martes, 28 de abril de 2015

LA TERRAZA

LA TERRAZA

Se vende el segundo piso de uno de los inmuebles de la calle Particular de Estraunza de Bilbao. Se trata de un edificio de clase media alta ubicado en un lugar umbrío, a menudo azotado por corrientes de aire, y rodeado de un urbanismo hoy achacoso que intenta remontar con nuevos o renovados negocios de hostelería, una tienda de diseño mobiliario, otra de modas, un pequeño gimnasio…

La venta se anuncia en una terraza decorada por un arbolillo desangelado y varias macetas con geranios apenas mantenidas por un riego semanal. Imagino esas plantas en su mejor momento. Alimentadas por un servicio que igual planchaba las camisas y blusas de los señores con raya inglesa que horneaba croissants o pasteles de arroz. El lugar escenifica quizás un mundo en decadencia. Los hijos de esa clase social, educados en los cercanos jesuitas o en colegios del opus, se han ido mudando a la franja litoral que separa Las Arenas de la playa de Gorliz y dejado atrás un mobiliario afrancesado con pantallas de luz indirecta y algún cuadro de firma secundaria.

Pero volvamos a la terraza. He dicho terraza aunque solo lo sea a medias. Claro, estamos en Bilbao, y si su campo de fútbol es una catedral y como dice Leo Harlem comer en esta ciudad es un escándalo, un balcón de cuatro por dos es una terraza y no se hable más. Vendidas como un plus que encarece la venta de una vivienda, su primer destino es encajonarlas, paradójicamente, por una estructura de aluminio o PVC y meter un arcón, un tendedero, una bicicleta, algunas plantas, es decir, convertirlas en trasteros con vistas a la calle. Será cosa del clima…

Aun así las terrazas – dejémoslo así – de Bilbao trasparentan el carácter, las vivencias, la ideología de sus moradores. Hay terrazas con un ordenado muestrario de flores de temporada y otras con un desorden de abandono. Paseando por la ciudad, principalmente por sus barrios periféricos, en otoño, hay una profunda fragancia a matojos de marihuana secándose a la intemperie. En las casas de la Tabacalera, a unos metros de la nuestra, hay una bandera palestina en uno de los balcones. En los números pares se puede ver un paño grande de Bob Marley junto a otro del Che. En algunas fachadas hay enseñas pidiendo el acercamiento de presos, y en las semanas venideras, con la final de copa a la vuelta de la esquina, los balcones y ventanas de toda la ciudad se teñirán de banderolas zurigorris (blanquirojas) con la esperanza de ganar el trofeo y pasearlo en gabarra por la ría.

El 30 de enero de 1969 los Beatles se subieron a la terraza/azotea de su empresa Apple, en la calle de Saville Row y realizaron el que sería último concierto de su carrera musical como grupo. Esta es una de las canciones que interpretaron.


jueves, 16 de abril de 2015

¡OSTRAS, PERO SI ES JAMES CAAN!

Uno de los chistes blancos de mi época era tal que así: un tío está meando en un urinario público y en eso que entra John Wayne y se le pone al lado. El tipo reconoce al actor, da un giro de 90 grados y mientras lo mea de arriba abajo dice con sorpresa: ¡ostras, pero si es John Wayne!

El chiste es flojo y contado por mí una petardada. Los chistes no son mi fuerte. Los cuento al revés, me entra la risa nerviosa antes de empezarlos y los introduzco en el peor de los  momentos. Envidio a esos tipos que los encadenan sin respiro con el tono apropiado, el gesto y la voz adecuada, desatando una risa contagiosa e imparable.

Hace unos días volví a ver “Irma la dulce”. Es, creo, una  de las películas del maravilloso Billy Wilder que peor han envejecido. Ni una candorosa Shirley MacLaine salva ese París de cartón piedra, esas putas de vodevil, y a un Jack Lemmon histriónico, sobreactuado en una historia rebasada por el tiempo. Que eso le pase a un director que mantiene en perfecta actualidad la casi totalidad de sus filmes, un autor rompedor, siempre dispuesto a poner en solfa la doble moral, es una pena.

Pues bien, en un momento dado un soldado americano atraviesa el hotelito que frecuentan las prostitutas callejeras que circundan el mercado de Les Halles. Y sí, ese jovencito casi irreconocible es James Caan, el mismo actor que Ford Coppola descubriría poco después en la tierna “Llueve bajo mi corazón” y lanzó al estrellato en las dos primeras entregas de “EL padrino”. Este reconocimiento, que he tenido que confirmar en la “wiki”, me ha hecho pensar en la parte dura de la carrera de los actores, forzados a pillar lo que les caiga con tal de que o se les conozca o no se les olvide. Es su sino…


Billy Wilder envolvió una de sus películas más divertidas, “Avanti”, con la preciosa “Senza fine”, de Gino Paoli. Militante y cantante progresista, Paoli la cantó una vez más en la fiesta del 1º de mayo de 2011. Helo aquí.

lunes, 6 de abril de 2015

"SOMEWHERE OVER THE RAINBOW" POR POPA CHUBBY


Después de tanta saeta, velones y encapuchados, Popa Chubby pinta la mona con una versión un poco salvaje del "Somewhere over the rainbow". 
Felices pascuas.