miércoles, 20 de diciembre de 2017

NAVIDAD 2017

UN VILLANCICO DE RAFAEL ALBERTI
Y UNA INVITACIÓN A ESCUCHAR 
POEMAS CONTRA LA NAVIDAD.

Mi primer libro de poesía, “A la pintura”, era de Rafael Alberti (Puerto de Santa María 1902). Me lo regaló un tío lejano que había pertenecido al Partido Comunista cuando yo sólo tenía quince o dieciséis años. Así que debo a ambos mi afición, si bien el tiempo y un mayor conocimiento de su obra me han reubicado a Alberti como un poeta desigual, quizás excesivamente prolífico. Un ejemplo de su tendencia a la canción es este villancico de su etapa “popularista”.

Primer no
—Pastor que vas con tus cabras
cantando por los caminos,
¿quieres darme una cabrita
para que juegue mi niño?
—Muy contento se la diera
Si el dueño de mi ganado,
Señora , lo permitiera

Segundo no
—Aceitunero que estás
vareando los olivos,
¿me das tres aceitunitas
para que juegue mi niño?
—Muy contento se las diera
si el dueño del olivar,
Señora, lo permitiera.

Tercer no
—Ventero amigo que estás,
Sentado en un ventorrillo,
¿quieres darme una cunita
para que duerma mi niño?
—Muy contento se lo diera,
si hubiese sitio y el ama,
Señora, lo permitiera.



Pero como esto de las fiestas va por barrios (yo diría que casi por edades…) l@s amig@s Andrea Uña y Roberto López San José vienen preparando un recital de poesía antinavidad para el próximo día 28 de diciembre, con una nueva sorpresa, la actuación del cantautor Txo Braceras. A por ello!!!



He encontrado entre varias decenas esta vieja versión de "Santa Claus is coming town", de Bruce Springsteen con su E Street Band.



miércoles, 6 de diciembre de 2017

Artistas

¿ARTISTAS ANÓNIMOS?


Hace unas semanas encontré esta obra de arte a unos metros de casa. Los propietarios, o quizás el mismo autor o autora, sea por hartazgo, falta de espacio, renovación decorativa,
arte en la basura
vete tú a saber…se había desprendido abruptamente de algo que en su momento debió tener sentido. La obra era, como se puede ver,  un conjunto de colores llamativos, injustamente desordenados sobre una capa de montículos de pasta extraña.

Durante dos años asistí a clases del prestigioso “ruso”, un niño de la guerra que enseñaba dibujo y pintura en el Museo de Reproducciones de Bilbao. Entre aspirantes a arquitectos que venían a foguearse en dibujo artístico, decenas de jubilad@s y similares distraían dos horas de su tiempo diario en culminar obras generalmente naif que “el ruso” despreciaba a sus espaldas.

Como aficionado a la pintura creo que cualquier resultado ante unos centímetros de tela o tablero merece respeto, más allá de la torpeza del dibujo, la perspectiva, el uso del color; que siempre hay una intención, generalmente ingenua, que expele dignidad. A fin de cuentas el valor del arte contemporáneo es puro marketing, y sus actores, dominen o no el oficio (que los hay que no) acaban viviendo más de la firma que de la obra.

Obra callejera de "El Banksy de Orduña"
Pei-shen-qian, un artista callejero residente en Nueva York se dedicó durante veinte años a fabricar falsos Pollock, de Kooning, Rothko y otros (se ha demostrado que como simple imitación y no con afán suplantador), que eran vendidos como tales por una avispada marchante mexicana. En su momento me llamó la atención que uno de los ricachones estafados denunciara a ambos, pintor y marchante, porque la marchante se lo podía merecer, pero se supone que el pintor era al menos tan bueno como Pollock, a quien había sabido reinterpretar. Lo cierto es que las obras personales de Pei-shen-qian, ya casi ochentón, son vendidas a precios más o menos módicos cuando es él quien las firma.


Mural en el puente de Miraflores (Bilbao)
No quiero terminar sin referirme a dos pintores anónimos: al primero me he atrevido a nombrar “el Banksy de Orduña”, y digo anónimo aunque en una población que no llega a 5.000 habitantes, donde la gente se reconoce de lejos por la manera de andar, el anonimato es una entelequia. El otro anónimo es el autor de la maravilla que alumbra uno de los soportes arquitectónicos del puente de Miraflores, en concreto el que está en el barrio de La Peña. Centenares de paseantes pueden alegrarse la mirada a diario con esta proeza de la pintura/dibujo. ¿No es esa al fin y al cabo una finalidad del arte? 


