jueves, 21 de mayo de 2015

Hotel Bergeret Sport

HOTEL BERGERET SPORT DE HENDAYA, 
CERCA DE 100 AÑOS DE HISTORIA


Presumiendo de ser el heredero de un negocio hotelero fundado por su abuelo en 1921, Georges Bergeret, actual dueño del Bergeret Sport,  nos dice que en las últimas décadas han cerrado 45 hoteles en Hendaya. La cifra no deja de sorprenderme por dos razones. Porque no pensaba que la localidad pudiera tener semejante oferta hotelera y por esa disminución en tan poco tiempo. Georges va citando después algunos de los negocios desaparecidos - el hotel París, a apenas unos metros del Bergeret, con su estructura y su rótulo aún intacto, el Central, el lIlias, el Regine, el Grand Hotel Imatz… – lo que da más valor al testigo que ha recogido de sus antepasados. Dice, con cierto desencanto, que muchos viajeros prefieren el trato impersonal de las grandes cadenas.

Hemos caído aquí por casualidad. Habíamos previsto repetir en un hotel del otro lado del Bidasoa, en Hondarribi, pero no disponía de habitaciones libres. Hemos visto en internet que el Bergeret es un pequeño y modesto establecimiento con un porche luminoso y habitaciones dignas y no pedimos más. Pero  es que hay más...

Refugiados vascos en las estación de Hendaya
No es extraño que una ciudad como Hendaya transpire historia por sus cuatro costados. Además de ser frontera entre dos estados en intermitente enemistad, ha vivido guerras, destrucciones y naturalmente exilios a lo largo de su existencia. Unamuno vivió en el Hotel de La Gare, aún en activo, el destierro al que fue condenado por el dictador Primo de Rivera en los años veinte del pasado siglo, y fue precisamente en esa década, más exactamente en 1921 cuando fue fundado el Bergeret Sport.


A la entrada, en una vitrina llena de pequeños obsequios de sus clientes, hay un plato con el escudo de la república española. Es el regalo de un cliente especial, Víctor López Barrantes, al que tendremos el gusto de saludar.   Según nos explica Georges, ese octogenario de aspecto y cabeza jóvenes es el niño que mira Hondarribi con un catalejo en un reciente documental de la televisión francesa, mientras su padre mantiene tres habitaciones en el Bergeret Sport para que sirvan de refugio a los republicanos que cruzan la frontera huyendo de las tropas franquistas. El plato es un reconocimiento del Sr. López Barrantes a la ayuda prestada por los propietarios del hotel a esos exiliados.


Muy poco tiempo después el hotel cayó en manos de los ocupantes alemanes, que lo pusieron patas arriba. Georges nos habla con pasión de esa etapa oscura del hotel y de su familia. De la noche que los nazis detuvieron a su tío Louis, de dieciséis años, y a Serrano, su mejor amigo, de edad parecida, por repartir octavillas de la resistencia y quemar una bandera con la cruz gamada. Casi al final de la guerra, su padre, algo mayor, que ha salvado el pellejo en un interrogatorio de la Gestapo por una confusión de apellidos pero se ha tirado la guerra en Alemania cumpliendo el STO (Service de Travail Obligatoire) se entera de que su hermano Louis ha fallecido en un campo de concentración. A él le ha acompañado la fortuna. Ha trabajado durante los últimos años de la guerra con un zapatero alemán que reniega del nazismo y conseguido sobrevivir a la muerte, al hambre, la enfermedad, la desolación. 

Georges nos da una imagen gráfica del retorno al acabar la contienda: su abuela, que ha mantenido una pequeña tienda de comestibles, entra en el hotel y desentierra las sartenes, cazuelas y demás utensilios de cocina que había escondido antes de la ocupación, como si nada hubiera pasado. La familia vuelve a regentar el negocio y lo va transformando con mimo y mucho trabajo en un referente acogedor, al que los huéspedes vuelven un año tras otro desde la década de los cincuenta del pasado siglo. 


Ya en pleno XXI el Bergeret Sport, regentado ahora por el nieto del fundador, hostelero de excelente formación, y su mujer, Mari Carmen, extremeña apasionada por el negocio, conserva el sabor entrañable de los pequeños establecimientos, con un trato que convierte a sus huéspedes en una suerte de familia prolongada. Su hijo ya se curte trabajando de comercial en el mayor complejo hotelero de Hendaya, dispuesto a que el Bergerec Sport cumpla sus primeros cien años. Hay cantera…


  
Del poeta peruano César Vallejo, que dedicó a los republicanos vascos y españoles su solidaridad y un buen puñado de versos, he escogido estas dos estrofas de los  poemas “Cortejo tras la toma de Bilbao” y  “Después de la batalla”:

“Herido y muerto, hermano,
Criatura veraz, republicana, están andando en tu trono,
Desde que tu espinazo cayó famosamente;
Están andando, pálido, en tu edad flaca y anual,
Laboriosamente absorta ante los vientos.”
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“¡Y triste es la guerra, solivianta,
le pone a uno largo, ojoso;
da tumba la guerra, de caer,
da dar un salto de antropoide! 
Tú lo hueles: pisaste distraído tu brazo entre cadáveres;
tú lo viste: tocaste tus testículos poniéndote rojísimo;
tú lo oíste en tu boca de soldado natural,
comiéndote una ostra gemebunda.”