EL PLACER DEL
BUEN ACABADO
Hace unos días
asistí, casi de casualidad, a la presentación de “Truffaut París”, una de esas
obras que te reconcilian con el mundo. Digo “casi de casualidad” porque,
avisado del evento por el Instituto Francés, pensaba que se trataba de un
documental sobre el director de cine y su relación con la ciudad y me encontré
con la edición de lo que el autor calificó con humildad de guía fotográfica.
Veamos. Un
cinéfilo admirador de François Truffaut, Arturo Barcenilla, vecino de Iruña, va
a París en 1998 a la búsqueda inocente de algunos de los lugares de París que
aparecen en las películas del director francés para fotografiarlos. Las
primeras localizaciones exitosas, furtivas, casi con vergüenza, le animan a
proseguir. Bastantes años después, cuando el proyecto ya toma cuerpo y ha
retratado gran parte de esos escenarios, se va a permitir el lujo de dormir invitado
en una de las habitaciones en las que habita Antoine Doinel, el alter ego del
director. Reconozco haber olvidado muchas de sus películas y no me es nada
simpático el personaje de Doinel, pero oyendo a Barcenilla envidio ese trabajo
prolijo, que por el simple placer del buen acabado, sin la perspectiva siquiera
de ser publicado se encarna, nada más y nada menos que dieciséis años después,
en libro espléndido. Envidio la pasión con la que habla de ese trabajo y de
Truffaut, y sobre todo, lo pipa que se lo ha tenido que pasar todos estos años…