miércoles, 10 de junio de 2015

INGER CHRISTENSEN (1935-2009), POETA DANESA

Su poemario “Alfabeto”,  escrito en 1981 y recientemente publicado por Sexto Piso en edición bilingüe, es una obra emblemática del siglo pasado. Pese a la dificultad de poder valorar una poesía sustentada en la sonoridad fonética sin tener ni idea de danés, he leído los poemas  en esa lengua y pasado de inmediato a su traducción paralela. Una experiencia curiosa e interesante…

Leer a Christensen es incorporarse a un paisaje nórdico e invernal y esperar en silencio a que las palabras, encarnadas en nieve, árboles, insectos, alimentos, fluyan con una musicalidad repetitiva que, sin querer ser cursi, me atrevería a comparar con el sonido del oleaje o con esta imagen parecida de uno de sus poemas:

“…aquí
bajo yo al sereno,
al brillante azul vespertino
del estrecho de Sund, tiro
una piedra al agua,
veo como los círculos
se expanden, llegan hasta
las costas más lejanas”

Maestra, con estudios de medicina y matemáticas, eterna aspirante al Nobel, Christensen mezcló en “Alfabeto” una escritura vanguardista no exenta de ironía, la reivindicación ecologista y la denuncia de la capacidad del hombre por devastar cuanto le rodea. Recomendable.

Un poema para complementar el alegato:

“la bomba atómica existe
Hisroshima, Nagasaki
Hiroshima 6
de agosto de 1945
Nagasaki 9
de agosto de 1945
140.000 muertos
y heridos en Hiroshima
unos 60.000 muertos
y heridos en Nagasaki
cifras que permanecen inmutables
en algún lugar de un verano
lejano y normal
desde entonces los heridos
han muerto, primero muchos, la
mayoría, luego menos, pero
todos; finalmente
los hijos de los heridos,
nacidos muertos, moribundos,
muchos, siempre
algunos, finalmente
los últimos; yo estoy
en mi cocina pelando
patatas; el grifo del agua
está abierto y casi
ahoga los gritos de los niños
que juegan en el patio;
los niños gritan y casi
ahogan los trinos de los pájaros
que están en los árboles; los pájaros
cantan y casi
ahogan el susurro
de las hojas al viento;
las hojas susurran
y casi ahogan
con su silencio el cielo,
el cielo que resplandece,
y la luz que casi
desde entonces se ha parecido
al fuego de la bomba atómica

un poco.