martes, 5 de julio de 2016

DEDOS

Tengo una buena amiga que perdió dos dedos en un desgraciado gesto lúdico. A otros amigos o conocidos les falta un pulpejo o alguna falange por actividades relacionadas con su profesión: electricistas, fontaneros, carpinteros (por descontado), porteros de fútbol… Supongo que hay algo en mi sub consciente que me acerca al tema porque en julio de 2013 dediqué una entrada al accidente sufrido por Nery Pulido, cancerbero del River Plate http://charlievedella.blogspot.com.es/2013_07_10_archive.html

El caso es que uno de estos días ha hecho cuarenta años que vinieron a buscar al sargento con el que compartía prácticas y cena, un valenciano que estaba acabando la carrera de medicina. Al parecer se había producido un grave accidente en el campo de tiro, una granada no explotada esa misma mañana le había arrancado la mano a un soldado de guardia, y no sé por qué razón se requería la presencia de mi compañero en una ciudad, Alcoi, que entonces ya tenía unos sesenta mil habitantes y por tanto asistencia hospitalaria.

Un curioso paralelismo adorna el caso. Y es que el sargento se había ennoviado recientemente con una chica que tenía un defecto en una de sus manos, creo recordar que semejante al que padecen las afectadas por la talidomida, y me parece estar viéndole acariciársela con especial ternura.   

A la mañana siguiente, mientras descansábamos de la instrucción vi uno de los dedos mutilados del soldado. Me llamó la atención que estuviera limpio, sin restos de sangre, que siguiera allí, como abandonado, y que las hormigas u otros insectos no lo rodearan. 

Cuarenta años después he recordado la visión del dedo impoluto y pensado si el muchacho que lo perdió habrá vuelto alguna vez al lugar, no sé, a buscarlo y recobrarlo… cuántas veces habrá intuido su presencia, pues se dice que muchos años después se conserva la sensación de los miembros perdidos; cuántas habrá amagado a coger algo sin poder hacer presa; cuántas dirigido su mirada a esa parte amputada de su cuerpo. Ni siquiera sé cómo se llamaba, de donde era, qué fue de él. Al acabar la mili tampoco volví a ver al sargento, con el que creo que únicamente nos carteamos un par de veces. 

Dicen que la edad estimula la memoria lejana y una extraña melancolía por hechos y personajes que en su momento no pasaron de la categoría de anécdota. Pues eso…

He encontrado una emocionante versión de “Cette blessure” (“Esta herida”), de Leo Ferré, en la voz y guitarra austeras de una cantante griega criada en Francia, Angelique Ionatos.