Mi
madre falleció el pasado 28 de febrero. Tenía 95 años, así que
presenció y vivió en primera persona los grandes desastres del
siglo XX, principalmente la guerra civil. No hizo grandes cosas, si
entendemos que no hacer grandes cosas es haber sido una buena madre y
abuela, además de ser una “manitas” en todo tipo de bricolaje, y
moderna a su manera, se sacó el carnet de conducir en
los años sesenta, cosa nada habitual entre las mujeres de su época.
En los últimos años ambos pudimos disfrutar de una cercanía que
pienso que nos hizo felices. Como no creo en el más allá me quedo
con el más acá, que son los buenos recuerdos que uno se lleva de
por vida.
Y como hablar de la muerte de una madre es lo más difícil, aprovecho unos versos que le dediqué en vida y un retrato que le hice hace unos pocos años:
ROSELLÓN
– VILADOMAT ( BARCELONA )
Yo
nunca estuve allí, quiero decir,
en
aquel tiempo, porque no había nacido,
pero
a veces, cuando el otoño empuña
su
bandera granate
parece
que te incitara a volver
donde
nunca estuviste,
posar
frente al portal que fue nuevo entonces
esperando
quizás que una señal remota
te
muestre los orígenes,
la
que será mi madre algún tiempo después,
mientras
oye en la radio
que
el Sabaté volvió a fugarse,
y
prepara la mesa con afán diligente,
colmando
la vivienda de olor a bechamel.
He
pensado mucho qué música dedicarle. Entre sus preferidos estaba
Jorge Sepúlveda, que imagino la hizo bailar en su juventud; en los
últimos tiempos, cuando aún tenía bien la cabecita, descubrí que
se sabía muchas letras, un don que yo no he heredado. Pero si me voy
al cajón de su casa en el que guardaba los cassettes descubro que
conservaba tres discografías bastante copiosas: la de María
Dolores Pradera, a la que no se perdía cuando actuaba en Barcelona,
y las de Chavela Vargas y Cecilia. Cuando a los 25 años de su muerte
le dedicaron a esta última un curioso disco de duetos le grabé una copia.
Creo que esta canción era una de sus preferidas y de las de mis dos hijas,
que la cantaban durante los viajes que hacíamos para ir a verla.
De
entre los analgésicos que aliviaron el periodo de mili que sufrí en
Alcoi hace ya cuarenta años hay dos que suelo destacar porque además
tienen mucho que ver entre sí. Un concierto de Ovidi Montllor en
aquel, su pueblo natal, y el recital de poesía de uno de sus
“letristas” habituales, Vincent Andrés Estellés.
curiosa foto de Montllor con Estellés y una desconocida
A
Estellés (Burjassot 1924-1993) ya le he paseado por el blog porque
es uno de de mis poetas preferidos
Escritor
y periodista, es autor de una poesía sumamente personal, casi
siempre autobiográfica, crítica, desgarrada, hay quien dice que
vulgar. Como dije en aquella ocasión, algunos de sus poemas son la
vida misma y esa es su grandeza: convertir lo vulgar en una belleza
que te hace reír, llorar, siempre emocionar.
Como
su obra está rociada de sexo, me ha parecido el autor ideal para
celebrar como debe ser el día de los enamorados con dos poemas que
se complementan y tienen unos mismos vocablos iniciales: “Els amants” (“Los amantes”) y “No escric
èglogues” (“No escribo églogas”). El segundo en una versión
musicada en la voz de Juli Mira que aconsejo escuchar y leer a un tiempo porque contagia
alegría a ritmo de pasodoble.
ELS
AMANTS
No
hi havia a València dos amants com nosaltres.
Feroçment ens
amàvem des del matí a la nit.
Tot ho recorde mentre vas
estenent la roba.
Han passat anys, molts anys; han passat
moltes coses.
De sobta encara em pren aquell vent o l'amor
i
rodolem per terra entre abraços i besos.
No comprenem l'amor
com un costum amable,
com un costum pacífic de compliment i
teles.
Es desperta, de sobta, com un vell huracà,
i ens
tomba en terra els dos, ens ajunta, ens empeny.
