miércoles, 6 de diciembre de 2017

Artistas

¿ARTISTAS ANÓNIMOS?


Hace unas semanas encontré esta obra de arte a unos metros de casa. Los propietarios, o quizás el mismo autor o autora, sea por hartazgo, falta de espacio, renovación decorativa,
arte en la basura
vete tú a saber…se había desprendido abruptamente de algo que en su momento debió tener sentido. La obra era, como se puede ver,  un conjunto de colores llamativos, injustamente desordenados sobre una capa de montículos de pasta extraña.

Durante dos años asistí a clases del prestigioso “ruso”, un niño de la guerra que enseñaba dibujo y pintura en el Museo de Reproducciones de Bilbao. Entre aspirantes a arquitectos que venían a foguearse en dibujo artístico, decenas de jubilad@s y similares distraían dos horas de su tiempo diario en culminar obras generalmente naif que “el ruso” despreciaba a sus espaldas.

Como aficionado a la pintura creo que cualquier resultado ante unos centímetros de tela o tablero merece respeto, más allá de la torpeza del dibujo, la perspectiva, el uso del color; que siempre hay una intención, generalmente ingenua, que expele dignidad. A fin de cuentas el valor del arte contemporáneo es puro marketing, y sus actores, dominen o no el oficio (que los hay que no) acaban viviendo más de la firma que de la obra.

Obra callejera de "El Banksy de Orduña"
Pei-shen-qian, un artista callejero residente en Nueva York se dedicó durante veinte años a fabricar falsos Pollock, de Kooning, Rothko y otros (se ha demostrado que como simple imitación y no con afán suplantador), que eran vendidos como tales por una avispada marchante mexicana. En su momento me llamó la atención que uno de los ricachones estafados denunciara a ambos, pintor y marchante, porque la marchante se lo podía merecer, pero se supone que el pintor era al menos tan bueno como Pollock, a quien había sabido reinterpretar. Lo cierto es que las obras personales de Pei-shen-qian, ya casi ochentón, son vendidas a precios más o menos módicos cuando es él quien las firma.


Mural en el puente de Miraflores (Bilbao)
No quiero terminar sin referirme a dos pintores anónimos: al primero me he atrevido a nombrar “el Banksy de Orduña”, y digo anónimo aunque en una población que no llega a 5.000 habitantes, donde la gente se reconoce de lejos por la manera de andar, el anonimato es una entelequia. El otro anónimo es el autor de la maravilla que alumbra uno de los soportes arquitectónicos del puente de Miraflores, en concreto el que está en el barrio de La Peña. Centenares de paseantes pueden alegrarse la mirada a diario con esta proeza de la pintura/dibujo. ¿No es esa al fin y al cabo una finalidad del arte? 


Me gusta Martin Scorsese; me fascina Nick Nolte; no puedo estar mucho tiempo sin escuchar "A white shade of pale"...