Me gusta Martin Scorsese; me fascina Nick Nolte; no puedo estar mucho tiempo sin escuchar "A white shade of pale"...

jueves, 23 de noviembre de 2017

TOMASITO

UNA RUMBA SALVAJE DE TOMASITO 
PARA CELEBRAR EL OSTIRALA BELTZA 
(BLACK FRIDAY en inglés)

No deja de sorprender que haya fulanos que aborrezcan las que llaman "lenguas vernáculas" mientras se lanzan a la calle a disfrutar lo que apellidan "black friday". Claro, que de este fenómeno de la anglofilia no se libra ni el Jordi del "Omnium Cultural", que le puso Aranow Packaging Machinery a la empresa de la que es propietario (aprovecho la ocasión para pedir su llibertat, que lo cortés no quita lo valiente). Asín que mi propuesta es que celebremos un euskaldún Ostirala beltza, qué caray...

Pero vayamos al grano. Mi amigo Trespa me recomienda de vez en cuando maravillas musicales. Hace no mucho esta versión salvaje de la más conocida canción de Tomasito, "Camino del hoyo", con el rumbero desatado cantando y bailando a lo Chuck Berry. Una bestieza para semejante celebración...

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Joan Margarit 3

LA MÚSICA CONSUELA (3)

Empecé las entradas dedicadas a Joan Margarit hablando de los cassettes portátiles que aparecieron a finales de los años setenta del pasado siglo y me voy a ir aún más atrás para recordar las gramolas, seguramente el primer intento de arropar la vida con canciones de tres o cuatro minutos. Parece mentira que parte de nuestra juventud transcurriera alrededor de aquellos artefactos y que, por lo menos en mi caso, asociemos cierta clase de música a ellos y a los autos de choque, donde la canción del momento sonaba una y otra vez, durante horas.

Una gramola muy parecida a las de
 los bares de mi barrio
El prologuista de “Arquitecturas de la memoria”, antología de 2006, dice que “la música nunca es un espacio indiferente. Los discos sobrecargan el grave peso del ayer y lo contraponen a la eventualidad del presente”. Supongo que Margarit, nacido en 1938, también rodearía alguna gramola cuando era joven, y es, desde luego, contemporáneo de los pickups y los vinilos, a los que hace abundantes referencias. En “Recordar el Besòs (1980)”, un poema que describe una vivienda del Besós y su entorno, contrapone la crudeza ambiental a la música de Bach, su compositor preferido. Así, entre “…un montón de platos descompuestos, /pone un joven sus discos de trapero/ en un viejo pick-up.”. El poema acaba con lo que parece una respuesta al entonces en boga “no future” de los punks: “Únicamente Bach, / este mundo no tiene otro futuro”.

Junto a la canción francesa, a la que dediqué la entrada anterior, la música clásica es, con el jazz, una presencia  permanente en su poesía. Un ejemplo es “Tchaicovsky”, uno de los múltiples poemas dedicados a su hija Joana, afectada desde su nacimiento por el síndrome Rubinstein-Taybe y fallecida en setiembre de 2001, que se contrapone a “Nit fosca al carrer Balmes” (“Noche oscura en la calle Balmes”), del libro “Estació de França” (“Estación de Francia”), en el que reconoce que por un momento deseó su muerte: “Escucho la Patética y me veo/deseando la muerte de Joana”, y denuncia “la complicidad de aquella música” fúnebre.

El poema “Jazz” está dedicado a otro de sus hijos, Carles Margarit. Habla de la noche en que Carles, seguramente aún niño, descubre el centelleo de un saxo, un instrumento que es, hoy día, su principal herramienta de trabajo (“Avui aquell infant/és un músic de jazz”- “Hoy aquel niño es músico de jazz”, del poema “Fill a l´hivern”). Vuelve al final del poema la idea de la música que consuela, que “l´abrigarà de la desemparança” (“su abrigo contra el desamparo”), que da calor (“l´escalf de la germana morta” / “el calor de aquella hermana muerta”) y compañía (“La nostra compañía” / “Nuestra compañía”).

No es excepcional que Margarit asocie la música de jazz a la ternura, como la melodía que acompaña y transmite recuerdos, sea en soledad (“Te gusta el jazz muy lento si estás solo”, del poema “Melodía”) o en el escenario de los clubs, hoy desaparecidos o luchando aguerridamente por subsistir. Garitos en los que hay “algú que crida amb veu enrogallada” (“alguien que grita con voz enronquecida”), “hi ha aplaudiments; una copa trencada” (“hay aplausos; una copa rota”), versos de una composición que no en vano titula “Tendresa de fons” (“Ternura de fondo”).