Jo desitjava,
a voltes, un amor educat
i en marxa el tocadiscos,
negligentment besant-te,
ara un muscle i després el peçó
d'una orella.
El nostre amor és un amor brusc i salvatge,
i
tenim l'enyorança amarga de la terra,
d'anar a rebolcons
entre besos i arraps.
Què voleu que hi faça! Elemental, ja
ho sé.
Ignorem el Petrarca i ignorem moltes coses.
Les
Estances de Riba i les "Rimas" de Bécquer.
Després,
tombats en terra de qualsevol manera,
comprenem que som
bàrbars, i que això no deu ser,
que no estem en l'edat, i
tot això i allò.
No hi havia a València dos amants
com nosaltres,
car d'amants com nosaltres en són parits ben
pocs.
LOS
AMANTES
"No
había en Valencia dos amantes como nosotros.
Ferozmente
nos amábamos de la mañana a la noche.
Lo recuerdo todo
mientras tiendes la ropa.
Han pasado años, muchos años; han
pasado muchas cosas.
De pronto aún me atrapa aquel viento o
el amor
y rodamos por el suelo entre abrazos y besos.
No
comprendemos el amor como una costumbre amable,
como una
costumbre pacífica de cumplidos y telas.
Se despierta, de
pronto, como un viejo huracán,
y nos tumba a los dos en el
suelo, nos junta, nos empuja.
Yo deseaba, a veces, un amor
educado
y el tocadiscos en marcha, negligentemente
besándote,
ahora un hombro y después el lóbulo de una
oreja.
Nuestro amor es un amor brusco y salvaje,
y
tenemos la añoranza amarga de la tierra,
de andar a
revolcones entre besos y arañazos.
¡Qué queréis que haga!
Elemental, ya lo sé.
Ignoramos a Petrarca e ignoramos muchas
cosas.
Las Estancias de Riba y las Rimas de
Bécquer.
Después, tumbados en el suelo de cualquier
manera,
comprendemos que somos unos bárbaros, y que esto no
puede ser,
que no estamos en la edad, y todo esto y aquello.
No
había en Valencia dos amantes como nosotros,
porque amantes
como nosotros se han parido muy pocos."
NO
ESCRIBO ÉGLOGAS
No
había en Valencia dos piernas como las tuyas.
Dulcemente
las recuerdo, con los ojos llenos de lágrimas,
con
una telaraña de lágrimas en los ojos.
¿Dónde
estás? ¿Dónde tus piernas tan adorables?
Recorro
la Alameda, aquellos lugares familiares.
Cruzo
las noches. Evoco los pretiles del río.
Un
cadáver verdoso. Un cadáver fosfórico.
El
espectro de Francisco de la Torre, quizás.
No
había en Valencia dos piernas como las tuyas.
Largamente
escribiría sobre tus piernas.
Como
si anduvieses por el agua, entre un agua invisible,
entre
un agua clarísima, venías por la calle.
La
carne graciosa y fresca como un cántaro de Serra.
Y
yo te evoco erguida sobre tus piernas.
Cargaban
los hombres los ventrudos camiones.
Venían
autobuses de Gandía y Paterna.
Salían
voces de los bares, olor de aceite frito.
Tú
venías solemne sobre tus piernas.
¡Oh
la solemnidad de tu carne tierna,
de
tu cuerpo adorable sobre tus largas piernas!
Calle
abajo, venías entre los solares, los gritos,
los
niños que jugaban al salir de la escuela,
la
mujer recogía la ropa en la azotea,
el
hombre recomponía lentamente un reloj
mientras
un amigo hablaba de sus años de prisión
por
cosas de la guerra, tú venías solemne,
con
más solemnidad que el crepúsculo, o con una
dignidad
que el crepúsculo recibía solamente de tí.
Toda
la majestad amada del crepúsculo.
No
había en Valencia dos piernas como las tuyas,
con
la viva alegría de la virginidad.
Siempre
venías, nunca llegabas del todo,
y
yo te quería así, y yo lo quería así:
Nací
para esperarte, para ver cómo venías.
Inútilmente
recorro los crepúsculos, las noches.
Veo
los hombres que cargan lentamente camiones.
