viernes, 9 de agosto de 2019

EL BANCO


EL BANCO
No me refiero a ese viejo negocio de usureros, esa antigualla medieval que cobra por un sírvase usted mismo a través de transacciones virtuales y te obliga a hacer todo por cajero, móvil u ordenador de tu casa; no a la empresa titular de esas oficinas minimalistas en las que, no se sabe porqué imperativos tecnológicos, un pobre esclavo, un ingeniero o economista al que han colocado detrás del mostrador por un puñadito de euros, te remite a la oficina de origen aunque esté a más de cincuenta kilómetros ya que, dice cabizbajo y avergonzado, no puede acceder a tu cuenta; no, no es a esa rémora del sistema a la que en muchos pueblos de la península llaman con el gracejo que les caracteriza “la diligencia” porque, como en los tiempos de John Ford, acude una vez cada tanto tiempo a proporcionar de cash a los lugareños; ese negocio improductivo que hace no tanto tiempo ocupaba uno sí y otro también los bajos de nuestras calles y ahora se repliega nuevamente a las avenidas principales, a las que hay que ir de nuevo, sin remisión, a que te maltraten. 
Uy!!!, me he venido arriba y olvidado que quería hablar del otro banco, el de carne y hueso, el de toda la vida, el banco de piedra, madera o metal, el banco gratuito para solazarse y ver pasar el mundo y la vida.
Traigo el tema a cuenta de que oigo por la radio que algunos ayuntamientos se plantean la recuperación no comercial de los espacios públicos, calles, paseos, bulevares. Antaño reivindicábamos áreas peatonales para ralentizar la vida, pero al peatonalizarse las vías públicas se han ido privatizando convirtiéndose en bares, comedores y fumaderos de gente estresada, de modo que bienvenida la oferta municipal.
Pero mientras se mueven o no las alcaldías aprovechemos lo que queda, sentémonos a ver pasar la vida sin prisa, aburrámonos. Mientras los bancos, estos naturalmente, sigan siendo gratuitos, no haya que consumir o pagar un alquiler, poseámoslos, hablemos con sus pobladores, seguramente gente ociosa como nosotros, ancianos, ricos, pobres, espectadores, protagonistas, tullidos, cansados, porretas, indigentes, aburridos, cotillas, meditabundos, dibujantes, pensadores, sedientos de sol o de aire libre. ¡¡Viva el banco, el público, el de todos!!
Pues a ello, a sentarnos a ver como “Pasa la vida” (Pata Negra).