Como ya reproduje “Remolcadors entre la boira” (“Remolcadores en la niebla”), poema representativo de la influencia del jazz en la obra de Margarit, rescato ahora “Concert a l´Europa” (“Concierto en el Europa”), que subtitulado (Herb Heller 24/3/1991) dedica a la mítica sala de Lleida y a un saxofonista de la costa oeste que, según parece, tocó con Charlie Parker. El poema describe a un viejo músico de “cejas blancas” que, “dándose masaje en las rodillas, sonríe y sigue el ritmo de la música moviendo la cabeza”; que toca “como una alarma aérea” y “sostiene el saxo” como si fuera “el fusil de un soldado que descansa, en su última noche, antes de la batalla”. Es un corto poema de una gran belleza sobre el ocaso de la vida, así que nada mejor que reproducirlo.

CONCERT A L´EUROPA
(Herb Heller, 24-III-91)

Podria ser un comptable o un profesor,
però fa quaranta anys tocava amb Charlie Parker.
Comptables en som tots, o professors,
però existeix l´instant durant el qual
un es pot escapar de la derrota.
Sota les celles blanques
tanca els ulls i desperten els seus llavis
el so d´alarma aèria del saxo.
Després del solo, seu a un tamboret
i es fa massatges als genolls, somriu
I va seguint la música amb el cap.
Sosté el saxo entre els braços, el fusell
d´un soldat que reposa,
l´ultima nit abans de la batalla.

CONCIERTO EN EL EUROPA
(Herb Heller, 24-III-91)

Podría ser contable o profesor,
pero hace cuarenta años tocó con Charlie Parker.
Todos somos contables, profesores,
pero existe el instante en el cual uno
puede escapar de la derrota.
Bajo las cejas blancas, cierra los ojos
y sus labios despiertan
el sonido del saxo, como una alarma aérea.
Tras el solo, se sienta
y, dándose masaje en las rodillas,
sonríe y sigue el ritmo de la música
moviendo la cabeza.
Sostiene el saxo entre sus brazos,
el fusil de un soldado que descansa,
en su última noche, antes de la batalla.


Joan Margarit y su hijo Carles colaboran habitualmente. Fruto de esa simbiosis son las dos versiones discográficas de “No era lluny ni difícil” (“No estaba lejos, no era difícil”). Yo he elegido esta emocionante interpretación sinfónica de “Cançó de bressol per la Joana” (“Canción de cuna para Joana”) como una especie de resumen de esta tercera y penúltima entrada de “La música consuela”. Que así sea... 

martes, 31 de octubre de 2017

Lars Noren

UN POEMA DE LARS NOREN 
PARA EL 1 DE NOVIEMBRE

Suelo abastecer los camposantos virtuales con un poema ad hoc para el día 1 de noviembre, y para esta entrega he recurrido a un libro anciano, uno de esos ejemplares que por antigüedad o porque ya no interesan son almacenados como paso previo a su alejamiento. 

Ya hablé de ello en un blog anterior dedicado a poetas británicos (http://charlievedella.blogspot.com.es/2017/05/un-poema-patriotico-de-roger-mcgough.html), así que en esta ocasión voy a hacer uso de una adquisición de nada menos que del día de reyes de 1973, seguramente un regalo familiar.

Lars Noren en la actualidad
Se trata de “La nueva poesía sueca”, una selección efectuada y traducida por Justo Jorge Padrón (poeta al que se podrá recordar porque recogió el premio Nobel otorgado a Vicente Aleixandre en 1977), libro de Plaza&Janés que a día de hoy es ya una reliquia viejuna.  Los autores recopilados o han fallecido o son ancianos nada novedosos. Entre ellos, Lars Noren, entonces el más joven (Estocolmo-1944), que ni siquiera escribe poesía desde 1980.

Sin embargo, los poemas de Noren incluidos en la recopilación conservan un aire juvenil muy actual. Rebelde, obsesivo (pasó por varios psiquiátricos en los años sesenta del pasado siglo), volcaba su mundo atormentado en largas versificaciones que algunos críticos califican de “verborragia”. Entre 2000 y 2005 escribió un diario de 1.680 páginas.