Veo
los bares, el aceite frito, las parejas de amantes.
Hace unos días
le oí decir al cocinero Ferrán Adriá que sus mayores placeres
culinarios eran la centolla, a la que definió como araña amiga, el
caviar, la sardina, la tortilla de patatas de su madre y el cuscurro
de la baguette que te comes antes de llegar a casa. Me quedo con este
último porque en mi familia es motivo de controversia y me sirve para
seguir hablando de las cosas secundarias de este mundo, a las que por
suerte o por desgracia sigo abonado.
Ya sé que más
de uno no estará de acuerdo, tratándose como se trata de un bien
tan elemental, histórico y con connotaciones religiosas, pero al
lado de lo de Puigdemont y el vídeo de Felipe VI, todo parece filfa.
Escuchando a varios tertulianos y periodistas quejarse de que un
señor les marque el sumario desde Bruselas, cuando el día anterior
la fiscalía del reino consideraba que el borrado de los discos duros
del PP no era cosa relevante y no dedicaban a semejante
escándalo ni un sola palabra, constaté que lo noticiable es tan
voluble y subjetivo como el valor de la centolla o el cuscurro, así
que a lo mío, a lo del pan.
En el mundo
católico el pan tiene buena prensa, al tratarse del alimento de la
transustanciacion, el que el sacerdote hace dios en la eucaristía, y tal
como dice el padre nuestro, la oración standard, el bocado necesario. Supongo que es la razón por la que se dice de
alguien bondadoso que es un pedazo de pan, y de un trabajo sencillo que es pan comido. Cuando yo era niño me podía llevar una reprimenda si
se me caía alguna sobra de comida al suelo, pero si lo caído era
el pan de dios el accidente se convertía en pecado. Podía sobrar o estropearse algo
de comida pero el pan nunca acababa en la basura. Para eso estaba mi
madre sumergiendo las sobras troceadas en un tazón de café con
leche a la mañana siguiente o aprovechándolas para sopas varias.
El pan vuelve a
estar de moda. En Bilbao se hace cola en los comercios que usan masa
madre, tienen horno de leña o elaboran todo tipo de formas (hogaza,
mollete, pistola, baguette…) y contenidos (de maíz, centeno,
espelta, trigo…), y las panaderías de franquicia se acomodan a la
moda con sucedáneos de buena apariencia. Una de esas franquicias, de
nombre vasco también aparente, ha llenado el centro de expendedurías.
Según las malas lenguas detrás del apellido autóctono hay un fondo
de inversión alemán. Así que a por el currusco (en casa lo
nombramos así y dice la RAE que también es correcto).
Silvia Pérez Cruz ofreció esta versión de “No hay tanto pan” en el Auditòrium de Palma de Mallorca el 2 de junio de 2016. Esta frase, cerrada con “para tanto chorizo”, era y es una de las consignas que los desahuciados de la crisis dedican a corruptos y banqueros. Toma currusco!!!
Durante los últimos dos o tres meses he estado trabajando en hacer
el retrato de Emilio González. Para mí ha sido un orgullo, porque
además de ser el padre de nuestro amigo Alfonso, Emilio era un ser
admirable. No fue premio Nobel, ni doctor cum laude, ni le
concedieron la medalla del Mérito Civil. No sale en ninguna
enciclopedia, ni tiene página de Wikipedia, pero era una de esas
personas que ayudan a cambiar el mundo. Nacido en Orozko en 1920, es
decir, perteneciente a la quinta del biberón, sobrevivió a la
guerra y a la dictadura con la dignidad de la gente sencilla:
trabajando sin bajar la cabeza ni doblar la cerviz.
Obrero manual pero sabio autodidacta, estudió no solo la mejor de
las carreras, la de la honradez, en las calles de Pamplona y Bilbao,
sino todo cuanto pudiera aprender de la lectura, la conversación o
cuánto estuviera a su alcance. Cuando le conocí, ya mayor y
jubilado, peleaba en la asociación de vecinos por la urbanización
de su barriada, y si había que hablar con el alcalde o el concejal
de urbanismo, Emilio era el más indicado por su capacidad y su
sensatez. Tuve la fortuna de ser su amigo y compartir muchas charlas
sobre lo que fuera. Era un gran conversador. Mi último recuerdo,
semanas antes de que muriera, convaleciente en el hospital, me
confirmaron la serenidad y bonhomía que caracterizó su vida. Como
solo soy un pintor aficionado no sé si habré estado a su altura.
