lunes, 23 de septiembre de 2019

Dignidad


DIGNIDAD

En la huelga anterior nos habían pegado un revolcón, de modo que Aznar no se cortó y volvió a congelar los salarios de los empleados públicos. No solo no habíamos conseguido llenar la sala de la asamblea, sino que el personal estaba desanimado y la mayoría de las intervenciones eran pesimistas. En aquel ambiente desolador una compañera apeló a la dignidad de los trabajadores y trabajadoras con palabras de contenido ético. Poco después, otro trabajador le contestaba que eso de la dignidad estaba muy bien pero que cuando iba a la pescadería o la frutería le pedían dinero, no dignidad, y que una huelga sin resultados era perder una parte de la nómina a cambio de nada. Para nuestro desconsuelo el compa se llevó una cerrada ovación y pocos días después la huelga se ventiló con una nueva derrota.

He pensado más de una vez en esa experiencia y sigo pensando que el compañero no tenía razón en despreciar la dignidad, por un razón sencilla. Los empleados y empleadas públicas nos jugábamos cierta apretura para pagar la hipoteca, quizás las vacaciones, retrasar la renovación de la cocina, pero teníamos el trabajo y un salario de subsistencia garantizado, es decir, podíamos seguir yendo a la frutería y a la pescadería sin necesidad de decirle al tendero: no te puedo pagar pero no sabes lo digno que soy.


En aquellos tiempos solíamos desfilar detrás de una pancarta que exigía salarios dignos, ahora, años después, nos colocamos frente a una pancarta para reivindicar pensiones dignas, pero ¿qué es la dignidad? ¿Qué distingue lo digno de lo indigno?

entrada de la benefactora o Colonia Dignidad
Pues bien, este verano he leído una de las novelas que Xabier Zabalo ha escrito sobre su experiencia en la actual República Democrática del Congo, más en concreto en su capital Kinsasa. La novela se subtitula “la hora de la gente honrada aún no ha llegado” y describe un universo de manguis, delatores y funcionarios corruptos, vamos, de gente indigna, que o humilla o se deja humillar. No hay en ese universo devastado ni una persona honrada, ¿sinónimo de digna?

No creo que pueda haber dignidad ni honradez allí donde las personas no pueden ir a la pescadería o a la frutería sin otro objetivo que salir corriendo con una pescadilla o un manojo de plátanos, allí donde la subsistencia tiene prioridad sobre la ética, pero sí entre quienes podemos permitirnos el lujo de ni humillar ni dejarnos humillar.

En todo caso parece que la palabra dignidad es, como tantas otras, un concepto demasiado abstracto y por tanto interpretable. En 1961 un nazi prófugo, Paul Schäfer, fundó en Chile la llamada Colonia Dignidad, un asentamiento pseudo-religioso que acabó siendo condenado por pederastia y tráfico de armas, además de convertido durante la dictadura de Pinochet en centro de detención y tortura.

Este verano he rescatado un CD de música sokous (rumba congoleña) que grabé hace unos años, y aquí viene que ni pripintado un corte de Bakolo Music International, lo que queda de la que fundara Papa Wendo (1925-2008) en los años cincuenta del pasado siglo (Victoria Bakolo Miziki)





2 comentarios:

  1. Brillante y sencillo. Ejemplo bien traído para un análisis de profundos pilares de la lucha social:
    - La subsistencia condiciona nuestro comportamiento ético,
    - El mantenimiento y defensa del bien colectivo tiene un coste individual y diferente para sus miembros, y
    - La desvirtualización de los conceptos éticos es una estrategia de confusión y desmovilización.
    P.D.: Yo intercambiaría el orden de los dos párrafos finales.

    ResponderEliminar