martes, 21 de mayo de 2019

El Ejido


EL EJIDO



Arriera por los Campos de Níjar en 1979
Oí hablar por primera vez de El Ejido en un viaje a los campos de Níjar con el mítico libro de Juan Goytisolo en el morral. Habían pasado más de veinte años desde su publicación pero todo seguía igual, los caminos polvorientos, las aldeas pobres, casi abandonadas. Recuerdo a un puñado de niños corriendo detrás del dos caballos, al café de puchero que daban en una de las pocas tabernas de la zona playera, a una arriera a la que fotografié con permiso, y en la parte interior, bajo el pueblo que da nombre a la comarca, sus primeros invernaderos. Esas son las principales imágenes de ese viaje a un universo que parecía retenido en el tiempo. Hablo de 1979.

el mar de invernaderos de El Ejido desde el cielo
Hace unos diez años volví a recorrer las playas de Níjar y me alegré de que hubieran progresado moderadamente, sin perecer de éxito, como la mayor parte del litoral que nace en Port Bou y muere en Isla Canela, pero ya entonces, un nuevo mar, no salino, se había desplegado por la llanura, un mar de plástico blanco que asombra cuando lo contemplas en Google Maps, pero todavía un tercio o menos del que inunda los campos de El Ejido, al otro lado de la capital.

Oí hablar en primera persona de ese lugar a Gica, la mujer de nacionalidad rumana que contratamos para que cuidara a mis ancianos padres. Nos la había recomendado la mujer que acompañó a uno de mis cuñados en la larga enfermedad que precedió a su muerte. Como nos dijo que llevaba cuatro años trabajando en España, tres de ellos en El Ejido, pensamos que no tendríamos problemas para darla de alta, pero al ir a hacerlo nos encontramos con la sorpresa, parece que habitual, de que no lo había estado nunca.

Gica fue una más de la familia el tiempo que estuvo con nosotros y aún mantenemos una relación personal a través de Faceboock, donde publica estupendas recetas, principalmente de repostería, así que, pese a su carácter reservado, nos habló de las condiciones de esclavitud que sufren los emigrantes en los invernaderos, trabajando en verano a cincuenta grados, con salarios de miseria (entre dos y tres euros la hora) y por descontado que ilegalmente. Como campesina que era, tampoco ahorraba calificativos a la mucha mierda de fruta y hortalizas que salen de ese lugar, tratadas y coloreadas con química varia.

Leo ahora que en las últimas elecciones generales los autóctonos de ese infierno de plástico (el 30% de la población es extranjera) votaron mayoritariamente (30,02% a Vox; 22,71% al PP; 16,54% a Cs.) a una derecha que abomina de la misma migración ilegal que ha ayudado a transformar un pueblo de 3.000 habitantes en una ciudad de casi 90.000.

Este hecho me ha recordado otro que viví en mi adolescencia, porque creo que fue la primera vez que vi una octavilla. En febrero de 1966 el entonces papa Pablo VI había nombrado obispo de Barcelona a Marcelo González, un sacerdote que provenía de Astorga y no había nacido en Catalunya, algo que desalentó a los sectores del clero autóctono que habían apoyado el Concilio Vaticano II. Recuerdo perfectamente el tamaño reducido y alargado de las octavillas que fueron esparcidas alrededor de la parroquia de mi barrio, y por descontado su texto: “volem bisbes catalans” (queremos obispos catalanes). Algunas semanas más tarde, sectores del régimen contratacaron con un cañí “como somos mayoría los queremos de Almería”.

Los almerienses no eran mayoría, pero sí uno de los colectivos de emigrantes más numeroso de Barcelona y su periferia industrial, imagino que algunos del mismo El Ejido o su comarca. Hay abundante literatura sobre las condiciones de vida de aquella emigración, en muchos casos no muy diferente de la actual, lo que duele más porque uno descubre las vueltas y revueltas que da la vida. 

fotograma de "La piel quemada"
Por eso me quedo con una película de la época, “La piel quemada” (Josep Maria Forn - 1967), que no sé si habrá envejecido bien pero creo que reflejaba parte de esa realidad de un modo entrañable, quizás buenista, como insultan ahora, pero con querencia de cohesión social, de reconocimiento mutuo.

Y este domingo las municipales…










Fuesen de donde fuesen, los obispos miraban hacia otro lado mientras sus párrocos metían mano a diestro y siniestro. El año pasado Els Pets dedicaron la canción “Corvus” a Pere Llagostera, que lo fue de Constantí (Tarragona) entre 1972 y 1999. Este personaje, ya fallecido, aprovechó su afición montañera para abusar de decenas de niños en los años setenta.







lunes, 6 de mayo de 2019

Roberto López San José


LOS SURES DE ROBERTO LÓPEZ SAN JOSÉ

Hace dos veranos Roberto me guasapeó que se había propuesto escribir un poema diario, así como el esfuerzo que le suponía. Lo curioso es que uno de sus guasaps, que hablaba de esas dificultades, me pareció en sí mismo un espléndido poema y así se lo expresé. Pese a que nuestros gustos poéticos difieren me lo reconoció.

