jueves, 27 de noviembre de 2014

DESAPARECIDO

El otro día, los árboles, farolas y cristales de algunas tiendas de la Gran Vía aparecieron con carteles que avisaban de que un anciano había desaparecido. Me llamó la atención que la desaparición se hubiera producido en Vitoria, dada la lejanía, y pensé que sus familiares habrían transmitido su ansiedad con tal fuerza que alguien, en Bilbao, les ayudaba en la búsqueda de un anciano con alzheimer. Días más tarde veo que los pasquines con la fotografía del anciano están por toda la ciudad.

En algunos de mis relatos hay desaparecidos eventuales. Escapan de sí mismos incapaces de afrontar situaciones que consideran agobiantes o, simplemente, para mantener una extraña e intermitente doble vida. Los desaparecidos permanentes dicen ir a por tabaco y se van a Brasil a pegarse la gran vida, o se pierden, como el señor del anuncio, en el rellano de la escalera y entran en un agujero negro.

Pero la palabra desaparecido tiene una connotación no tan literaria. En 1982 Costa Gavras dedicó una película a uno de los más de 3.000 “desaparecidos” por la dictadura de Pinochet. El hecho de que el caso estuviera dedicado a un estadounidense y que el padre fuera interpretado por Jack Lemmon ayudó a internacionalizar el conocimiento de la barbarie. Desde hacía ya cinco años un grupo de mujeres que pedía la aparición de sus hijos en Buenos Aires eran tachadas de locas porque llevaban el pañal de sus hijos en la cabeza y paseaban de dos en dos por la Plaza de Mayo. El número de desaparecidos en Argentina estaba entre los diez y treinta mil. Eran incinerados, enterrados en fosas comunes o lanzados al mar. El caso es que meses después del estreno de la película de Costa Gavras la Organización de Estados Americanos (OEA) declararía que toda desaparición forzada debería calificarse de crimen contra la humanidad, declarándolo imprescriptible en 1994.

Según los estudios realizados por las asociaciones para la recuperación de la memoria histórica y el juez Baltasar Garzón, el número de desaparecidos forzados durante la dictadura franquista ocupa el segundo puesto del ránking mundial, alcanzando la cifra escalofriante de 143.353 personas. 

Desgraciadamente no es solo cosa del pasado. Se cumplen dos meses de la desaparición de 43 estudiantes mexicanos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en el municipio de Iguala, estado de Guerrero, por la “fechoría” de protestar contra la discriminación que sufren en la repartición de plazas en favor de escuelas urbanas por parte del Gobierno local. La esperanza es que los mexicanos parecen empeñados en que el delito no prescriba.

El pasado 24 de noviembre mi madre fue diagnosticada de alzheimer, algo previsible desde que en los últimos tiempos su personalidad y su memoria se empeñaron en ir desapareciendo lentamente…
Para los desaparecidos de uno u otro signo, esta canción de Gotan Project: