jueves, 28 de enero de 2016

ANIVERSARIO

Como mañana es el tercer aniversario de la muerte de mi cuñado y amigo Ángel, aprovecho para publicar el micro relato que, dedicado a él, ha sido seleccionado para su edición en papel en el recientemente resuelto II Concurso Internacional de Micro Relatos, convocado por Ediciones de Letras. 

Argentinos vocacionales declarados, teníamos planificado un viaje a aquel país que al final no pudimos realizar. Por esa razón y el contenido final del micro relato, he escogido esta foto junto a un asado en una de nuestras asistencias a la fiesta que los bonaerenses dedican todos los años a Juan de Garay, segundo fundador de Buenos Aires, en Villalba de Losa, su lugar de nacimiento.

Vaya por Ángel!!!
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TRASPLANTES

Se han estudiado concienzudamente las posibilidades de rechazo de los órganos trasplantados, pero no sus consecuencias. Mario Quintana dejó de amar a su mujer de toda la vida cuando le pusieron el corazón de un hombre abrupto. A Felipe Temorís le quitaron la hiel que le hundía en la melancolía cuando su hígado fue cambiado por el de un hombre joven. Es desde entonces un ser jovial que mira el futuro con esperanza. Fermina Ciempozuelos no sabe lo que es la pereza desde que limpia su cuerpo con el riñón de un ejecutivo del Citybank que aplastó coche y huesos cerca de Collado Villalba. Mi cuñado Ángel no acabó el camino de Santiago con los pulmones de un corredor de fondo, pero el hombre al que cedió su alma es, como él, forofo de Boca y habla lunfardo. 

jueves, 21 de enero de 2016

El fechador

EL FECHADOR

Hace unos días volví a ver “El tambor de hojalata”, la historia de ese niño rebelde que no quiere crecer, y comprobé que, pese a sus rasgos de realismo mágico, hoy algo pasados de moda, ha aguantado bien el paso del tiempo. 

Cuando los nazis invaden Gdansk, la resistencia se refugia en la central de correos, desde la que les planta cara durante unas horas. En una de las escenas aparece un funcionario con un curioso matasellos de caucho y me he dado cuenta de que no se trata de una pieza arqueológica totalmente desaparecida, porque da la casualidad de que tengo una antigualla semejante en mi mesa  de trabajo, un fechador giratorio. 

No deja de ser chocante que en un contexto muy informatizado, donde el papel está en desuso, la comunicación se ejercita mediante buzones corporativos virtuales y muchos trámites pueden ser autogestionados por los usuarios, sobrevivan sellos y fechadores de caucho, por más que estemos acostumbrados a  ver a una funcionaria del Tribunal Constitucional registrando con un sello aparatoso el último recurso. Todo ello, por cierto, tras un mostrador (otro anacronismo) a modo de barricada.

El caso es que como apenas me quedan unos meses para jubilarme le he dado al fechador que sigue en mi mesa de trabajo un cierto valor simbólico, con esa vieja y permanente función de dar fe del paso de los días, los meses y los años, y como amante de la arqueología urbana y contemporánea me he distraído relacionando los restos prehistóricos que aún pueden encontrarse  en una cata más o menos superficial de mi entorno: una cajita con clips, una grapadora (una curiosidad: hace años las grapadoras que adquiría la administración siempre eran suizas, imagino que un signo de calidad), un calendario de hojas múltiples, con su santoral y su frase del día, dos gavetas metálicas, un cubilete con lápices y rotuladores…instrumentos que fueron de indispensable utilidad, como en mi infancia otros objetos desaparecidos: tinteros, punteros, plumillas, secantes o gomas de borrar.

Bueno, supongo que a todos nos hubiera gustado plantarnos en algún momento de nuestras vidas, como el niño del tambor de hojalata; conseguir que la rueda del fechador se bloquease en un momento feliz, pero como por el momento es imposible, conformémonos con que el deseo de Tequila se haya cumplido, aunque solo sea en parte: “Que el tiempo no te cambie”.

jueves, 7 de enero de 2016

EL ESTAMBUL DE ORHAN PAMUK

Acabo de leer el libro autobiográfico que Orhan Pamuk dedicó a “Estambul” en 2003, con una visión de la ciudad, ahora, trece años después, si cabe más melancólica y asociada a la palabra amargura, y he encontrado reflexiones sabias, como éstas que parecen enseñar el trasfondo de algunas de las cosas que están pasando ahora mismito por éstos y aquellos mundos… 


“La primera vez que me llevaron a la mezquita…Descubrí de nuevo que la religión era algo de los pobres pero también que, al contrario de los que se deducía por las caricaturas de los periódicos y por el ambiente republicano de casa, los piadosos eran personas inofensivas.

Pero por el ambiente despectivo de casa, que a veces se convertía en una furia autoritaria, también podía comprender que, aunque aquella gente fuera buena y pura, existía una contradicción entre su bondad y las cosas que creían que dificultaba grandes proyectos de modernización, de europeización y el desarrollo. No tanto como propietarios de bienes materiales sino como poseedores del derecho a juzgar, ya que éramos positivistas y occidentalizados, debíamos oponernos violentamente a que aquellos ignorantes se vincularan excesivamente a sus creencias, no solo para defender nuestros intereses sino también los del país…

Notaba que aquellas simpáticas creencias delos pobres podían alcanzar horribles dimensiones, que llegaban a amenazarnos a nosotros y a la patria y al Estado, que sentíamos más nuestros que suyos; también podía intuir que de esa manera quedaba justificada nuestra existencia como clase dominante…

La burguesía occidentalizada de Estambul siempre ha apoyado los golpes y las intervenciones de los militares en política que acontecían en Ankara, no por miedo a los ataques de la izquierda, sino, sobre todo, porque un día las clases inferiores y los ricos provincianos podían hacer bandera de la religión y unirse contra su estilo de vida.”


Buscando música turca he encontrado esta curiosidad. Se trata de Öykü y Berk Gürman, dos hermanos estambulís amantes del flamenco.