El poema de Noren elegido para el evento se llama “Lisbeth, 23 años, in memoriam”, y en traducción de Padrón dice tal que así:

LISBETH, 23 AÑOS, IN MEMORIAM

Habíamos de vernos para ir  comer juntos
ya que estaba tan enfebrecida y delgada,
pero murió de muerte conservadora.
Murió como una rigidez pasajera,
una súbita operación facial.
El viernes, después del trabajo,
se tomó como siempre los somníferos
suficientes para poder dormir
hasta el lunes y evitar la soledad.
Esta vez estuvo echada tres días
satisfecha en el suelo del cuarto de estar
con los auriculares puestos, escuchando
a Bach y se tragó la lengua.
El sonido no se aislaba suficientemente
en los oídos y le hacía estremecerse.
Unos días más tarde
fue enterrada pronto y para siempre.
Todos sus enemigos acudieron.


De acompañamiento musical una bella pieza, “Kristallen”, interpretada por los dos más conocidos músicos de jazz suecos,  Nils Landgren y Esbjörn Svensson, este último fallecido en 2008.


domingo, 22 de octubre de 2017

L´Estany de Banyoles

NADANDO EN 
L´ESTANY DE BANYOLES

Debo a Rafael Argullol (Barcelona 1949) dos de esos hechos a los que uno acaba dando relevancia vital. Del primero hace ya la friolera de 47 años y forma parte de esas batallitas que los abueletes compartimos entre vinos. Se celebraba un acto en el aula Magna de la universidad de Barcelona en homenaje a Bertrand Russell, referente ético de la izquierda no dogmática y del pacifismo militante, que acababa de fallecer (febrero de 1970). El ponente era Jesús Mosterín (Bilbao 1941- Barcelona 2017), entonces un joven profesor que también nos ha dejado el pasado 4 de octubre. Cuando la disertación había acabado, Rafael Argullol, creo que delegado del recién creado sindicato democrático de estudiantes, se levantó e invitó a Mosterín y a los dos centenares de asistentes, entre los que me encontraba, a homenajear a Russell de la mejor manera, saliendo en manifestación a la plaza Universidad. Supongo que era una complicidad pactada, dado el carácter heterodoxo y siempre atrevido de Mosterín, porque éste se avino. Como es evidente mi bautizo de fuego manifestante duró los dos minutos que tardaron los grises en empezar a repartir hostias.

yo mismo al fondo entre 1.200 locos
En 2003 reencontré a Argullol en un curioso libro de debate entre culturas  con un sabio indio, Vidya Nivas Mishra (“Del Ganges al Mediterráneo”). Gracias a esa suculenta controversia de ideas descubrí el concepto de “interdependencia”, que el sabio hindú enfrentaba al más occidental de igualdad, un principio que, según él, generaba uniformidad, es decir, anulaba la diversidad.

Viene esto de la interdependencia a cuento de mi reciente viaje a Catalunya con un fin “menor”, atravesar a nado l’Estany de Banyoles  el 15 de setiembre, rodeado de un clamor épico y “mayor”, la reivindicación de su independencia como República por una parte importante de su ciudadanía.


L´Estany de Banyoles es para mí una cita nostálgica. Mi padre nos había llevado más de una vez cuando yo era un crío y los Maristas, que tenían un colegio macizo en las afueras de Girona, nos acercaban a comer el bocata de tortilla en sus riberas cada dos o tres años. La última vez que lo había visitado nos subimos a un barco turístico que se hundió al año siguiente dejando varios muertos.

La travesía en sí (2.150 metros) me duró 48 minutos y 4 segundos, una eternidad para recapacitar mientras se bracea en una suerte de placenta algaida, porque el viaje, mi pequeña odisea, con sus cíclopes, sus hechiceros y sus cantos de sirena duró una semana llena de anécdotas, acontecimientos y convulsiones.

Veamos: los días 6 y 7 de setiembre, en dos sesiones que para ser indulgente solo calificaré de peculiares, el Parlament de Catalunya había aprobado las leyes que pretendían culminar el procés hacia la independencia, de modo que una semana después mi mujer y yo nos tomamos el recorrido hacia l´estany como una crónica periodística. Durante el viaje enviábamos guasap graciosos a nuestros amigos/as indepes, equidistantes y unionistas en la creencia de que la sangre no llegaría al río.

Pintada en la parte vieja de Huesca
Antes de llegar dos paradas:

Huesca: una de esas ciudades que injustamente, como Soria o Ciudad Real, nadie conoce ni sabe situar en el mapa. Es coqueta y se ve en una tarde. Me llamó la atención que a algunos maños también les hubiera dado cierto hervor identitario y reivindicaran la fabla aragonesa, así que foto.

