lunes, 23 de noviembre de 2015

EL PERFIL

Hasta no hace tanto el perfil era únicamente la línea sinuosa que identificaba un rostro o un cuerpo ladeado y daba mucho juego en las descripciones literarias para dar consistencia a los personajes. El maestro Monterroso, tan buen escritor como verdulón, dio muestra de ello en uno de sus relatos. Decía que cuando pensaba en las mujeres no importaba la parte que fuera, pero si la parte era de adelante o de atrás mejor. Y parecía menospreciar el perfil: “No sé por qué nunca pienso en los otros dos lados que las mujeres tienen en el cuerpo”.

Pero ahora gastamos infinidad de perfiles. Unos, los profesionales, que nos son designados en función del nivel jerárquico o de responsabilidad en la empresa. Otros, los de las llamadas redes sociales, que nos damos como representación en imágenes y palabras de lo que creemos o queremos ser, entre ellos uno al que he estado dando vueltas estos días por ser de los más usados y actualizados: el perfil fotográfico del WhatsApp. La cita verbal la dejaremos para más adelante.


Suelo prestar atención a los cambios de este perfil. Me meto y agrando sus imágenes, intentando interpretar los mensajes cifrados que contiene, el estado de ánimo de su posesor, su evolución sentimental, su peripecia vital…No en vano se supone que estos perfiles expresan el “momento”, “su momento”.

Se les puede clasificar por edades, nacionalidad, aficiones, ideología, situación. Los muy jóvenes son lo que más cambian el perfil, pero no de perfil, porque todos son iguales: selfie con el chico o chica y colegas del momento. Las amamas/abuelas se hicieron una foto con el/la niet@ cuando lo llevaban en brazos, y como no se renueven imagino ese mismo perfil con el/la niñ@ acabando la carrera de ingenieros. Los activistas van cambiando la bandera de la república por la ikurriña, y ésta por el símbolo feminista o de la paz. Tengo un amigo perdidamente enamorado que se retrata dándole un piquito una mujer a la que lleva 30 años. A las sudamericanas les gusta lucir palmito, a los viajeros presumir de lo propio con imágenes de lugares comunes, a los deportistas dar fe de sus proezas, a los intelectuales demostrar que están al día. Los menos creativos utilizan un estilo directo, autorretrato de carnet, y finalmente los pusilánimes, entre los que me cuento, nos agazapamos en imágenes impersonales que creemos imaginativas, como queriendo esconder que nos importan.

En todos los casos hemos asumido que para estar conectados a los demás debemos  figurar en un escaparate virtual permanente, so pena de que nos digan que qué anticuados o atrofiados estamos, que hace meses que no cambiamos de perfil…


Como no se me ha ocurrido nada musicalmente pero el otro día vi el estupendo musical “Whisplash”, fonéticamente parecida a WhatsApp, me atrevo a desvelar su contenido final con la apabullante versión de “Caravan”.