Por siempre, Emilio!!!
Como Emilio vivió en una de la siete calles de Bilbao, fue
chiquitero y amante de las bilbainadas que cantan las lindezas del
vino y el buen vivir. Aunque parezca mentira hay poca cosa de calidad
auditiva en youtube. Este “Beber, beber”, de Los Chimberos es de
lo mejor.
El pasado día 15 de enero cerraron un centro de la Seguridad Social en el que trabajé a principios de los años noventa del pasado siglo. No es el primero ni el último. Hace un mes más o menos estuve allí para hacer una consulta y ya encontré una oficina destartalada y medio desértica. Me dio pena, aunque no es algo que no se viera venir.
El modelo de descentralización administrativa y acercamiento al ciudadano en la seguridad social se inició a mediados de los años ochenta. Era la época en la que Felipe González quería ser Willy Brandt u Olof Palme, alentaba el sistema de pensiones y desarrollaba una administración cercana al ciudadano, con jóvenes que, no relevados, se acercan ahora a los sesenta años de edad.
El símbolo de la marea marrón de los jubiletas
Más o menos por aquellos tiempos asistí a un acto convocado por una conocida aseguradora. El ponente daba cifras sobre el peso de los fondos de pensiones en los Estados Unidos, que en aquel momento ya igualaba al PIB (ahora es el 127%), y casi babeaba intentándonos convencer del consumo de fondos y planes de pensiones. La perorata venía acompañada de las primeras campañas de los agoreros interesados de la banca, que vaticinaban que el sistema público no llegaría a los años noventa. No solo no acertaron, sino que poco a poco, y gracias a un lenguaje olvidado, el del pacto, y sucesivas reformas legales, el sistema tuvo superávit y creó un fondo de reserva para tiempos peores (el mismo que están liquidando), de modo que el funcionamiento más que potable del sistema desbarató el proyecto de bancos y aseguradoras.
Relaciono estos dos hechos porque el primero, el cierre de la oficina de la seguridad social, es una metáfora de lo que se pretende: el arrumbamiento del sistema público y el triunfo, por fin, de los sistemas privados (fondos y planes). Hay que pensar que el mercado español de fondos y planes solo suponía un 9,5% del PIB en 2016, una birria para los que manejan el cotarro.
Y es que la estrategia de quienes no soportan que las pensiones no formen parte de su cartera de negocio está por fin llegando a buen término. Se dilapida la hucha, se vende la inviabilidad del sistema, es decir, se convence a los trabajadores en activo que ellos pagan a sus mayores pero no cobrarán ni en broma lo mismo que ellos, y se les ofrece la alternativa feroz del sálvese quien pueda: los fondos y planes de pensiones. Con ese futuro, ¿para qué oficinas?
Como no soy economista no me veo capaz de dar soluciones, pero parece penoso que a mayor productividad (robotización, economía 4.0…), menor viabilidad del sistema. Por cierto, y ya acabo, en países más o menos boyantes, Francia, Alemania o Italia, el mercado de los fondos de pensiones es aún menor que en España con respecto al PIB. Supongo que ese hecho confirma en gran parte un análisis nada sospechoso, el de Ignacio Fuentes, técnico del Banco de España: “los sistemas privados tienden a estar más desarrollados en aquellas economías en las que la cobertura pública es menor y en las que las autoridades han tomado medidas para fomentarlos, incluso introduciendo en algunos casos la obligatoriedad de establecer planes ocupacionales”. Que la marea marrón nos proteja!!!
Como es de mi quinta y una de las mejores voces que conozco, he escogido de acompañamiento al siempre joven Luis Pastor, con su hijo Pedro y su mujer Lourdes, cantando a eso que nunca dejamos de buscar, nuestra libertad.
Hace
un montón de años que no veía un HOLA (*). En las peluquerías de caballeros
(vuelve a usarse este genérico) la revista habitual era el Interviú hasta su
recientísima desaparición. Descansaba junto al perchero y entre diarios deportivos.
