jueves, 31 de enero de 2019

Piscinas 2


PISCINAS 2

Enseñé a nadar a mis dos hijas en el Polideportivo de Begoña, así que, aunque dejé de frecuentarlo hace tiempo, tiene para mí un gran valor sentimental. Dejé de hacerlo porque pese a su magnitud está absolutamente petado, ya que abastece de ocio deportivo a unos cincuenta mil habitantes de los barrios bilbaínos de Txurdínaga y Santutxu. Al ser este último uno de los más densos de Europa, en los días calurosos del verano sus piscinas descubiertas parecen ubicadas en una metrópoli oriental.

La piscina de Atxuri, con la iglesia de la Encarnación al fondo
En la actualidad frecuento las de Atxuri y La Peña, también barrios populares a las que acuden diversas especies de nadadores, solitarios o en grupo, a veces singulares y hasta exóticos... hace poco un setentón que combinaba bermudas con chaleco y corbata mientras escuchaba reggae a todo volumen.

Y es que las piscinas, como cualquier espacio público, tienen su idiosincrasia, sus peculiaridades, su historia colectiva y personal, y aunque la natación es un deporte individual y siempre defiendo que introspectivo, también proporciona historias, anécdotas, reflexiones. Podría hasta decirse que los vestuarios son reductos con una doble desnudez, la física y la moral.

A mí me encanta coincidir con grupos de chavalotes de alguno de los colegios “pobres” del entorno, casi en su totalidad negros o latinos. Un día felicité al “profe” por lo bien que llevaba a aquel rebaño de ovejas negras, nunca mejor dicho, consiguiendo que su adolescencia resultara amable. También por su tenacidad al seguir dirigiéndose a ellos en euskera. A menudo yo también hablo con ellos. Me explican sus cosas y me doy cuenta de que si hay algo que nunca cambia es la inocencia salvaje (pedazo de oxímoron) de los jóvenes, una virtud que caracteriza una a una y una tras otra a las generaciones que nos han precedido e, imagino, que nos sucederán.

La Piscine de Roubaix en la actualidad
En los vestuarios también se habla de religión, de política, generalmente local, y cómo no, de deporte. Los nadadores somos, como cualquier deportista, mentirosos. Los más veteranos exageran sus largos y los más jóvenes sus marcas, pero hay también momentos de solidaridad, y hasta de ternura. En Atxuri suelen chapotear grupos de personas con problemas cognitivos y psicomotores que parecen mejorar su humor y su autoestima ante la perspectiva de flotar, pienso que lo más parecido a volar. Esta última piscina, construida en 2008, me parece de una gran dignidad arquitectónica, especialmente su bello techo de láminas de madera, que invita a nadar espalda. Pero si hablamos de arquitectura hay que hacerlo de dos piletas francesas de parecida época, La Piscine de Roubaix y la Molitor, en París.

La primera (http://www.roubaix-lapiscine.com/le-musee/la-piscine/) convirtió hace tiempo su espacio art déco en Museo del arte y de la industria tras cincuenta años de existencia.

En cuanto a la Molitor fue fundada en 1929, y en ella se bañó Boris Vian pocas antes de morir, historia recogida en un cómic que hace años publicó Editorial Impedimenta (http://impedimenta.es/libros.php/piscina-molitor). La piscina fue recobrada recientemente como hotel de semilujo y sirvió de escenario en “La vida de Pi” ( https://youtu.be/nxuWOzJ_Vn4).

Piscina Molitor

En fin, donde hay una piscina o un océano que echarme a la espalda allí estoy para recrearme en sus muros y en sus fondos, Poznan, Hammamet, Neiva o Ziguinchor, mientras pueda. Al fin y al cabo nadie sabe cuándo ni dónde va a dar su última brazada…

















En estos tiempos de fervor patriótico parece apropiado escuchar a Boris Vian, escritor, ingeniero, trompetista y cantante, además de nadador frecuente, interpretando “Le deserteur” (El desertor), canción dirigida al presidente de la república francesa en el contexto de la guerra de Indochina.  




jueves, 17 de enero de 2019

Piscinas 1


PISCINAS (1)

No hace tanto que usé un montaje audiovisual de “El nadador”, swining movie a la mayor gloria de un Burt Lancaster que se recorría todas las piscinas de su localidad, lo que me ha animado a calmar mi pasión por el medio con mi propia travesía histórico-virtual. También para una cierta revisión arqueológica de la Barcelona desaparecida.
Vestíbulo de la antigua piscina del CNC en la
Travassera de Gracia

La primera pileta (palabra en franco desuso) en la que me bañé casi niño era una cesión de Baños Populares de Barcelona al Club Natació Catalunya (CNC). Ubicada junto al cine Delicias, exhalaba un penetrante olor a cloro que alcanzaba la acera de la Travessera de Gracia de Barcelona. Recuerdo el vestíbulo y la zona de acceso como un decorado con cierto empaque arquitectónico, pero los vestuarios, con el suelo permanentemente mojado, eran más bien cuarteleros. Teniendo en cuenta que ahora busco piscinas poco concurridas, en las que hacer decenas de largos sin compartir calle, no recuerdo que éstas estuvieran separadas por corcheras, de modo que en aquel caos espacial los bañistas se dedicaban más a jugar que a hacer deporte. Tengo que confesar que eso era precisamente lo que buscábamos.