Y Vic: hervor multiplicado. La plaza mayor estaba llena de esteladas y propaganda por el sí. El dueño del restaurante era francés. Nos dijo que tanto él como su mujer habían sido ejecutivos de una empresa del pueblo  con más de doscientos trabajadores. Ahora se ganan la vida preparando escudella amb carn d´olla, butifarras caseras y unos pasteles al ron que están de muerte.
El antiguo Cine Rosa de Cornellá de Terri

El destino: la casualidad nos llevó a pernoctar en Cornellá de Terri, a apenas unos kilómetros del lago. Sí, el pueblo en el que solo una semana después votaría Carles Puigdemont, tras intentarlo sin éxito en el pueblo en el que está empadronado. Su única notoriedad turística es el edificio que albergó el cine Rosa, actualmente un bar restaurante. Así que foto.


El día 20, ya en Barcelona, detienen a varios responsables de la consellería de Economía y Hacienda y nos joden la visita Castelldefels. Pues sí, en cualquier momento me pueden detener y enviar a Soto del Real, porque soy uno de los miles de manifestantes que rodearon “pacíficamente” la conselleria de la Rambla de  Catalunya. Como interdependentista, es decir, equidistante según unionistas e indepes, me mosqueaba cada vez que oía que el “votarem” estaba indisolublemente ligado al “inde, independencia”, pero me sigue pareciendo increíble que se detenga a la gente porque defienda poder votar un divorcio colectivo. Así que había que estar.

De vuelta a Bilbao solo tres días antes del “referéndum” enviábamos guasap absolutamente acojonados, porque no parábamos de cruzarnos con convoys de tocineras de la policía nacional.

En fin, mientras cruzaba a nado L´Estany de Banyoles desconocía que las cosas aún iban a ir a peor. Ya he hablado del nadar, (¿vendrá de ahí lo de nadar y guardar la ropa?) como una especie de Nirvana, como si ese mundo acuático te pudiera aislar de un mundo exterior incómodo, pero no es así.  Lo que me había dado era un baño de realidad y lo que me esperaba fuera era solo un jarro de agua fría.

Postdata: Tras un singular cruce epistolar entre dos pirómanos, el sábado el señor Rajoy decidió restaurar la democracia en Catalunya aboliendo la democracia representativa. Olé sus güevos…


Para rebajar la tensión un tema en directo de Camera Obscura que habla de nadar en una piscina. Que la música nos consuele una vez más…

jueves, 12 de octubre de 2017

Joan Margarit 2

LA MÚSICA CONSUELA (2)

Joan Margarit pertenece a una generación muy influenciada por la cultura y la canción francesa. Para un catalán nacido a pocos kilómetros de su frontera, el país cercano y sobre todo París era un destino que contrastaba con la grisura de la dictadura franquista. En un primer momento, en sus poemarios de la época, como referencia presente. Más adelante como una muestra del tiempo irrecuperable. No en vano Joan Margarit dedicó un libro a la “Estació de França” en 1999, una clara metáfora de la puerta de “hierro y de cristal” “con olor a carbón en los andenes/ y el mostrador mojado en la cantina”, que conducía a la libertad.

Ejemplos de esta influencia son:
“Ciutat d´ahir/Ciudad de ayer”, en el que homenajea a cantautores de ayer, como Leo Ferré o Paco Ibáñez, pero coloca a la misma altura que Lucho Gatica, cuyos  boleros, “en la muerte seguiremos bailando”.
“Sonets a dues ciutats/Sonetos en dos ciudades”, en el que ambas, Barcelona y París, se unen en la cita de una canción de Leo Ferré, “Thank you Satan” (“El rojo para nacer en Barcelona,/el negro para morir en París”).
En “Últims combats/Últimos combates” la canción francesa acompaña a “Franco en los periódicos y Marx en los discursos clandestinos”.
En “Mentre tu dorms/Mientras tú duermes” (un poema que se incluye como poema prólogo de la antología de “Poesía amorosa completa”, publicada por Hiperión en 2001) la música, “una voz ronca de canción francesa”, es el fondo de las primeras fases de su historia de amor con Mariona Ribalta, su mujer.
“Fars en la nit/Faros en la noche” recurre a una de las constantes de su poesía, la vuelta del pasado. En este caso a través de la imagen de un coche que le lanza una ráfaga de luces, quizás “el dos caballos/de los años sesenta hacia París/Je ne regrette rien canta Edith Piaff”.

