lunes, 28 de noviembre de 2016

EUGENIO BARONCHELLI, BIÓGRAFO BREVE

Aficionado a los textos cortos y los juegos numéricos (“Moscas de invierno.271 muertes en dos o tres gestos”, “237 vidas casi perfectas” y “Las cartas encantadas. 100 novelas de 100 palabras” son algunos de sus libros) Eugenio Baronchelli (Rávena 1944) agrupó un montón de mini biografías en 2008 bajo el título de “267 vidas en dos o tres gestos”, texto que ha sido publicado por Periférica este mismo año.

Ya eché mano de él con anterioridad y es tan divertido que vale la pena adquirirlo. Es baratejo y no tiene desperdicio. Como muestra tres botones característicos pero muy distintos, y ni siquiera los mejores:


MARIANNA DEFILIPPIS, MUDA POR AMOR
“Nació en Turín en 1952. Tuvo un único amor, el primero. Lo conoció la tarde del 21 de setiembre de 1969 en una fiesta de cumpleaños, lo besó tras las puertas chirriantes del portón de casa y vivió de golpe el colmo de la felicidad. No podía dormir. Cogió papel y pluma para escribir su primera carta de amor pero tropezó con las palabras. ¿Enamorada? Teatral. ¿Amante? Grotesco. ¿Amiga? Falso.

Otras no se le ocurrían. Al alba, decepcionada por una lengua tan poco amorosa, perdió el habla. Murió en febrero de 2002, por un tumor de colon, sin haberla recuperado”.


MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, NOVELISTA EJEMPLAR
“De joven fue a Lepanto, donde perdió el uso de la mano izquierda. Pasó cinco años prisionero de piratas turcos. Sufrió la cárcel, en Sevilla, por una complicada historia de deudas. En 1613, para distraer con una alguna ficción la incipiente melancolía de la vejez, escribió doce novelas, en una de las cuales un doctor, Tomás Rodaja, mucho más elegante que Gregorio Samsa, se despierta una mañana creyéndose transparente como el cristal”.


RENATO CESARINI, DELANTERO DANDY
“Nació en Senigallia en 1906. A los nueve meses zarpó hacia Argentina en el piróscafo Mendoza. Desembarcó en Buenos Aires cuando ya tenía diez. Fue zapatero, acróbata, púgil, locutor de radio y guitarrista. Fue también funerario, es decir, enterrador. Dio las primeras patadas en el pequeño campo del Chacarita Juniors, barrio en el que había un cementerio que daba nombre al equipo: la misma tierra para jugar y para enterrar a los muertos. Tenía talento y estilo para golear. Tenía la nariz triste del ciclista Bartali, el rostro afilado, los ojos chispeantes y un flequillo rebelde a cualquier tipo de gomina. 
En enero de 1930, fichado por la Juventus, volvió a Italia: vestía bufanda de seda, gemelos de oro y maleta de marca. Se hizo compañero de Virginio Rosetta, quien odiaba rematar de cabeza porque le arruinaba la permanente, y de Felicino Borel, que tenía los piececitos de una princesa china. Aprendió italiano en los burdeles de la plaza Castello. En Turín abrió un local de tangos y vistió a los camareros de gauchos. Más rousseliano que Roussel, cambiaba de camisa tres veces al día. Dormía en sábanas de seda y fumaba tres paquetes de cigarrillos diarios. En una ocasión llegó al entrenamiento bajando del taxi vestido de smoking. El 13 de diciembre de 1931, ya con camiseta azul dela selección, marcó su nonagésimo gol, con el cual los italianos vencimos a los húngaros y él bautizó la famosa zona que lleva su nombre. En 1935 regresó a Argentina, donde ganó dos títulos de liga como entrenador del River Plate. Murió en 1969 mientras dormía. Llevaba puesto su pijama de seda.”

Como inspirador de una entrada anterior (http://charlievedella.blogspot.com.es/2016/10/el-cigarro-puro-el-tabaco-no-mata.html), un homenaje a otro autor de brevedades: “Once piezas cortas para piano” de Anton Webern conectando con Spotify:  https://open.spotify.com/album/3itiyktqkldl1IsAbPzBTg