martes, 7 de junio de 2022

Piscinas 3

“La solución para no oír la música del vecino 

es huir a un sitio que él no puede pagar” 

J. Dioni López

PISCINAS (3)

Se solía decir en mi juventud que la duquesa de Alba podía ir desde Huelva a Girona sin pisar terreno que no fuera suyo. Pues bien, según un curioso libro que he leído recientemente, el famoso nadador del cuento de Cheever, interpretado en la pantalla por Burt Lancaster, casi podría hacer lo mismo sin dejar de nadar por la misma ruta. Tal es el despropósito que ha inundado, nunca mejor dicho, de piscinas las montañas, los páramos, valles, secarrales y barrios de la península.

El libro en cuestión tiene como título “La España de las piscinas” y su autor es el periodista y profesor de lectura y escritura Jorge Dioni. Esta última dedicación, la de profesor literario, se nota a lo largo del volumen, porque aligera la densidad de un texto que podría ser árido, al estar dedicado a la economía y el urbanismo.

Recuerda Dioni que el primer ministro de la Vivienda del franquismo, un falangista llamado José Luis Arrese, es aún a día de hoy el teórico de la política de vivienda que rige en el estado. Su “primero la vivienda y después el urbanismo” sigue siendo la máxima de una economía que, basada en otra de sus impagables citas, “queremos un país de propietarios, no de proletarios”, reincide una y otra vez en construir lo que no se necesita, por más que haya gente que aún tenga que vivir debajo de un puente. Entre 1997 y 2006 nada más y nada menos que cinco millones de viviendas.

El primer modelo de Arrese era el de construcción pública, un millón de viviendas entre 1955 y 1960, pero cuando, derribado por los jóvenes del Opus, él mismo se desprende del yugo y las flechas y pasa al sector privado, es, junto a otros, como José Banús (sí, el que da nombre al puerto marbellí de la jet y las mafias del este), uno de los promotores del modelo urbanístico actual, que “no tiene como objetivo el acceso a la vivienda, sino la creación de un mercado inmobiliario”. Ya no se trata de crear propietarios, sino de forrarse con ellos.

Cartel de David Hockney,
fanático piscinero,
para los JJOO de 1972


Para hablar del urbanismo de piscina hay que mentar a otro teórico, el arquitecto José Mangada. Primer consejero de Ordenación del Territorio de la comunidad de Madrid en los años 80, con gobierno del PSOE, Mangada diseñó una ciudad amable, con amplias zonas verdes, baja densidad, comunicaciones, equipamientos y…….piscinas. Cuenta Dioni que el entonces presidente de la comunidad, Leguina, abrumado por el éxito de la propuesta pero paulatina derechización del voto en los barrios le espetó: “Oye, no hagas más viviendas cooperativas porque votan al PP”. Frase que, vista la evolución del mismo Leguina, es evidente que hoy no pronunciaría.

La tesis principal del libro es, en consecuencia, que el urbanismo crea ideología, algo que el autor demuestra sazonando las páginas con la evolución del voto en los barrios “piscineros” de la “ciudad dispersa”, entendida como un refugio de las llamadas clases medias aspiracionales, concepto este, el de clase media, que es ya más una actitud o un deseo que un concepto objetivo basado en la renta de sus sujetos.

Concebido como un islote “frente a la oleada globalizadora, los nuevos bárbaros que quieren arrasar la civilización”, no importa si el barrio carece de un centro de salud, transportes y escuela pública, incluso de un centro comercial. Para eso están las circunvalaciones y las rotondas, también el orgullo de que tus hijos van en autocar y de uniforme a una escuela concertada y desarrollan actividades extraescolares en negocios con nombres generalmente ingleses.  

La piscina es por tanto una metáfora del proceso mental que lleva a un vecino de barrio obrero a creer que ha subido varios pisos en la escala social, cuando lo que realmente hace cuando llega a casa en verano, después de un montón de horas de curro a precio medio, es solo darse una chapuzón de irrealidad. 

Y es que el espejismo funciona, y de qué manera... Según el índice Ned Merrill (una sorprendente estadística que mide el número de piscinas por 100 habitantes) hay pueblos, como Espartinas en la provincia de Sevilla, con 16 piscinas por cada 100 habitantes. La escasez de agua por la depredación de un medio natural tan imprescindible o la desecación progresiva de espacios naturales como Doñana o Las Tablas de Daimiel, el pueblo de mi abuelo materno, es lo de menos. 

Pero lo mejor es leer el libro. Goza del divertimento de una tragicomedia

Pensando en otros discos he recordado a Egberto Gismonti, uno de los músicos de "Mágico", vinilo al que fui adicto a principio de los ochenta del pasado siglo, y encontrado esta versión en directo de la bellísima "Agua y vino", con Franco Luciani en la Sala Sinfónica "La ballena", así que creo que no desentona entre piscinas...


https://youtu.be/GZW9hKQ1foY