El HOLA me pareció de un formato más grande que como yo lo recordaba, pero
siempre con su elegante papel cuché y sus fotografías de más de media página.
Estaba abierto de par en par en la residencia de ancianos en la que vive mi
madre desde hace casi un año. Seguramente abandonada por algún familiar, porque
ya son pocos los ancianos capaces de pasar las páginas, menos, como es
evidente, de captar su contenido.
Al
pensar en ese contenido concluí que hay dos universos paralelos. El de ellos
y ellas en el escenario, siempre triunfando, elegantes, bellos y bellas,
aparentemente felices, y el exterior de la gente común, ocupando la grada. Allí
estaba nuestro monarca asistiendo a la boda de una ahijada junto a Marta Gayá,
dicen que amante de su viejo, el emérito, y Rodrigo Rato (qué hostias hace Rato campando libre por
esos mundos como si nada hubiera pasado). Tías y tíos buenísimos, vestidas y
trajeados con ropajes para mí excesivos, pero joder, qué envidia! a todos les
queda como un guante. Es gente que ha nacido para ser rica, vivir del cuento o
de lo que sea, ser fotografiada y envidiada. También había múltiples fotos de
pijos y pijas haciéndose selfies, riéndose a carcajada limpia, quiero pensar
que no de nosotros, los lacayos de la plebe, porque en el fondo nos ignoran. El
maestro Vicent contaba que un día una aristócrata se asustó al ver a un pobre
mientras paseaba por el Paseo de Recoletos de Madrid, y exclamó sobresaltada:
¡¡pero qué le pasa a este hombre!!
El
HOLA también me ha hecho recordar a un personaje familiar, un anticuario amigo de
mis abuelos paternos que se coló en los saraos de la gente muy bien y vivió de
ella creo que casi hasta su muerte. Cuando yo lo conocí ya era setentón, y
aunque en horas bajas, conservaba el porte elegante que le había permitido
moverse entre nobles y burgueses de postín, a los que vendía joyas, muebles y
pieles que, imagino, compraba a bajo precio a gente venida a menos. Por
entonces ya usaba ropa pasada de moda y parecía un personaje salido de una
película.
Pero
por lo que veo la corte no ha desaparecido. Han cambiado las formas pero no su
contenido. Están los aristócratas que salen en las revistas (en el HOLA digital
hay una sección dedicada a Casas Reales), y todavía sus bufones, futbolistas,
toreros, jugadores de golf, cómicos, cantantes… y los pillos y pillas que
flirtean y hacen pequeños negocios para sobrevivir. Como decía aquel, ¡¡¡joder, qué fauna!!!
(*) Según
datos de OJD la revista HOLA tira una media de 368.613 ejemplares semanales y
en 2016 tuvo una facturación de 87 millones
de euros, con un beneficio de 1,7 millones (tras algunos años de pérdidas en el peor momento de la crisis).
Como
viejo fan de The Kinks (el primer disco que me compré fue el "All
Day and All of the Night") he
recordado este “A well respected man” que habla de un hombre respetable, conservador,
que compra acciones y valores, adora las regatas, y espera hacerse con la
fortuna de su padre cuando pase a mejor vida.
Joan Margarit sigue en activo. Hace poco ha ganado
el Premio Pablo Neruda, de modo que el trayecto a través de su poesía no ha
terminado y se me ha hecho corto. Empecé las entregas hablando de mi viejo
deseo de que la vida tuviera música de fondo. La tiene. Solo hay que leer sus
poemas para entender que aguzando el oído, abriendo los sentidos, el viento
hace sonar un órgano en la noche (“Collserola”), las hojas secas un rumor de
batería (“Plaza Rovira”); que escuchar el hierro de los tranvías, que cuando
era joven pasaban por la Rambla, era hacerlo de una sonata de pobreza y rosas
(“Barcelona”);que la curva delicada de
un talón marca, despacio, el ritmo de la música (“Tarde de lluvia”), la música
que suena por todas partes, en la lluvia de las tejas, en elagua que mana en la cisterna, con su voz profunda,
o en la gotera, rítmica, que hace su solo en vuestra oscuridad (“Tormenta”), la
música última, quizás, que marca el ruido de ciudad en los cristales (“No tires
las cartas de amor”), y es, en “Querrán que te mueras”, el sonido del mar tranquilo, al
atardecer, mitad órgano y mitad violonchelo.