Pero para la ocasión he querido transcribir la totalidad de dos espléndidos poemas, “Fulgors/Fulgores”, una suerte de manifiesto poético en el que Margarit relativiza el valor de la poesía y de la música, pero insiste en su capacidad de consuelo; y “Quadres d´una exposició/Cuadros de una exposición”, el nombre de una suite de Mussorgsky, escrito en 1995 en un tono nostálgico y lleno de referencias a la cultura y la canción francesa.

FULGORS
                            "Nadie es la patria."
                                       J. L. Borges

Res ni ningú no és la poesia.
Ni el personatge sol en una roca
mirant com bat el mar. Ni el mar, que és l'únic
que ha perdurat de la mitologia.
Poesia no ets tu. Ni cap crepuscle,
ni el vell prestigi inútil de la rosa,
ni escriure el vers més trist aquesta nit.
Res ni ningú no és la poesia.
Ni cendra i marbre, aparellats pels clàssics,
ni els molls a l'alba, ni les fulles mortes,
ni escoltar la cançó Les feuilles mortes.
Res ni ningú no és la poesia.
Ni les cartes de Rilke, ni Venècia,
ni la bala en el cap de Maiacovski,
ni la llum del fanal entre la boira
on sempre esperarà Lili Marlene.
Res ni ningú no és la poesia,
però és ella qui em salva d'aquest monstre
que és a l'aguait en algun lloc dins meu,
la meva bèstia de companyia.
FULGORES
                             "Nadie es la patria."
                                         J. L. Borges

Nada ni nadie es la poesía.
Ni el personaje solo en una roca
que mira los embates
del mar. Ni el mar, lo único
que ha perdurado en la mitología.
Poesía no eres tú. Ni los crepúsculos,
ni el inútil prestigio de la rosa,
ni haber escrito el verso más triste alguna noche.
Nada ni nadie es la poesía.
Ni el ínfimo temblor de las estrellas,
ni mármol y ceniza, reunidos por los clásicos,
ni los muelles al alba, ni las hojas muertas,
ni escuchar la canción Les feuilles mortes.
Nada ni nadie es la poesía.
Ni las cartas de Rilke, ni Venecia,
ni la bala en la sien de Maiacovski,
ni la luz del farol entre la niebla
donde siempre esperará Lili Marlene.
Nada ni nadie es la poesía,
pero ella es quien me salva de este monstruo
que acecha en un lugar dentro de mí,
la bestia que me hace compañía.
QUADRES D´UNA EXPOSICIÓ
                                        A la Raquel
Tu i jo sempre hem tornat junts a París.
L´Estació de França queda enrere
-uns ferros dins la nit- com el passat.
És blavosa la lluna vista des del tren,
la lluna feta de records de l´ombra,
com, per a mi, el París de fa trenta anys
en els teus ulls
-vull dir els d´aquella noia:
literatura, exili, la cançó francesa.
Érem joves, buscàvem les ciutats
plujoses amb mansardes de pissarra,
les ciutats sota zero de grans guerres
i grans poetes. Ens feien sentir herois,
politics, cultes,
perseguidors d´una literature
que s´ha acabat per sempre. Sartre dorm
en la grisa tardor de Montparnasse,
a prop de Baudelaire, les flors marcides
i una nota d´agenda d´una desconeguda,
lletra mig esborrada per la pluja.
Ara podem entendre aquest verd fosc
dels racons més ombrívols de Cézanne
i la plujosa llum de Montparnasse
sota els alts castanyers de branques nues,
on Simone de Beauvoir,
com tots els de llavors, també dorm, ja,
en l´exposició de quadres d´ombra.
Tu i jo sempre hem tornat junts a París.
I ara que de Cézanne ja fa cent anys,
qué significa per a ell el quadre
del pont, que tant t´estimes?
Ara mirem en una sala càlida
el drap blanco on rodolen pomes roges,
verdes, blaves: la nostra joventut.
Tots els paisatges d´aquest verd lluent,
què són dins la seva ombra sense quadres?
Amb la mirada malva dels joueurs de cartes
i amb aquells negres ulls desconfiats
dels seus autoretrats,
Cézanne va mirar un dia aquest llac verd
profunsíssim de fosca
que mirem entre quadres i murmuris
sota els llums tenues del Grand Palais:
una dona de cinquanta anys
i un home seixanta
busquen noves nostàlgies.
Tornem al metro que, sense adonar-nos-en,
ha anat modernitzant els vells vagons.
Ja és difícil sentir Leo Ferré,
però encara és la pluja de París.
En un p
etit hotel de nom terrible
-Hôtel de l´Avenir-
vora la fosca, gran com un Cézanne,
dels jardins verd obscur del Luxembourg,
una nit de noviembre del noranta-cinc,
escric aquest poema.


