lunes, 24 de septiembre de 2018

Nadando en Banyoles 2018


NADANDO POR SEGUNDA VEZ 
EN BANYOLES
Se atribuye decir a Baroja que los “nacionalismos se curan viajando”, una frase muy loada, paradojas, por determinados nacionalistas cuando no hablan de sí mismos. El problema es que el nacionalismo no es una enfermedad que sanar, sino un sentimiento identitario que, pueda o no compartirse, goza de una legitimidad que nadie debería discutir.
Por segunda vez (http://charlievedella.blogspot.com/2017/10/lestany-de-banyoles.html), y con la excusa de superar mi marca del año pasado, el domingo 16 de setiembre volví a lanzarme al agua del Estany de Banyoles para “viajar” por su superficie entre 1.400 nadadores. Se daba la circunstancia de que era el 75 aniversario de la primera travesía y la organización conseguía batir el récord de participantes (2.700 contando todas las modalidades y distancias), así que el momento era especialmente emocionante.

Pero antes de navegar durante 46 minutos y 28 segundos con la mirada puesta en un fondo vítreo de color turquesa, un intervalo muy útil, como todos los deportes individuales, para la introspección, me gustaría mencionar otro detalle del viaje, eso que no se hace para curar una patología identitaria ni para “dilapidar espacio”, pero sí sirve para aprender.
A mitad de camino elegimos Ayerbe por casualidad, o mejor, pura y simplemente porque está cerca del castillo de Loarre, una fortaleza que había visto muchas veces en internet. Esta rinde con creces lo que promete: un bastión espectacular desde el que Sancho III de Navarra controlaba la Hoya de Huesca. Ahora sirve como inigual localización para películas (“El reino de los cielos”) y series varias.
Cuando la suerte te acompaña y caes en un hotel regentado por alguien culto y sensible (Liam Neilson, que allí descansó, así lo agradece) el viaje se convierte en aprendizaje, y en solo unas horas conoces realidades que en un pueblo tan pequeño y en una comarca casi de paso sorprende: un grupo de seis artistas cincuentones forma una cooperativa; jóvenes emprendedores mantienen un negocio sostenible y de timbre ecológico con productos de la zona, y el hecho de que una mujer llamada Habiba Bahdi lleve el timón de la principal pastelería/panadería del pueblo, nos invita a imaginar que el fundador del pueblo, Yahyà b. Mundir al-Muzaffar, fue quizás paisano suyo.
La plaza Mayor de Ayerbe con la torre del Reloj
Todos nos hablan de las dificultades de mantener sus negocios contra la corriente de una turistificación adocenada, del poco apoyo de las instituciones, también, en tono autocrítico, de la manía de echar balones fuera, pero sobre todo de lo mucho que su tierra ofrece si los itinerarios de la globalización fueran más razonables. También nos subrayan las muchas cosas que en tan poco tiempo hemos dejado de ver. Concluyendo, que habrá que repetir.
Banyoles sí está en un itinerario más oficial. Se lo ha ganado a pulso creciendo con prudencia, cuidando y explotando su belleza natural, y acabando con sus viejos demonios. No en vano, en el club náutico de este pueblo, que durante años exhibió a un africano como animal exótico (https://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20161022/411000402862/negro-de-banyoles-museo-darder-catalunya.html), ahora te atiende una chica negra con hiyab y en català, por supuesto. Así lo hacen muchos de sus miles de emigrantes (el 18,75% de la población), que deambulan y trabajan en una población que ya vive la república catalana como un imaginario colectivo muy mayoritario.
En fin, la identidad es libre. Estos dos últimos años he sentido el orgullo y la emoción de pertenecer a una colectividad esporádica, la que desde hace 75 años se tira al agua para recorrer los 2.150 metros que separan los límites del lago de Banyoles. Para quienes viven ese imaginario y para los que no acaban de entender que las personas y los pueblos tienen derecho a desarrollarse como deseen, supongo que este tipo de identidades es propio de “esnobs” sin una patria que echarse a la espalda, pero es que uno tiene una edad ya difícil para entrar en razón...

