jueves, 17 de septiembre de 2015

MANUEL VILAS, POETA DE BROCHA GORDA

Después de leer “El hundimiento”, premio de Poesía Generación del 27 de este mismo año, parece evidente que Manuel Vilas no está entre los escritores de pincel fino, sino entre los de brocha gorda y churretón. 

Fiel a las cuatro citas que introducen un libro con las formas y el espíritu de un uppercut, sobre todo a esa que dice que “vivir consiste en hundirse poco a poco” (Scott Fitzgerald)  Vilas va repartiendo caña a lo largo de sus páginas con una amargura bañada en alcohol y mala hostia. Aunque a veces entre en terrenos resbaladizos (no acabo de entender muy bien el poema que parece compadecerse de un puñado de nazis perdedores/ “Tenemos nuestros uniformes, y así pasamos la vida, creyendo que la historia fue nuestra alguna vez”; o el grosero y machista que dedica a Alice Monro “Por quinientos euros, Alice, te hago feliz esta noche… incluso por cincuenta te como el incomible coño”) o quizá por eso, no solo es imposible permanecer indiferente, sino que, siguiendo con las referencias boxísiticas, te atrae a la pelea corta, en la que ya despliega otra paleta de golpes de distinta índole. 

No era necesario leer en una entrevista de ABC que el libro estaba escrito en un periodo marcado por el lado oscuro de la vida y bajo la premisa de que “decir con precisión la adversidad es poesía”. En general crudo pero a momentos tierno, contiene poemas en los que el adulto fiero parece refugiarse de nuevo en el recuerdo de sus padres biológicos (“Siempre estoy contigo, hijo mío, siempre, da igual dónde te escondas”/ “Quien me trajo al mundo se ha ido hoy del mundo. Ella, que me llamaba a todas horas para saber de mÍ”) y artísticos (The Who, Lowry, Fitzgerald y Lou Reed una y otra vez), tras lo que parece un fuerte desengaño sentimental, político, vital (“Es verdad que te amo. Es verdad que nadie me ha follado como tú. También es verdad que nunca volveremos a vernos”/”Me importa el amor, eso sí me importa; el amor eternamente no correspondido, eso fue para mí la poesía”/”me he pasado más de veinte años viendo ministros de gobiernos de España entrar en los juzgados, así pasó mi vida…”/”Si volviera a tener nueve años, pediría ahogarme en aquel río donde mis padres me llevaron, en unas felices y radiantes vacaciones de verano, una franquista mañana de agosto”), siempre autobiográfico “pero pronto”, dice Vilas en la entrevista antes citada, “para escribir mis memorias”. Habrá que seguirlas.

Para redondear, el impactante poema que abre la edición y el “Berlin” de Lou Reed, al que dedica otros tantos brochazos, en una versión de la Velvet Underground anterior a su publicación en vinilo.

«1980»
Me miro todas las mañanas, aún es de noche, 
bajo la luz eléctrica,
en el espejo del miserable cuarto de baño,
ya con cincuenta y un años mal cumplidos y bien solo, y te veo a ti,
con la misma edad,
en el invierno de 1980.

Te veo a las siete de la mañana cargando las maletas 
y los muestrarios en el maletero de tu Seat 1430.

Tal vez mi coche sea mejor que el tuyo.

La industria automovilística occidental oferta 
a la clase baja algún modelo con sexta marcha 
e incluso con aire acondicionado.

El salario, sin embargo, es el mismo.

El país, sin embargo, es también el mismo.

Veo el mismo rostro en el espejo, la aplastante madrugada 
y el sórdido empleo,
y la sórdida ganancia de una comisión,
toda la vida detrás de una comisión a la intemperie,
que no te dio para nada, 
absolutamente para nada.

Yo intenté escribir y tú fuiste
un anónimo viajante de comercio, 
somos lo mismo.

¿Dónde están nuestras capillas en las más famosas 
catedrales de España,
en la de León, 
en la de Sevilla, 
en la de Burgos, 
en la de Madrid,
en la de Santiago de Compostela?
¿Dónde nuestros rostros en bronce esculpidos 
con las heridas en el costado?

Tú, recorriendo absurdos pueblos de Aragón, luchando 
por vender el textil catalán, el textil de las boyantes
empresas catalanas,
-barcelonesas, prósperas y ya con relaciones 
internacionales-
a sordos y oscuros y pobretones sastres de pueblos atrasados 
de la España hosca, medieval y mutilada.

Ellos sí, tus jefes catalanes, ganaban mucho dinero, tú nada. 

Nos afeitamos los dos al mismo tiempo, tú en 1980,
yo en el 2013, un poco evolucionada si quieres
la industria del afeitado, un poco de colonia, 
un poco de agua en el pelo.

Salimos los dos al mismo tiempo y montamos 
en sendos automóviles,
el mío tiene música y el tuyo solo radio,
tu Seat 1430, y tal vez sea esa la única diferencia,
a mí me ayudan Lou Reed y Johnny Cash con sus canc1ones,
a ti no te ayudó nadie.

Te fuiste con setenta y cinco años. 
Yo me voy dentro de cinco minutos.

No, no quiero verte al otro lado del espejo.

No soportaría tu mirada de fuego, tu mirada de 
condenación suprema.