Joan Margarit en pleno recital
Se puede decir que Margarit es además
un compositor “sui generis”, un compositor que nos ha dejado un buen número de
canciones “de cuna”, “de la luna gris”, “de los lunes”, “de la mala mar”; “Tres
boleros para un recuerdo”, una “Balada de Montjuich”, una genérica “Melodía” y
un “Réquiem por Anna”, entre otras tantas, además de un bellísimo “Tango”, el
mismo que bailaban sus padres los domingos en el pasillo de la casa, como
recuerda en “Bandoneón”, poema de uno de sus últimos libros, “Misteriosamente
feliz”, que luego transcribo.
El
tango también sonaba en casa de mis padres, creo recordar que en algún disco de
Gardel y en una versión de “Yira yira” que Sara Montiel cantaba en los años
cincuenta o sesenta del pasado siglo. Pero para acompañamiento, uno de los
grandes, Leopoldo Federico, interpretando “El abrojito”.
Mi primer libro de poesía, “A la pintura”, era de Rafael Alberti
(Puerto de Santa María 1902). Me lo regaló un tío lejano que había
pertenecido al Partido Comunista cuando yo sólo tenía quince o dieciséis años.
Así que debo a ambos mi afición, si bien el tiempo y un mayor conocimiento de
su obra me han reubicado a Alberti como un poeta desigual, quizás excesivamente
prolífico. Un ejemplo de su tendencia a la canción es este villancico de su
etapa “popularista”.
Primer no —Pastor
que vas con tus cabras cantando
por los caminos, ¿quieres
darme una cabrita para que
juegue mi niño? —Muy
contento se la diera Si el
dueño de mi ganado, Señora ,
lo permitiera
Segundo no —Aceitunero
que estás vareando
los olivos, ¿me das
tres aceitunitas para que
juegue mi niño? —Muy
contento se las diera si el
dueño del olivar, Señora,
lo permitiera.
Tercer no —Ventero
amigo que estás, Sentado
en un ventorrillo, ¿quieres
darme una cunita para que
duerma mi niño? —Muy
contento se lo diera, si
hubiese sitio y el ama, Señora,
lo permitiera.
Pero como esto de las fiestas va por barrios (yo diría que casi por edades…) l@s amig@s Andrea Uña y Roberto López San José vienen preparando un recital de poesía antinavidad para el próximo día 28 de diciembre, con una nueva sorpresa, la actuación del cantautor Txo Braceras. A por ello!!!
He encontrado entre varias decenas esta vieja versión de "Santa Claus is coming town", de Bruce Springsteen con su E Street Band.
Hace unas semanas encontré esta obra de arte a unos metros de casa. Los propietarios, o quizás el mismo autor o autora, sea por hartazgo, falta de espacio, renovación decorativa,
arte en la basura
vete tú a saber…se había desprendido abruptamente de algo que en su momento debió tener sentido. La obra era, como se puede ver, un conjunto de colores llamativos, injustamente desordenados sobre una capa de montículos de pasta extraña.
Durante dos años asistí a clases del prestigioso “ruso”, un niño de la guerra que enseñaba dibujo y pintura en el Museo de Reproducciones de Bilbao. Entre aspirantes a arquitectos que venían a foguearse en dibujo artístico, decenas de jubilad@s y similares distraían dos horas de su tiempo diario en culminar obras generalmente naif que “el ruso” despreciaba a sus espaldas.
Como aficionado a la pintura creo que cualquier resultado ante unos centímetros de tela o tablero merece respeto, más allá de la torpeza del dibujo, la perspectiva, el uso del color; que siempre hay una intención, generalmente ingenua, que expele dignidad. A fin de cuentas el valor del arte contemporáneo es puro marketing, y sus actores, dominen o no el oficio (que los hay que no) acaban viviendo más de la firma que de la obra.