A raíz de mi zambullida del año pasado revisé “El nadador”, película basada en un cuento de John Cheever que protagonizó un todavía atlético Burt Lancaster. Aunque a mi modo de ver la película ha envejecido mal, la idea de ese nadador que recompone su vida atravesando a nado las piscinas de sus colegas ricachones de Connecticut, es característica del cine de la época y casi un clásico de culto.
He encontrado una especie de trailer acompañado de una canción de Ray LaMontagne, un músico que no había nacido cuando se hizo el film.


lunes, 10 de septiembre de 2018

La revancha del plátano


LA REVANCHA DEL PLÁTANO
No es el título de un ensayo ecológico ni de una novela o cómic, una referencia a Gotan Project o un texto surrealista. Se trata simplemente de que los plátanos vuelven a brotar en el tramo recto que separa la última curva de la Barrerilla de la muy noble ciudad de Orduña.

la vía aún de tierra y el arbolado de tronco delgado
Cuando despojaron la carretera de los inmensos plátanos que la dotaban de una sombra y una mayor belleza no solo me llevé un gran disgusto, sino que no entendí el motivo de tala tan radical. Entre sus beneficios recordaba el tiempo en que volviendo de correr por las pistas sin sombra del valle, ya cansado, descendía al cobijo de la umbría que me aliviaba. En algunos tramos bancos de piedra abandonados descubrían un tiempo en el que los paseantes, quizás las parejas, los poblaban.
Invierno antes de la tala
Sin ser un árbol especialmente bello, su crecimiento rápido y la esbeltez de sus hojas lo hace un atractivo para ramblas y lugares necesitados de sombra. Comunes en las ciudades que bordean el Mediterráneo, a veces engarzadas unos con otros, es, con las acacias, el árbol urbano de mi adolescencia. En cierta ocasión, ya treintañero, escalé uno de los más altos aupado por la euforia del alcohol.
Se dice que la tala en Orduña se debió a que carretera y arbolado no cumplían las medidas legales, así como a reclamaciones de conductores quejosos de que sus raíces invadían la calzada. También es cierto que en esa recta han caído vecinos y viajeros desconocidos, aunque por las noticias que tengo más por la imprudencia y el sueño inoportuno de los accidentados que por apenas un kilómetro de arbolado sin arcén.
La desaparición se une a la de tantas rutas peninsulares, que han cambiado esos túneles de frondosidad natural por eriales con arcenes llenos de matojos secos. Muchas carreteras francesas se han sabido desdoblar para mantener la frescura del arbolado, y a mí me da una envidia malsana y algo de ira cuando veo que les hemos copiado lo peor, las rotondas.
También compruebo en internet que algunos amantes y coleccionistas de vías arboladas desconocen que esta cayó hace unos años, y que los nuevos brotes, creciendo sin el permiso de los humanos que los eliminaron, han iniciado una revancha, retoñando a ambos lados, a la que deseo el mayor de los éxitos.
No quiero dejar pasar la ocasión sin dejar de homenajear a los inmensos plátanos del Arenal de Bilbao, que incluso rebasan los edificios colindantes. Espero no dar ideas al alcalde actual que, como es obvio y merecido, no goza de mis simpatías.

De acompañamiento musical una canción de Radiohead que habla de la plaga de árboles y amores de plástico de los años ochenta del pasado siglo.

sábado, 1 de septiembre de 2018

Lisa Fischer


¿LAS MEJORES? - y 3

En una entrevista a raíz de su presencia en el film “A veinte pasos de la fama”, Lisa Fischer (Nueva York - 1958) declaraba que pese a que tras la película parecía llegado el momento de mostrar su capacidad solista, también había sido feliz formando parte de un grupo acompañante, ensamblando voces y armonías, algo que ha hecho ininterrumpidamente desde su debut en 1983, a veinte pasos de los Rolling (hay decenas de versiones de "Gimme Shelter" en Youtube), Sting o Tina Turner, entre otros.

La fama no deja de ser el resultado de muchas variables, suerte entre ellas, pero si alguien es feliz con lo que tiene la ambición deja de ser un elemento determinante. Debe ser el caso de la maravillosa Lisa Fischer, una mujer que ahora, en una fase interpretativa especialmente dulce junto al grupo Grand Baton, solo pide tiempo para interpretar la multitud de canciones que la esperan.



Su carrera en segunda fila, a esos pocos pasos del estrellato, no le impidieron ganar el Grammy a la mejor intérprete femenina de R&Blues de 1991 con “How Can I Ease the Pain”, que expongo junto a una actuación más actual,  interpretando el "Wild horses" de los Rolling Stones,  para demostrar que ha sido y es una de las “mejores” voces de todos los tiempos.