del pasado siglo l´honorable empezó a pestañear como un poseso cada vez que lanzaba uno de sus discursitos patrióticos, fui albergando la tesis de que los políticos que mienten se ven traicionados por diversos tics que afectan a ojos, párpados, cejas y aledaños. No es el único. De la misma época Narcís Serra, que pese a pertenecer a una de las sagas que dominan Catalunya desde hace siglos también ha trincado en una de las caixas desaparecidas. Creo recordar que  solía acompañar sus embustes con un movimiento lateral de cuello y cierta tartamudez. Entre los más cercanos en el tiempo, Patxi López, el ex - lehendakari, con una especie de guiño raro y leve adelanto del mentón cuando va de hombre de estado, y el actual “presi”, Mariano Rajoy, con el lóbulo ocular tintineando cada vez que le hacen una pregunta impertinente y debiera decir la verdad pero no puede.

En fin, lamento que la teoría haya tardado tanto tiempo en ganar consistencia. L@s amig@s que pusieron la mano en el fuego por l´honorable no tendrían quemaduras de segundo y tercer grado.


De acompañamiento uno de los panfletos punkis de los años ochenta del pasado siglo: “Autobús número 13” del disco “Que pagui Pujol”, de L´odi social. Bon profit…