Obra callejera de "El Banksy de Orduña"
Pei-shen-qian, un artista callejero residente en Nueva York se dedicó durante veinte años a fabricar falsos Pollock, de Kooning, Rothko y otros (se ha demostrado que como simple imitación y no con afán suplantador), que eran vendidos como tales por una avispada marchante mexicana. En su momento me llamó la atención que uno de los ricachones estafados denunciara a ambos, pintor y marchante, porque la marchante se lo podía merecer, pero se supone que el pintor era al menos tan bueno como Pollock, a quien había sabido reinterpretar. Lo cierto es que las obras personales de Pei-shen-qian, ya casi ochentón, son vendidas a precios más o menos módicos cuando es él quien las firma.
Mural en el puente de Miraflores (Bilbao)
No quiero terminar sin referirme a dos pintores anónimos: al primero me he atrevido a nombrar “el Banksy de Orduña”, y digo anónimo aunque en una población que no llega a 5.000 habitantes, donde la gente se reconoce de lejos por la manera de andar, el anonimato es una entelequia. El otro anónimo es el autor de la maravilla que alumbra uno de los soportes arquitectónicos del puente de Miraflores, en concreto el que está en el barrio de La Peña. Centenares de paseantes pueden alegrarse la mirada a diario con esta proeza de la pintura/dibujo. ¿No es esa al fin y al cabo una finalidad del arte?
Me gusta Martin Scorsese; me fascina Nick Nolte; no puedo estar mucho tiempo sin escuchar "A white shade of pale"...
No deja de sorprender que haya fulanos que aborrezcan las que llaman "lenguas vernáculas" mientras se lanzan a la calle a disfrutar lo que apellidan "black friday". Claro, que de este fenómeno de la anglofilia no se libra ni el Jordi del "Omnium Cultural", que le puso Aranow Packaging Machinery a la empresa de la que es propietario (aprovecho la ocasión para pedir su llibertat, que lo cortés no quita lo valiente). Asín que mi propuesta es que celebremos un euskaldún Ostirala beltza, qué caray...
Pero vayamos al grano. Mi amigo Trespa me recomienda de vez en cuando maravillas musicales. Hace no mucho esta versión salvaje de la más conocida canción de Tomasito, "Camino del hoyo", con el rumbero desatado cantando y bailando a lo Chuck Berry. Una bestieza para semejante celebración...
Empecé las entradas dedicadas a Joan Margarit hablando de
los cassettes portátiles que aparecieron a finales de los años setenta del
pasado siglo y me voy a ir aún más atrás para recordar las gramolas,
seguramente el primer intento de arropar la vida con canciones de tres o cuatro
minutos. Parece mentira que parte de nuestra juventud transcurriera alrededor
de aquellos artefactos y que, por lo menos en mi caso, asociemos cierta clase
de música a ellos y a los autos de choque, donde la canción del momento sonaba
una y otra vez, durante horas.
Una gramola muy parecida a las de los bares de mi barrio
El prologuista de “Arquitecturas de la memoria”, antología
de 2006, dice que “la música nunca es un espacio indiferente. Los discos
sobrecargan el grave peso del ayer y lo contraponen a la eventualidad del
presente”. Supongo que Margarit, nacido en 1938, también rodearía alguna
gramola cuando era joven, y es, desde luego, contemporáneo de los pickups y los
vinilos, a los que hace abundantes referencias. En “Recordar el Besòs (1980)”,
un poema que describe una vivienda del Besós y su entorno, contrapone la
crudeza ambiental a la música de Bach, su compositor preferido. Así, entre “…un
montón de platos descompuestos, /pone un joven sus discos de trapero/ en un
viejo pick-up.”. El poema acaba con lo que parece una respuesta al entonces en
boga “no future” de los punks: “Únicamente Bach, / este mundo no tiene otro
futuro”.
Junto a la canción francesa, a la que dediqué la entrada
anterior, la música clásica es, con el jazz, una presencia permanente en su poesía. Un ejemplo es “Tchaicovsky”,
uno de los múltiples poemas dedicados a su hija Joana, afectada desde su
nacimiento por el síndrome Rubinstein-Taybe y fallecida en setiembre de 2001,
que se contrapone a “Nit fosca al carrer Balmes” (“Noche oscura en la calle
Balmes”), del libro “Estació de França” (“Estación de Francia”), en el que reconoce
que por un momento deseó su muerte: “Escucho la Patética y me veo/deseando la
muerte de Joana”, y denuncia “la complicidad de aquella música” fúnebre.
