PISCINAS
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Enseñé
a nadar a mis dos hijas en el Polideportivo de Begoña, así que, aunque dejé de frecuentarlo hace tiempo, tiene para mí un gran
valor sentimental. Dejé de hacerlo porque pese a su magnitud está
absolutamente petado, ya que abastece de ocio deportivo a unos
cincuenta mil habitantes de los barrios bilbaínos de Txurdínaga y
Santutxu. Al ser este último uno de los más densos de Europa, en
los días calurosos del verano sus piscinas descubiertas parecen
ubicadas en una metrópoli oriental.
La piscina de Atxuri, con la iglesia de la Encarnación al fondo |
En
la actualidad frecuento las de Atxuri y
La Peña, también barrios
populares a las
que acuden diversas especies de
nadadores, solitarios o en grupo, a veces
singulares y hasta exóticos...
hace poco
un setentón que combinaba bermudas
con chaleco y corbata mientras escuchaba reggae a todo volumen.
Y
es que las
piscinas, como cualquier espacio público, tienen su idiosincrasia,
sus peculiaridades,
su historia colectiva y personal, y aunque la natación es un deporte
individual y siempre defiendo
que introspectivo, también proporciona
historias, anécdotas, reflexiones.
Podría hasta decirse que los
vestuarios son reductos con una doble
desnudez, la
física y
la moral.
A
mí me encanta coincidir con grupos de
chavalotes de alguno de los colegios “pobres” del entorno,
casi en su totalidad negros o latinos.
Un día felicité al “profe” por lo bien que llevaba a aquel
rebaño de ovejas negras, nunca mejor dicho, consiguiendo que su
adolescencia resultara amable. También por su tenacidad al seguir
dirigiéndose a
ellos en euskera. A menudo yo también hablo con ellos. Me explican
sus cosas y me doy cuenta de que
si hay algo
que nunca cambia
es la inocencia salvaje (pedazo
de oxímoron) de los jóvenes, una
virtud que caracteriza una a una y una
tras otra a las generaciones que nos han precedido e,
imagino, que nos sucederán.
La Piscine de Roubaix en la actualidad |
En
los vestuarios también se habla de religión, de política,
generalmente local, y cómo no, de deporte. Los nadadores somos, como
cualquier deportista, mentirosos. Los más veteranos exageran sus
largos y los más jóvenes sus marcas, pero hay también momentos de
solidaridad, y hasta de ternura. En Atxuri suelen chapotear grupos de
personas con problemas cognitivos y psicomotores que parecen mejorar
su humor y su autoestima ante la perspectiva de flotar, pienso que lo
más parecido a volar. Esta
última piscina, construida en 2008, me parece de una gran dignidad
arquitectónica, especialmente su bello techo de láminas de madera,
que invita a nadar espalda. Pero
si hablamos de arquitectura hay que hacerlo de dos piletas francesas
de parecida época, La Piscine de Roubaix y la Molitor, en
París.
La
primera (http://www.roubaix-lapiscine.com/le-musee/la-piscine/)
convirtió hace tiempo su espacio art déco en Museo del arte y de la
industria tras cincuenta años de existencia.
En
cuanto a la Molitor fue fundada en 1929, y en ella se bañó Boris
Vian pocas antes de morir, historia recogida en un cómic que hace
años publicó Editorial Impedimenta
(http://impedimenta.es/libros.php/piscina-molitor).
La piscina fue recobrada recientemente como hotel de semilujo y
sirvió de escenario en “La vida de Pi” ( https://youtu.be/nxuWOzJ_Vn4).
Piscina Molitor |
En
fin, donde hay una piscina o un océano que echarme a la espalda allí
estoy para recrearme en sus muros y en sus fondos, Poznan, Hammamet,
Neiva o Ziguinchor, mientras pueda. Al fin y al cabo nadie sabe
cuándo ni dónde va a dar su última brazada…
En
estos tiempos de fervor patriótico parece apropiado escuchar a Boris
Vian, escritor, ingeniero, trompetista y cantante, además de nadador
frecuente, interpretando “Le deserteur” (El desertor), canción
dirigida al presidente de la república francesa en el contexto de la
guerra de Indochina.