martes, 25 de abril de 2017

Felicidad


FELICIDAD, 
UN CUADRO DE DIONÍS BAIXERAS


reproducción autorizada por el Museo de Bellas Artes de Asturias

Este es el primer cuadro que se ve al entrar en el Museo de Bellas Artes de Asturias (Oviedo). Por sus proporciones (1,65 x 2,60 mts.), su luz y una perspectiva que lo llena de una atmósfera y un horizonte limpio, es como una ventana por la que uno podría pasar casi sin agacharse, incluso acompañado. Así que dan muchas ganas de hacerlo. 

Si eso fuera posible pisaríamos la arena aún sin el ardor del verano y accederíamos a una playa mediterránea cercana a Barcelona entre 1886 y 1888. Todavía no arrasada por miles y miles de lugareños y turistas con una extraña propensión a ennegrecerse, nos sentaríamos a charlar con pescadores, rederas, campesinos que se acercan a almorzar, descansar, bromear con alguna muchacha, como ese joven tumbado que parece buscar con sus pies una humedad subterránea. Como en tantos otros cuadros de Dionís Baixeras (Barcelona 1862-1943) se trata de grupos siempre pequeños, familiares, que conversan y trabajan con sosiego.

Baixeras retratado por Ramón Casas
Durante la elaboración del cuadro, Barcelona, que ya ha alcanzado el medio millón de habitantes, es un hervidero de emigrantes que trabajan en condiciones deplorables para acabar las obras de la Exposición Universal de 1888. Allí mismo y en esas fechas se celebra el Congreso Obrero y se funda la UGT. Sin embargo Baixeras, hombre conservador, burgués de tradición católica, mantiene su obra alejada del mundo urbano, de las primeras migraciones y del surgimiento del movimiento obrero. Su mundo pictórico refleja mayoritariamente una Catalunya rural, de pescadores y payeses aparentemente felices, respirando una serenidad que se confunde con paisajes que nada tienen que ver con el naciente universo fabril y el urbanismo desbocado, mediante una pincelada impermeable al modernismo y más tarde a las vanguardias.

Pero hagamos como que no conocemos que el autor sostiene esa percepción tan reduccionista y poco comprometida con un entorno que augura un siglo XX lleno de conflictos (el redactor de su página en la “wiki” dice que “no le tentará nunca un tema escabroso ni convertirá en obra de arte la figura de un personaje inconveniente”). Limitémonos a deleitarnos con la placidez de unos personajes que parecen vivir en un estado permanente de reposo, y casi seguro que  desearemos cruzar la frontera del lienzo y sentarnos a convivir con ellos.  A fin de cuentas ¿a quién no le hubiera gustado residir permanentemente en el escenario idílico,  hermoso, de un cuadro que encima se llama FELICIDAD? 

Para un mejor conocimiento de la obra de Dionís Baixeras, el enlace a un blog específicamente dedicado a él: http://dionisbaixeras.blogspot.com.es/

Y para acompañar el cuadro, un clásico del blog, Paolo Fresu interpretando con Richard Galiano y Jan Lundgren un tema dedicado al Mediterráneo: “Mare nostrum”.






lunes, 10 de abril de 2017

Urinario 2

EL URINARIO 2

Desde hace unos diez años soy un hombre tremendamente común. Padezco la misma vicisitud que más de un cincuenta por ciento de mis coetáneos, displasia  benigna de próstata, “malformación” que suele incrementar la frecuencia en el desahogo de aguas menores.

En una entrada anterior dedicada a los urinarios (http://charlievedella.blogspot.com.es/2013/06/el-urinario-como-la-altura-delos.htmlmanifesté mi animadversión a los públicos, esos habitáculos herméticos que parecen destinados a encerrarte de por vida, de modo que poco a poco me he ido haciendo un experto en materia de servicios en bares de jerarquía diversa. Creo, incluso, que ahora mismo sería capaz de imitar a críticos gastronómicos y calificar la higiene y limpieza de los sanitarios, su mantenimiento, la calidad de los alicatados, el ingenio de grafitis y avisos, el civismo de clientes y usuarios, su ubicación, proporciones, accesos…

Inodoro turco descubierto recientemente en Bilbao
Pues bien, hace unas semanas encontré un inodoro turco, el viejo váter de doble huella de la foto, para entendernos, y tengo que confesar que para un aficionado como yo a la arqueología urbana y contemporánea, fue uno de esos hallazgos por los que, como la luna para Neil Amstrong, merece la pena seguir vivo. Ese era el modelo habitual hasta no hace tantas décadas, y según expertos colono-rectales induce a la posición perfecta para una evacuación satisfactoria de aguas mayores. Por cierto, dada la calidad del diseño antropomórfico nunca he entendido el porqué de restos de mierda, hablemos claro, desperdigados por el entorno, salvo que sea  “pa joder”.

También tengo que reconocer que hay algo que enaltece el valor de los urinarios públicos: su exclusividad, porque no hay cosa que me moleste más que ese tío al que golpeas con la puerta simplemente porque no la cierra mientras mea y encima se mosquea por algo que él mismo provoca.

Hay otras dos modalidades de váteres que me parecen especialmente ingratos: el servicio con temporizador de luz y lo que denominaría micro-inodoro, hoy día de uso común.

El baño con temporizador de luz (por qué narices llamamos baño a retretes infectos?) es una gruta oscura en la que acabas meando de oído (literal) y sales tanteando paredes que rezuman una humedad sospechosa. En cuanto a los micro-inodoros son pequeños féretros verticales a los que se accede con un doble escorzo en el estrecho espacio que queda entre puerta y retrete. Normalmente se mea haciendo equilibrio y no es infrecuente salir con una contractura muscular.


Bueno, hasta aquí esta segunda entrega sobre urinarios. Ahora una canción de Patti Smith sobre el fenómeno: “Pissing in a river” (Meando en el río).