El poema “Jazz” está dedicado a otro de sus hijos, Carles
Margarit. Habla de la noche en que Carles, seguramente aún niño, descubre el centelleo
de un saxo, un instrumento que es, hoy día, su principal herramienta de trabajo
(“Avui aquell infant/és un músic de jazz”- “Hoy aquel niño es músico de jazz”,
del poema “Fill a l´hivern”). Vuelve al final del poema la idea de la música
que consuela, que “l´abrigarà de la desemparança” (“su abrigo contra el
desamparo”), que da calor (“l´escalf de la germana morta” / “el calor de
aquella hermana muerta”) y compañía (“La nostra compañía” / “Nuestra
compañía”).
No es excepcional que Margarit asocie la música de jazz a la
ternura, como la melodía que acompaña y transmite recuerdos, sea en soledad
(“Te gusta el jazz muy lento si estás solo”, del poema “Melodía”) o en el
escenario de los clubs, hoy desaparecidos o luchando aguerridamente por
subsistir. Garitos en los que hay “algú que crida amb veu enrogallada”
(“alguien que grita con voz enronquecida”), “hi ha aplaudiments; una copa
trencada” (“hay aplausos; una copa rota”), versos de una composición que no en
vano titula “Tendresa de fons” (“Ternura de fondo”).
Como ya reproduje “Remolcadors entre la boira”
(“Remolcadores en la niebla”), poema representativo de la influencia del jazz
en la obra de Margarit, rescato ahora “Concert a l´Europa” (“Concierto en el
Europa”), que subtitulado (Herb Heller 24/3/1991) dedica a la mítica sala de
Lleida y a un saxofonista de la costa oeste que, según parece, tocó con Charlie
Parker. El poema describe a un viejo músico de “cejas blancas” que, “dándose
masaje en las rodillas, sonríe y sigue el ritmo de la música moviendo la
cabeza”; que toca “como una alarma aérea” y “sostiene el saxo” como si fuera
“el fusil de un soldado que descansa, en su última noche, antes de la batalla”.
Es un corto poema de una gran belleza sobre el ocaso de la vida, así que nada
mejor que reproducirlo.
CONCERT A L´EUROPA
(Herb Heller, 24-III-91)
Podria ser un comptable o un profesor,
però fa quaranta
anys tocava amb Charlie Parker.
Comptables en som
tots, o professors,
però existeix l´instant durant el qual
un es pot escapar de la derrota.
Sota les celles blanques
tanca els ulls i desperten els seus llavis
el so d´alarma aèria del saxo.
Després del solo, seu a un tamboret
i es fa massatges
als genolls, somriu
I va seguint la música amb el cap.
Sosté el saxo entre els braços, el fusell
d´un soldat que reposa,
l´ultima nit abans de la batalla.
CONCIERTO EN EL EUROPA
(Herb Heller, 24-III-91)
Podría ser contable o profesor,
pero hace cuarenta años tocó con Charlie Parker.
Todos somos contables, profesores,
pero existe el instante en el cual uno
puede escapar de la derrota.
Bajo las cejas blancas, cierra los ojos
y sus labios despiertan
el sonido del saxo, como una alarma aérea.
Tras el solo, se sienta
y, dándose masaje en las rodillas,
sonríe y sigue el ritmo de la música
moviendo la cabeza.
Sostiene el saxo entre sus brazos,
el fusil de un soldado que descansa,
en su última noche, antes de la batalla.
Joan Margarit y su hijo Carles colaboran habitualmente.
Fruto de esa simbiosis son las dos versiones discográficas de “No era lluny ni
difícil” (“No estaba lejos, no era difícil”). Yo he elegido esta emocionante
interpretación sinfónica de “Cançó de bressol per la Joana” (“Canción de cuna
para Joana”) como una especie de resumen de esta tercera y penúltima entrada de
“La música consuela”. Que así sea...