La piscina fue cerrada y convertida en un local de baile llamado Trocadero, muy conocido en su época y también desaparecido. Entré contadas veces en esa discoteca, pero recuerdo haber visto allí a un grupo de rock progresivo llamado OM, que lideraba Toti Soler, y a Donna Hightower cantando jazz con bastante dignidad.

“Piscinas y Deportes”, en la otra punta de la ciudad y hoy día una de sus zonas más caras, era, con los baños de playa de la Barceloneta, el espacio lúdico del verano. Se trataba de un complejo de tres piscinas, campos de fútbol y amplias zonas ajardinadas que absorbía a bañistas venidos de los barrios populares, en los que no había este tipo de servicios.

Nadar, lo que se dice nadar, era prácticamente imposible entre cientos de jóvenes y niños que gamberreamos sin descanso. Sí recuerdo que en una de las piscinas había un trampolín con varias palancas desde el que, con peligro evidente, se tiraban los atletas más aguerridos.
Piscinas y Deportes

Ya más mayor jugué a menudo a fútbol en uno de sus campos de tierra, normalmente bastante bien cuidados en comparación con los cercanos del Remedios o San Juan de Dios. Este último no solía usarse habitualmente. Recuerdo que en una ocasión uno de los extremos se tropezó en una internada con un objeto duro. Se trataba de una bicicleta abandonada entre hierbajos. Tal era la conservación del campo de juego.

El CNC (https://www.cncatalunya.cat/cat/seccio/veure/7), que con anterioridad había residido en la Barceloneta, consiguió sobrevivir a partir de los años ochenta junto al Parc Güell, y allí sigue. Fue entonces, cuando empezaba su momento de mayor gloria gracias a varios campeonatos y subcampeonatos de Europa de waterpolo, cuando me hice socio. Por entonces aún se podía correr por los caminos del parque con cierto desahogo y luego ir a nadar rodeado de tíos como torres que hacían centenas de largos sin descanso.
Seguirá...



La casualidad ha hecho que hace unos días viera “Cegados por el sol”, versión moderna de “La piscina”, en la que un desatado Ralph Fiennes ofrece una de sus mejores interpretaciones. He aquí su bailoteo a cuenta del “Emotional rescue” de los Rolling. BUFFF!!!





lunes, 7 de enero de 2019

Transversalidad


TRANSVERSALIDAD
De las palabras sobreutilizadas en el vocabulario político más de moda hay dos que detesto sobremanera: empoderar y transversal. Como la primera pertenece más bien a cierto ámbito político, me dedicaré a la transversal, es decir, a “transversal”, valga la redundancia.
No deja de ser sospechoso que todo movimiento que se pretende masivo proclame su transversalidad. Así lo hacen feministas, pensionistas, secesionistas y unionistas, pro abortistas y pro vida, taurinos, cazadores y animalistas, en fin, todo quisque que quiera superar los límites que se le asignan o imaginan.
Ahora lo hace el propio Pablo Casado para que su acólito andaluz alcance la presidencia de la Junta banalizando la violencia de género, al convertirla en un elemento más de una más transversal y más amplia “violencia doméstica”, parte del tributo que le exige la extrema derecha sin careta.
Para cierta parte de mi generación la palabra transversal es pseudónimo de interclasismo, y ello requiere considerar que hay cuestiones que trascienden, no me gustaría decir “superan”, para no citar a Fernández de la Mora, inefable ideólogo del franquismo, el enfrentamiento o los intereses de clase. Ahí el gran “pero”, porque en todos esos movimientos, y cuantos transversales se nos ocurran, hay contradicciones en el momento en que funcionan en positivo, es decir, cuando tienen que dar solución a sus reivindicaciones.

Por ello la ambigüedad casi siempre medida de la transversalidad, o usemos otra palabra de moda, su equidistancia social a derecha o izquierda, un lenguaje simple y muy genérico (“pensiones dignas”, “la España de las banderas en los balcones”, “defensa de la vida”, “violencia doméstica”…) que sirve de cajón de sastre para problemas complejos y grupos que en otro terreno estarían enfrentados.
De modo, que pese a pecar de anticuado, a mí me sigue pareciendo más adecuada la palabra “unitario” al hablar de un movimiento social (a mí solo me interesan los progresistas), porque alude a un acuerdo coyuntural y parcial, un pacto en el que las partes se dejan pelos en la gatera en torno a un objetivo común y obvian o demoran conflictos que en ese momento consideran secundarios, pero ojito, no los olvidan. En términos pseudo médicos la “unidad” sería algo así como una anestesia local y la “transversalidad” una amnesia casi definitiva.
Así que a darle al sudoku y al crucigrama blanco, no vaya a ser que perdamos la memoria antes de tiempo…

La música más transversal es esa que se escucha en la sala de espera del dentista, la peluquería o el ascensor, una música que te mantiene en un extraño estado de letargo y nunca molesta. Brian Eno creó una obra peculiar en esa línea, “Música para aeropuertos”, que inició el camino de lo que vino a denominarse “música de ambiente”.
The Milk Carton Kids es uno de mis últimos descubrimientos. Sus juegos vocales, que recuerdan a Simon y Garfunkel, (también se les compara con los más melosos Everly Brothers), parecen acercarse a esa tonalidad transversal de la “simpleza”, pero hay en sus letras más profundidad de lo aparente. Yo he elegido ésta que habla de pelea inconformista.