martes, 5 de marzo de 2019

Gramola


LA GRAMOLA

El Kubrick, en la esquina del muelle de Ripa con la calle Villarías, es uno de mis bares favoritos de Bilbao. En los días soleados de invierno la orientación de su terraza, junto a la ría, frente al Arenal y con el teatro Arriaga al fondo, es un chute de vida difícilmente comparable. Si a ello le añades que a una de sus camareras jóvenes le encanta preparar marianitos dándole a la coctelera y a la imaginación, no hay lugar mejor para abandonarse a la contemplación o a la lectura.

Pero tras lo que parece un anuncio turístico iré al grano. En el interior del Kubrick, engalanado con referencias al director de cine, principalmente a “El resplandor”, sobrevive una gramola o jukebox, a saber, una reliquia cultural y sentimental para gente de mi edad. Repasando las canciones que contiene, parece varada en algún anochecer de 1982, pues creo que el single de “Thriller” (https://youtu.be/sOnqjkJTMaA), lanzado ese año, es el más cercano a nuestros días.

En la adolescencia urbana, quizás también rural, porque recuerdo a una prima mía bailando “El continental” (óscar a la mejor canción de 1934 - https://youtu.be/uh5u5dmeABI) en un bar de Malagón, los jukebox eran auténticos altares mediáticos. A falta de Spotify, qué digo!!, en muchos casos de tocadiscos, las gramolas, como las televisiones de los teleclubs, eran una ventana por la que asomarse a una modernidad que en la España de los cincuenta y sesenta del pasado siglo parecía lejana.

Recuerdo que hubo incluso serios intentos de renovación. En una bar de mi barrio había una especie de gramola/televisión que permitía ver la interpretación a todo color. Hablo de una época en la que la única TVE era en blanco y negro, así que se trataba de algo impactante. 

Como con muchos de los objetos que han pasado por nuestras vidas podríamos recrear un itinerario; también, y en este caso con más razón, eso que ahora se llama playlist, la lista de las canciones que nos han acompañado, aliviado, alegrado o entristecido. Si retrocedo me descubro en otro bar de esquina gastándome la mayor parte de la paga, cinco pesetas, para oír “Oh lord why lord” de los Pop Tops (https://youtu.be/9mx1Ah9dTuY) o “Wath a wondeful world” del gran Satchmo (https://youtu.be/CWzrABouyeE), seguramente enamorado; o la ultima vez, ya casi treintañero, en el lago di Garda, me gustaría decir que escuchando a Fabrizio de André, pero si la memoria no me falla “Year of the cat”, de Al Stewart (https://youtu.be/wJl5z1dt5d0), que las gramolas no están para la rebelión/reflexión sino, como cualquier altar, para el consuelo y la transustanciación.

Tan cierto como que los Buggles no acertaron con aquello de "el video mató a la estrella de la radio", lo es que los nuevos formatos, principalmente la aparición del CD (precisamente en 1982) y su reproductor, el walkman, pero sobre todo la socialización de las cadenas de música a buen precio, acabó definitivamente con las gramolas.



Para coleccionistas irredentos, en internet aún se pueden adquirir jukebox por entre 500 y 2.000 euros según su estado. Así que si alguien se anima...

Yo me conformo con asomarme a mi pasado, meter cinco pesetas en la ranura y escoger a Carlitos Santana entre la selección de letra más bien torpe del jukebox del Kubrick interpretando “Europa” en 1982.