Pues bien, hace ahora unos tres meses que Roberto presentó su primer poemario, “Dentro de este sur” (Ediciones Vitruvio), supongo que por lo menos parte de ese esfuerzo inspirador, y con esta entradilla quería decir que cuando uno tiene buen oído, algo esencial para escribir, sea o no poesía, la pelea con el texto es más una búsqueda de veracidad, de expresar lo que se quiere, que de la forma perfecta.

Roberto es veraz y tiene oído. Sus poemas nos hablan de sensaciones, transfieren imágenes vividas, sostienen un fondo ético que huye del sermoneo o del panfleto; sugieren, es decir, pretenden dejar el regusto que conduce al placer o a la reflexión.

Lo hace mediante una poesía muy elaborada. En su primera parte, “Dentro”, hasta se pasa de frenada, lo que en alguna ocasión le hace perder ese primer oído del que hablaba, aunque de pronto, como luego veremos, a Roberto le salga una canción. Una poesía que además de rehusar los signos de puntuación, prescinde casi siempre de los artículos, desordena voluntariamente las oraciones y acude a menudo al encabalgamiento y de vez en cuando a la rima suelta en asonante.

Tanto en lo estético como en lo que se refiere al contenido, yo me quedo con el último apartado del poemario, “Surco”, porque redondea los poemas, que ahora pueden leerse como pequeñas crónicas sin respiro, alguna vez con la sequedad rotunda de una noticia de prensa, ganando, siempre a mi gusto, en veracidad y contundencia.

Hay a lo largo del libro mucho sur geográfico y social, Mediterráneo en la primera parte, o sea, mucho mar y sol y cielos, a veces gozosos y otras devastadores, porque ya se ha vuelto imposible pasear por ese mar como si nada, aparte de nosotros, ocurriera.

Acompañado por textos del Quijote, recorre luego a sures diversos, Tijuana, Veracruz, Honduras, el Magreb, Camerún...y convierte al surco en la frontera metafórica que nos separa de nuestro propio pasado (“de oriente medio/ la escritura/ de África/ nosotros/ todos venimos de ahí/ se puede comprobar con los adn/ eso nos dicen”).

Resumiendo, un libro recomendable que mejora a medida que crece hasta alcanzar y dejar unas decenas de poemas excelentes.

Entre ellos he elegido estos cuatro de sus distintos apartados que inicio con la canción de la que hablaba antes, que a mi me recuerda algunas de las que nos dejó el gran Agustín García Calvo.


Rodalquilar – V -
piedra porosa

tapia de patio cerrado pequeño

sin luces sin aire las hojas lloran

sin luces sin aire los troncos mueren

días sueño bajo techumbre
también porosa

patio cerrado al sol abierto al agua

el tiempo

patio que pesa
como el aire de esta mañana
va lenta
a lo lejos

con camiseta roja de tirantes

me pareciste tú
paseando por Koroni

tal vez por su andar sosegado

tu recuerdo es de un rojo
más intenso que tus labios y sí
me gustarías que estuvieras
aquí conmigo

aunque nos separe el mar o las rocas
impidieran besarnos

aunque mirara simplemente
el caminar altivo de tu espalda
municipio de Juan
Rodríguez Clara
del estado de Veracruz

personas vestidas de negro
encapuchadas
bajaron de un vehículo rotulado
de policía

portaban armas largas
interceptaron a balazos
un camión de migrantes
mataron una mujer
hirieron un niño y dos adultos
y luego huyeron

así lo declaró
una sobreviviente
a la agencia france press

bajo anonimato

huyó de Camerún
embarazada de tres meses

en furgoneta
en moto
en una pick up
en un camión
en un bus

también a pie
muchas jornadas
con otros hombres
y otras mujeres

intentó pasara Ceuta ocho veces
en una zódiac

a la novena lo consiguió

con su tripa de seis meses
remando y achicando agua
por pagar menos euros

eso dice un domingo en El País

cuando nazca su hijo se llamará
David
porque su salmo veintitrés
dice en la biblia

aunque atraviese
un valle de tinieblas
no temeré ningún mal
porque tú vas conmigo


Como Haití es ahora mismito uno de los “sures” sociológicos más olvidados del mundo, he buceado en su música más reciente y encontrado a la señora Moonlight Benjamin. Exiliada en Francia, magnética y fascinante, he escogido esta canción de su último disco, mezcla de rock y ritmos criollos con estética vodoo.

Leo en los créditos que Benjamin musica textos de poetas haitianos, así que también acompaño enlaces relativos a dos de ellos: Georges Castera y Frank Etienne.
https://poetassigloveintiuno.blogspot.com/2010/12/2589-frank-etienne.html