PASTELES GUIADOS POR “EL NERVIO ÓPTICO”
PASTELES Y COPIAS.- Con la pandemia he vuelto a sacar los pasteles – me refiero a esa especie de tizas polvorientas – una técnica que, aunque sucia, te permite trabajar en pequeños formatos. Hace ya muchos años solía coger la bicicleta, un bloc y una caja de pasteles e irme a pintar por el valle de Arratia.
DE “EL CIERVO DE DREUX”
“...Hay, en realidad, dos Dreux en ese salón, dos escenas de caza pintadas a mediados del siglo XIX, pero a mí se me van los ojos hacia una, y aunque la descripción de cuadros sea siempre un incordio, no tengo opción: es una pintura vertical, en ella una jauría de perros acorrala a un ciervo, el combate animal está apilado en la parte baja del cuadro y en la parte alta, que juraría fue agregada después para adaptar la pintura a los altos techos del salón, hay un paisaje de cielos celestes, nubes encrespadas y un árbol genérico que podría ser cualquiera. Es una pintura bastante convencional, no se lo voy a negar, pero aun así me atrae. Es más, me pone nerviosa..."...Avanzaron despacio, había barro en el camino y el viento soplaba entre las casuarinas. «Es época de liebres, por ahí vemos alguna», dijo el chico. Cuando llegaron al final de la avenida pegaron la vuelta. A lo lejos, desde el bosque vecino, sonó un cuerno. Alguien llamaba a los perros para que regresaran. En ese momento a mi amiga se le hundió una bota en el barro. Forcejeó un poco para liberarla. Medio metro adelante, su compañero le ofreció la mano pero ella se negó: «Puedo sola», murmuró impaciente; un segundo después una bala perdida le entraba por la espalda a la altura del pulmón.
Se desplomó sobre el barro; el francés dijo que en su cara solo había sorpresa: «¿Esto era todo?», parecía decir. «¿Ya está?»...”
DE “EL ENCANTO DE LAS RUINAS”“...Hubert Robert no inventó la estética del colapso pero la llevó a su gloria. La poética de la ruina era la moda a fines del siglo XVIII y el joven Robert la había conocido a través de su maestro René Slodtz...
DE “REFUCILOS SOBRE EL AGUA”“...El cuadro se llama Mar borrascoso y está en el Museo Nacional de Bellas Artes. Mer orageuse se dice en francés, y la gárgara rasposa que producen las consonantes replica el rugir de las olas. En primer plano una ola cargada de espuma rompe contra las rocas; a la altura del horizonte, el agua y el aire se mezclan; más arriba, el cielo se desfleca en nubes rosadas. Es un óleo realizado en 1869 y mide casi un metro por un metro, el tamaño justo para colgar sobre la chimenea, si tuviera una. ¡Qué lindo ver arder un fuego debajo de ese mar!...""...Como pintor, Courbet era territorial, instintivo como un perro. Había crecido cerca de la cordillera del Jura, en una zona lluviosa donde el agua se filtra por la piedra caliza, los acantilados, las cuevas y los valles formando canales subterráneos. El mar de Courbet encuentra su textura en ese paisaje. La forma en que el pintor usa la espátula es diabólica: rasquetea la tela, raspa el óleo como si quisiera marcar una roca. Aun con toda su pose de machote del arte, sus tácticas y estrategias para ganar notoriedad, Courbet no deja de volver una y otra vez a la región de su infancia. Pinta el agua como un mineral fosilizado, una malaquita partida al medio…"
"...Una sola vez ella me habló a mí; fue la tarde en que nos íbamos. Me llevó a su cuarto y me mostró las paredes todas cubiertas por los collages. Fue como ver la ola de Courbet desde adentro.
—Ya casi terminé —dijo ella sonriendo, un poco demasiado, como alguien que lo ha perdido todo.
Meses más tarde supe que se había ahogado, cerca de la escollera del norte, una tarde en que el cielo estaba celeste y desflecado por nubes rosadas
Nos llamábamos igual, mi prima y yo. Recién ahora me doy cuenta de que nuestro nombre contiene al mar como un llamado, como una premonición…”



















