lunes, 7 de enero de 2019

Transversalidad


TRANSVERSALIDAD
De las palabras sobreutilizadas en el vocabulario político más de moda hay dos que detesto sobremanera: empoderar y transversal. Como la primera pertenece más bien a cierto ámbito político, me dedicaré a la transversal, es decir, a “transversal”, valga la redundancia.
No deja de ser sospechoso que todo movimiento que se pretende masivo proclame su transversalidad. Así lo hacen feministas, pensionistas, secesionistas y unionistas, pro abortistas y pro vida, taurinos, cazadores y animalistas, en fin, todo quisque que quiera superar los límites que se le asignan o imaginan.
Ahora lo hace el propio Pablo Casado para que su acólito andaluz alcance la presidencia de la Junta banalizando la violencia de género, al convertirla en un elemento más de una más transversal y más amplia “violencia doméstica”, parte del tributo que le exige la extrema derecha sin careta.
Para cierta parte de mi generación la palabra transversal es pseudónimo de interclasismo, y ello requiere considerar que hay cuestiones que trascienden, no me gustaría decir “superan”, para no citar a Fernández de la Mora, inefable ideólogo del franquismo, el enfrentamiento o los intereses de clase. Ahí el gran “pero”, porque en todos esos movimientos, y cuantos transversales se nos ocurran, hay contradicciones en el momento en que funcionan en positivo, es decir, cuando tienen que dar solución a sus reivindicaciones.

Por ello la ambigüedad casi siempre medida de la transversalidad, o usemos otra palabra de moda, su equidistancia social a derecha o izquierda, un lenguaje simple y muy genérico (“pensiones dignas”, “la España de las banderas en los balcones”, “defensa de la vida”, “violencia doméstica”…) que sirve de cajón de sastre para problemas complejos y grupos que en otro terreno estarían enfrentados.
De modo, que pese a pecar de anticuado, a mí me sigue pareciendo más adecuada la palabra “unitario” al hablar de un movimiento social (a mí solo me interesan los progresistas), porque alude a un acuerdo coyuntural y parcial, un pacto en el que las partes se dejan pelos en la gatera en torno a un objetivo común y obvian o demoran conflictos que en ese momento consideran secundarios, pero ojito, no los olvidan. En términos pseudo médicos la “unidad” sería algo así como una anestesia local y la “transversalidad” una amnesia casi definitiva.
Así que a darle al sudoku y al crucigrama blanco, no vaya a ser que perdamos la memoria antes de tiempo…

La música más transversal es esa que se escucha en la sala de espera del dentista, la peluquería o el ascensor, una música que te mantiene en un extraño estado de letargo y nunca molesta. Brian Eno creó una obra peculiar en esa línea, “Música para aeropuertos”, que inició el camino de lo que vino a denominarse “música de ambiente”.
The Milk Carton Kids es uno de mis últimos descubrimientos. Sus juegos vocales, que recuerdan a Simon y Garfunkel, (también se les compara con los más melosos Everly Brothers), parecen acercarse a esa tonalidad transversal de la “simpleza”, pero hay en sus letras más profundidad de lo aparente. Yo he elegido ésta que habla de pelea inconformista.