martes, 29 de agosto de 2017

VINILOS

VINILOS

Estos días he recuperado el uso de mi  colección de vinilos, en stand by por razones logísticas desde hace más de un lustro. La cadena, pese a algunas deficiencias en elementos del plato, el balance sobre todo, se conserva medianamente bien. En cuanto a la discografía, con algunas pérdidas irreparables y la interrupción obligada por la aparición del Cd, sigue en forma. Si la observo es una especie de diario personal que conduce desde la adolescencia musicalmente  irreverente hasta una especie de madurez que ya no arriesga, que repite referentes. Aunque es curioso. Hay muchos  músicos que, en mi caso, parecen estancados en el universo del vinilo, como inadaptados al nuevo formato. Solo algunos, los más grandes, siguieron nutriendo las estanterías de casa incrustados en el nuevo material de faz plateada,  más tarde incluso en esa hechura inasible que es el mp3.

Portada de Before the Flood, disco en directo
de Bob Dylan con The Band /
encima lo compré en edición especial barata...

La aparición del CD llevó consigo una dura controversia con los defensores del vinilo, que veían zarpar un pedazo de su juventud. Había un argumento escuálido, el tamaño del nuevo formato, y otro que ha llegado hasta nuestros días: la calidad del sonido. Reconozco no poder discernir cuál es mejor. A veces me parece apreciar que en los vinilos los instrumentos están más diferenciados, pero ni de eso estoy seguro.

Con la llegada de la nube la música está empezando a carecer de soporte físico privado. Los más viejos del lugar, aunque husmeemos en Spotify, nos agarramos al pendrive como último recurso y ventilamos con nostalgia las pilas de discos, cuyos protagonistas, esa es otra, son ancianos que apuran sus últimos conciertos o llevan un tiempo criando malvas.

Leo pues con simpatía el retorno del vinilo, una moda quizás pasajera, seguramente cosa de frikis y coleccionistas, pero desde luego que rejuvenecedora.


Entre la colección que he repasado estas semanas me quedo con la sublime versión de “Like a rolling stone”, que el actual premio Nobel se cascó con The Band en junio de 1974. Oída en vinilo a todo volumen es como las cremas faciales, te quita un montón de años… Yo ofrezco demostraciones gratuitas, pero eso sí, hay que venir a Orduña. Como consuelo esta versión apañadita que corre por youtube. 


miércoles, 16 de agosto de 2017

Ciclistas

CICLISTAS

El ciclismo no es lo mío. Quiero decir como practicante, porque siempre ha sido uno de mis deportes favoritos como espectador. Ello no impidió que recién treintañero hiciera mis pinitos como cicloturista, y que durante bastantes años siguiera usando el vehículo de dos ruedas durante los veranos para ir a pintar al monte o hacer algo de deporte. Todavía no era obligatorio el uso del casco, y el cicloturista era eso, un tipo con aspecto de tal y no de ciclista profesional (verme en http://charlievedella.blogspot.com.es/2015/11/francesco-de-gregori-il-bandito-e-il.html) como es ahora. La bicicleta aún se usaba para pasear o ir a buscar el pan, como también era mi caso. Me empecé a mosquear cuando los ciclistas me miraban con cierto desprecio por mi torpe desaliño indumentario, pero la verdad es que ese no fue el motivo de mi deserción. Dejé la bicicleta como dejé de fumar, por miedo. Ir por una carretera era ya entonces un deporte de alto riesgo. Ahora, pese a campañas de sensibilización y medidas protectoras, los ciclistas caen como moscas por las carreteras y creo sinceramente que el tema tiene poco remedio.

Pero los cicloturistas no son siempre víctimas inocentes. A fin de cuentas un ciclista no es un unicornio. Puede ser un hombre bondadoso, un ser iracundo, incluso un asesino en serie. La mayoría son más conductores de coche que rodadores, y estoy seguro de que sobre cuatro ruedas olvidan a menudo su otra y más débil condición.

Aunque Bilbao no es una ciudad especialmente amable para las bicicletas el cambio climático viene favoreciendo su implantación. La ciudad tiene un irregular despliegue de carriles bici, pero ello no debería ser coartada para que los ciclistas invadan las aceras de cualquier manera y sus bicis sean vehículo o no según el semáforo se ponga rojo o haya dirección prohibida.

Esta primavera casi fui atropellado por un ciclista que iba a toda hostia por la acera del puente del Arenal. Al echarle en cara que ese no era su medio se volvió con gesto y palabras de burla. Era un ciclista capullo, una especie que, aunque no quiero generalizar, parece en expansión. Barcelona es ya un lugar peligroso para los peatones por el mal uso de las bicicletas, y ello entristece a quienes abogamos por ciudades amables, tranquilas, “paseables”, descontaminadas...

Nunca supe el verdadero destino de la segunda bicicleta de mi vida, pero supe poco después que el compañero de trabajo al que se la “robaron” mientras yo estaba de vacaciones había empezado a tontear con la heroína. Tampoco tardé mucho en no saber más de él. Está canción de Sergio Makaroff parece escrita para ambos.