CUADROS DE UNA EXPOSICIÓN
                                           A Raquel
Siempre hemos vuelto juntos a París.
Atrás dejamos – hierros en la noche-
nuestro pasado, la Estación de Francia.
La luna es azulada desde el tren,
una luna de recuerdos de sombra,
igual que aquel París de hace treinta años
en tos ojos
-quiero decir en los de aquella chica:
literatura, exilio, la canción francesa.
Éramos jóvenes, buscábamos ciudades
lluviosas, con mansardas de pizarra,
ciudades bajo cero de dos guerras
y de grandes poetas. Nos hacían
sentir políticos, heroicos, cultos,
y perseguir una literatura
que acabó para siempre. Sartre duerme
en el otoño gris de Montparnasse,
cerca de Baudelaire, las flores mustias
y una nota de agenda de una desconocida,
letra medio borrada por la lluvia.
Ahora entendemos este verde oscuro
de rincones sombríos de Cézanne
y la lluviosa luz de Montparnasse
bajo castaños de desnudas ramas,
con Simone de Beauvoir que, como todos
los de entonces, también está dormida
en esta exposición de los cuadros de sombra.
Siempre hemos vuelto juntos a París.
Y hoy que de Cézanne hace ya cien años,
¿qué significa para él el cuadro
del puente que tanto amas?
Ahora miramos en la sala cálida
el trapo blanco con manzanas rojas,
verdes, azules: nuestra juventud.
Estos paisajes de un brillante verde
¿qué son en una sombra sin los cuadros?
Con la mirada malva de los joueurs de cartes
y con los negros ojos desconfiados
de sus autorretratos,
Cézanne contempló un día el lago verde
que, de sombra, ahora miramos
entre los cuadros y entre los murmullos
bajo la tenue luz del Grand Palais:
una mujer de cincuenta años
y un hombre de sesenta
buscando nuevas nostalgias.
Vamos en metro, que ha modernizado,
sin que nos demos cuenta, sus vagones.
Ya es difícil oír a Leo Ferré,
pero aún es la lluvia de París.
En un pequeño hotel con un nombre terrible
-Hôtel de l´Avenir- junto a la sombra,
grande como un Cézanne, de los jardines del Louxembourg, de un color verde oscuro,
una noche de noviembre del noventa y cinco,
escribo este poema.

Como fondo musical he elegido a un asiduo de Margarit, también asiduo de este blog, Leo Ferré. Se trata de una interpretación de “La melancolie” en el Olympia de París en  1972. Es emocionante ver a ese hombre, ya muy mayor, cantando ese precioso poema con el solo acompañamiento de un piano y oír, por ejemplo, una bellísima, simple y sutil definición de la melancolía: “volver a ver a Charlot a la edad de Chaplin”.

Que el pasado, la poesía y la música os consuele…



lunes, 25 de septiembre de 2017

Joan Margarit

LA MÚSICA CONSUELA (1)

Con la aparición de los primeros cassettes portátiles a finales del pasado siglo creí cumplido mi deseo de que la vida cotidiana tuviera música. ¿No era así en las películas? ¿No había siempre una orquesta, una canción, una banda sonora detrás de cada drama, cada tragedia, comedia o historia de amor? Así que por aquellos tiempos no era raro verme correr por las calles de Barcelona arrastrando un “portátil” de casi un kilo y unos auriculares que te destrozaban las orejas con tal de vivir envuelto en la música de “Mágico” o “My song”, mis discos preferidos de aquellos tiempos.

Hace años publiqué un relato corto, “Noches que suenan a Coltrane”, que se refería a épocas de una vida por las canciones que las caracterizaban. También dediqué un blog a un delicioso cuento de Arkaitz Cano en el que a alguien que acaba de morir se encarna en su canción preferida, “Camarillo brillo” ( http://charlievedella.blogspot.com.es/2014/08/camarillo-brillo-camarillo-brillo-no-es.html ). Las referencias musicales son abundantes en la literatura, y cuando aparecen me siento invitado a buscarlas y a conocer mejor a quienes las utilizan.

