jueves, 23 de noviembre de 2017

TOMASITO

UNA RUMBA SALVAJE DE TOMASITO 
PARA CELEBRAR EL OSTIRALA BELTZA 
(BLACK FRIDAY en inglés)

No deja de sorprender que haya fulanos que aborrezcan las que llaman "lenguas vernáculas" mientras se lanzan a la calle a disfrutar lo que apellidan "black friday". Claro, que de este fenómeno de la anglofilia no se libra ni el Jordi del "Omnium Cultural", que le puso Aranow Packaging Machinery a la empresa de la que es propietario (aprovecho la ocasión para pedir su llibertat, que lo cortés no quita lo valiente). Asín que mi propuesta es que celebremos un euskaldún Ostirala beltza, qué caray...

Pero vayamos al grano. Mi amigo Trespa me recomienda de vez en cuando maravillas musicales. Hace no mucho esta versión salvaje de la más conocida canción de Tomasito, "Camino del hoyo", con el rumbero desatado cantando y bailando a lo Chuck Berry. Una bestieza para semejante celebración...

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Joan Margarit 3

LA MÚSICA CONSUELA (3)

Empecé las entradas dedicadas a Joan Margarit hablando de los cassettes portátiles que aparecieron a finales de los años setenta del pasado siglo y me voy a ir aún más atrás para recordar las gramolas, seguramente el primer intento de arropar la vida con canciones de tres o cuatro minutos. Parece mentira que parte de nuestra juventud transcurriera alrededor de aquellos artefactos y que, por lo menos en mi caso, asociemos cierta clase de música a ellos y a los autos de choque, donde la canción del momento sonaba una y otra vez, durante horas.

Una gramola muy parecida a las de
 los bares de mi barrio
El prologuista de “Arquitecturas de la memoria”, antología de 2006, dice que “la música nunca es un espacio indiferente. Los discos sobrecargan el grave peso del ayer y lo contraponen a la eventualidad del presente”. Supongo que Margarit, nacido en 1938, también rodearía alguna gramola cuando era joven, y es, desde luego, contemporáneo de los pickups y los vinilos, a los que hace abundantes referencias. En “Recordar el Besòs (1980)”, un poema que describe una vivienda del Besós y su entorno, contrapone la crudeza ambiental a la música de Bach, su compositor preferido. Así, entre “…un montón de platos descompuestos, /pone un joven sus discos de trapero/ en un viejo pick-up.”. El poema acaba con lo que parece una respuesta al entonces en boga “no future” de los punks: “Únicamente Bach, / este mundo no tiene otro futuro”.

Junto a la canción francesa, a la que dediqué la entrada anterior, la música clásica es, con el jazz, una presencia  permanente en su poesía. Un ejemplo es “Tchaicovsky”, uno de los múltiples poemas dedicados a su hija Joana, afectada desde su nacimiento por el síndrome Rubinstein-Taybe y fallecida en setiembre de 2001, que se contrapone a “Nit fosca al carrer Balmes” (“Noche oscura en la calle Balmes”), del libro “Estació de França” (“Estación de Francia”), en el que reconoce que por un momento deseó su muerte: “Escucho la Patética y me veo/deseando la muerte de Joana”, y denuncia “la complicidad de aquella música” fúnebre.

El poema “Jazz” está dedicado a otro de sus hijos, Carles Margarit. Habla de la noche en que Carles, seguramente aún niño, descubre el centelleo de un saxo, un instrumento que es, hoy día, su principal herramienta de trabajo (“Avui aquell infant/és un músic de jazz”- “Hoy aquel niño es músico de jazz”, del poema “Fill a l´hivern”). Vuelve al final del poema la idea de la música que consuela, que “l´abrigarà de la desemparança” (“su abrigo contra el desamparo”), que da calor (“l´escalf de la germana morta” / “el calor de aquella hermana muerta”) y compañía (“La nostra compañía” / “Nuestra compañía”).

No es excepcional que Margarit asocie la música de jazz a la ternura, como la melodía que acompaña y transmite recuerdos, sea en soledad (“Te gusta el jazz muy lento si estás solo”, del poema “Melodía”) o en el escenario de los clubs, hoy desaparecidos o luchando aguerridamente por subsistir. Garitos en los que hay “algú que crida amb veu enrogallada” (“alguien que grita con voz enronquecida”), “hi ha aplaudiments; una copa trencada” (“hay aplausos; una copa rota”), versos de una composición que no en vano titula “Tendresa de fons” (“Ternura de fondo”).

Como ya reproduje “Remolcadors entre la boira” (“Remolcadores en la niebla”), poema representativo de la influencia del jazz en la obra de Margarit, rescato ahora “Concert a l´Europa” (“Concierto en el Europa”), que subtitulado (Herb Heller 24/3/1991) dedica a la mítica sala de Lleida y a un saxofonista de la costa oeste que, según parece, tocó con Charlie Parker. El poema describe a un viejo músico de “cejas blancas” que, “dándose masaje en las rodillas, sonríe y sigue el ritmo de la música moviendo la cabeza”; que toca “como una alarma aérea” y “sostiene el saxo” como si fuera “el fusil de un soldado que descansa, en su última noche, antes de la batalla”. Es un corto poema de una gran belleza sobre el ocaso de la vida, así que nada mejor que reproducirlo.

CONCERT A L´EUROPA
(Herb Heller, 24-III-91)

Podria ser un comptable o un profesor,
però fa quaranta anys tocava amb Charlie Parker.
Comptables en som tots, o professors,
però existeix l´instant durant el qual
un es pot escapar de la derrota.
Sota les celles blanques
tanca els ulls i desperten els seus llavis
el so d´alarma aèria del saxo.
Després del solo, seu a un tamboret
i es fa massatges als genolls, somriu
I va seguint la música amb el cap.
Sosté el saxo entre els braços, el fusell
d´un soldat que reposa,
l´ultima nit abans de la batalla.

CONCIERTO EN EL EUROPA
(Herb Heller, 24-III-91)

Podría ser contable o profesor,
pero hace cuarenta años tocó con Charlie Parker.
Todos somos contables, profesores,
pero existe el instante en el cual uno
puede escapar de la derrota.
Bajo las cejas blancas, cierra los ojos
y sus labios despiertan
el sonido del saxo, como una alarma aérea.
Tras el solo, se sienta
y, dándose masaje en las rodillas,
sonríe y sigue el ritmo de la música
moviendo la cabeza.
Sostiene el saxo entre sus brazos,
el fusil de un soldado que descansa,
en su última noche, antes de la batalla.


Joan Margarit y su hijo Carles colaboran habitualmente. Fruto de esa simbiosis son las dos versiones discográficas de “No era lluny ni difícil” (“No estaba lejos, no era difícil”). Yo he elegido esta emocionante interpretación sinfónica de “Cançó de bressol per la Joana” (“Canción de cuna para Joana”) como una especie de resumen de esta tercera y penúltima entrada de “La música consuela”. Que así sea...