EL TIC DE JORDI
PUJOL
Tengo que
reconocer que este señor nunca me cayó bien, así que pudiera parecer que
aprovecho para hacer leña del árbol caído, pero quienes me conocen de cerca
saben que hace ya muchos años que defiendo, inspirado en él, una tesis absurda sobre
el contenido semántico de los tics que, después
de lo ocurrido estos días, parece ganar status científico.
Antes haré algo
de historia para situarnos. A principios de los años ochenta el senyor
Pujol fue imputado en el famosos caso
Banca Catalana. Suelo recordar la oleada de amig@s que, haciéndose eco de la
propaganda convergente, consideraban el hecho un ataque de la fiscalía a
Catalunya. El tiempo ha puesto a cada uno en su sitio. Josep Mª Mena y Carlos Jiménez
Villarejo, los fiscales que intentaron empapelarle, se han jubilado después de
una carrera honesta y brillante en la que han demostrado una independencia a
prueba de políticos y poderes fácticos, y el imputado se ha acabado quitando la
senyera y el barret y reconocido, parafraseando al monarca recién abdicado, que
se había equivocado y pedía perdón. Todo muy nacional-católico. Faltaría más…
Pero vayamos a lo
importante: el tic. Desde que a mediados de los años ochenta del pasado siglo l´honorable
empezó a pestañear como un poseso cada vez que lanzaba uno de sus discursitos
patrióticos, fui albergando la tesis de que los políticos que mienten se ven
traicionados por diversos tics que afectan a ojos, párpados, cejas y aledaños.
No es el único. De la misma época Narcís Serra, que pese a pertenecer a una de
las sagas que dominan Catalunya desde hace siglos también ha trincado en una de
las caixas desaparecidas. Creo recordar que
solía acompañar sus embustes con un movimiento lateral de cuello y
cierta tartamudez. Entre los más cercanos en el tiempo, Patxi López, el ex - lehendakari,
con una especie de guiño raro y leve adelanto del mentón cuando va de hombre de
estado, y el actual “presi”, Mariano Rajoy, con el lóbulo ocular tintineando
cada vez que le hacen una pregunta impertinente y debiera decir la verdad pero
no puede.
En fin, lamento
que la teoría haya tardado tanto tiempo en ganar consistencia. L@s amig@s que
pusieron la mano en el fuego por l´honorable no tendrían quemaduras de segundo
y tercer grado.
De acompañamiento
uno de los panfletos punkis de los años ochenta del pasado siglo: “Autobús
número 13” del disco “Que pagui Pujol”, de L´odi social. Bon profit…