Quienes me han oído hablar alguna vez de poesía saben que Joan Margarit (Sanahuja – 1938) está entre mis cinco o seis poetas preferidos. Alguna vez le
he felicitado por alguno de sus libros, por el premio nacional, que recibió en 2008 por Casa de Misericordia, y me he acercado más de una vez a oírle recitar sus versos. En cierta ocasión le envié por correo electrónico el enlace de una final de bersolaritza y lo agradeció confesándose emocionado. También ha estado presente varias veces en el blog.

Joan Margarit
Y es que desde que le descubrí en una antología de poetas catalanes he seguido su obra y disfrutado de la perfección con la que habla de las cosas que nos identifican: nuestros orígenes, algunas ciudades, y sobre todo la música, la música con que suenan las cosas, la que acompaña como un fondo cinematográfico lo que nos pasa, aquellas que han dejado huella en la memoria, aquella que nos consuela… 

Para esta primera entrega dos poemas, “Embraceable you” y “Remolcadores entre la niebla”, un paseo por el viejo celuloide y otro por una Barcelona nocturna llena de sombras. Quiero advertir que transcribo los textos en castellano por motivos de espacio, sin traicionar para nada a un autor que escribe a la vez, sin traducir, en lengua catalana y castellana, y que mi mayor deseo es que las entradas consuelen (nunca mejor...) e inviten a acercarse a las músicas que Margarit propone en sus versos. Al final hay una versión de "Loverman" de Charlie Parker.

EMBRACEABLE YOU
Es triste poner Gershwin sin poder abrazarte.
Somos el blanco y negro de una vieja película:
las parejas bailando, y los barcos de guerra
que han de zarpar al alba. Quizá fui aquel muchacho
que pereció en combate, y tú aquella muchacha
que nunca olvidaría la canción.
Vivimos en la sombra su mañana perdido
en oscuros bailables. Pero hoy, aquella música
se toca en los conciertos y nadie ya la baila.
Hemos errado el tiempo, destruido los recuerdos.
La fiesta está acabando: guarda el último baile
-la luz de oro del saxo y una pieza de Gershwin-
para cuando se acerque
la hora de embarcar en el buque de guerra.

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REMOLCADORES ENTRE LA NIEBLA
Amiga de la noche, reluciente,
lúcido disco de la luna:
avanzas junto a mí por la playa, iluminas
estancias con espejos para amantes
a los que aflige el plazo de una noche.
Tú y yo cruzamos la ciudad caída.
Hay hojas de periódico arrastrándose
como heridas de guerra, son gaviotas
que mueren en el agua de algún muelle.
También cartas de amor que pasan cuentas
como viejos recibos de negocios.
El viaje hacia la sombra nos exige
decidir compañía: yo he escogido
esos ríos espesos, relucientes
de dos armas doradas, dos trompetas:
una cálida y negra, la de Clifford
como un fuego en la nieve de las calles
y la blanca, que apenas puede oírse
en la pútrida noche con letreros
de los hoteles tristes de Chet Baker.
Paso junto a amenazas de paredes
y escaleras de metro con los bultos
de los que duermen bajo los cartones.
Son las sombras que tocan en la noche.
Esperaba un acuerdo sobre fines
y nunca hallé finalidad alguna.
Esperé incluso la pasión del náufrago
por encender un fuego frente al mar
pero nadie deseaba ser salvado.
Creí que contaría con la gente
en asuntos de versos y valores.
No sabía que todas estas cosas
sólo indicaban cómo envejecía:
de pronto todo el mundo estaba lejos
y, mientras, yo escribía este poema
sabiendo que el mañana estaba hecho
de un arte para mí desconocido.
Conocí a una mujer: bailaba y, juntos,
escuchamos un "Autumn leaves" como este
que en la Rambla, magnánimos, los plátanos
murmuran con las hojas en la noche.
Era una mujer de orden, tenía bellas manos:
¡Dios, era mi mujer! Cómo bailaba
cantándome al oído cada pieza,
cómo reía cuando la abrazaba.
Hoy abrazo a la noche y escucho el «Loverman»
en el que Parker equivoca el tiempo.
Los faroles lejanos son los ojos
vidriosos de algún perro.
La música consuela, nada más:
está dentro de mí junto a mis penas,
interpretándolas con claridad
y sentimiento, aunque sin esperanza.
Ya cayó la ciudad de mi futuro.
Camino entre leyendas pisoteadas
del otoño del cuerpo pero aún
hallo hospitalidad en un relámpago
del Café de la Ópera: entre tanto,
al final de la Rambla, en los peldaños
que bajan por el muelle de barcazas,
una sirena muerta está flotando
y es arrastrada por las sucias aguas.