EL BANCO
No me refiero a ese viejo negocio de usureros, esa antigualla
medieval que cobra por un sírvase usted mismo a través de
transacciones virtuales y te obliga a hacer todo por cajero, móvil u
ordenador de tu casa; no a la empresa titular de esas oficinas
minimalistas en las que, no se sabe porqué imperativos tecnológicos,
un pobre esclavo, un ingeniero o economista al que han colocado
detrás del mostrador por un puñadito de euros, te remite a la
oficina de origen aunque esté a más de cincuenta kilómetros ya
que, dice cabizbajo y avergonzado, no puede acceder a tu cuenta; no,
no es a esa rémora del sistema a la que en muchos pueblos de la
península llaman con el gracejo que les caracteriza “la
diligencia” porque, como en los tiempos de John Ford, acude una vez
cada tanto tiempo a proporcionar de cash a los lugareños; ese
negocio improductivo que hace no tanto tiempo ocupaba uno sí y otro
también los bajos de nuestras calles y ahora se repliega nuevamente
a las avenidas principales, a las que hay que ir de nuevo, sin
remisión, a que te maltraten.
Uy!!!, me he venido arriba y olvidado
que quería hablar del otro banco, el de carne y hueso, el de toda la
vida, el banco de piedra, madera o metal, el banco gratuito para
solazarse y ver pasar el mundo y la vida.
Traigo el tema a cuenta de que oigo por la radio que algunos
ayuntamientos se plantean la recuperación no comercial de los
espacios públicos, calles, paseos, bulevares. Antaño reivindicábamos áreas peatonales para
ralentizar la vida, pero al peatonalizarse las vías públicas se han ido privatizando convirtiéndose en bares, comedores y fumaderos de gente estresada,
de modo que bienvenida la oferta municipal.
Pero mientras se mueven o no las alcaldías aprovechemos lo que
queda, sentémonos a ver pasar la vida sin prisa, aburrámonos.
Mientras los bancos, estos naturalmente, sigan siendo gratuitos, no
haya que consumir o pagar un alquiler, poseámoslos, hablemos con sus
pobladores, seguramente gente ociosa como nosotros, ancianos, ricos,
pobres, espectadores, protagonistas, tullidos, cansados, porretas,
indigentes, aburridos, cotillas, meditabundos, dibujantes,
pensadores, sedientos de sol o de aire libre. ¡¡Viva el banco, el
público, el de todos!!
Pues a ello, a sentarnos a ver como “Pasa la vida” (Pata Negra).
Carlos, que bueno y que humor,,
ResponderEliminarGracias, Mitxel.
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