lunes, 10 de mayo de 2021

Abel Capellán

 ABEL CAPELLÁN, PINTOR DE CARTELONES...

autorretrato de Capellán

Según estudios más o menos atrevidos el número de personas que han pasado por el mundo asciende a unos 107 mil millones. Como es obvio de la mayoría no sabemos absolutamente nada, salvo que forman parte de un dato estadístico. De hecho, y esta vez según análisis pormenorizados, hay constancia de 2 millones y medio de biografías más o menos desarrolladas, lo que nos permite saber de personas concretas y no únicamente de restos corpóreos, útiles, herramientas, fotos de desconocidos u otros legados anónimos.

Hace unos días me acordé de Abel Capellán. Me lo presentó una compañera de trabajo, pintora como él, el día que se jubilaba con 66 años, hace ahora otros 28. Me pareció un tipo simpático, y ante mi curiosidad me invitó a visitar su estudio/taller. No lo hice, no sé porqué razón, y al recordarle ahora pensaba que lo tenía en Barakaldo y no a apenas cincuenta metros de casa, como he podido confirmar. Este hecho me hace pensar en la capacidad selectiva y consoladora de la memoria, porque creo que no haber hablado más con él y conocer de cerca la técnica que usaba para elaborar cartelones de hasta ocho metros metros de altura, que él asociaba al travelling cinematográfico, fue un gran error.

Bueno, me he puesto a escribir y no he advertido que Abel Capellán fue uno de los artistas que decoraba con murales los cines de Bilbao, principalmente los del desaparecido Capitol. En el momento de su jubilación Capellán era todo un personaje, principalmente en nuestro barrio, y pinturas con escenas costumbristas adornaban las paredes de algunos de sus bares, el más conocido el desaparecido Mesón de La Rioja, de modo que al pensar en dedicarle este blog creía que me sería fácil encontrar detalles de su vida y obra en internet. No es así.

cartel del cine Capitol
Supongo que eso de tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol ( no sé si es ese el orden) tiene que ver con la necesidad de trascender, de dejar huella y pensar que algunos de nuestros tejidos e ideas permanecen entre los vivos. A esos vestigios de trascendencia habría que añadir, cómo no, pintar un cuadro, y en nuestros días figurar en la wikipedia, o aparecer por lo menos en la nube, aunque sea en un humilde blog como este. Pues bien, mientras su primer compañero artístico, un consagrado Agustín Ibarrola exponía cuando escribía estas líneas en la sala Recalde con una especie de retrospectiva, el fantasma de Capellán, fallecido en diciembre de 2001, se repliega en internet con un único artículo del periódico mensual que el ayuntamiento dedica a la cultura, un breve reconocimiento del barrio de Otxarkoaga y algunas, pocas referencias a cuadros subastados con bajo precio de salida. Nada más.



No he tenido mejor suerte buscando fotos de las fachadas de los cines para los 
Cuadro del Bikarregi
que trabajó, con la esperanza de captar unos cartelones que a la gente de edad nos devuelve a un mundo de imágenes colosales, hoy día casi naif. Tampoco de los decorados que hizo para el teatro Arriaga o los retratos de los primeros Lehendakaris, quien sabe si arrumbados en la sede del partido nacionalista. Las fotos que he conseguido ni siquiera parecen hechas con la intención de captar el trabajo del artista y son de pésima calidad. Desaparecido el Mesón La Rioja, solo queda un cuadro del pintor en el barrio, el que cuelga al fondo del Bikarregi rodeado de txapelas y cajas de patatas fritas, que he ido a fotografiar un día de estos antes de que también desaparezca.

Según he leído, su maestro, Rodríguez Ortigado, consiguió que dos de sus carteles de pequeño tamaño fueran adquiridos por el Museo de Bellas Artes, pero los grandes murales, obras efímeras que duraban apenas una semana son, como los de Abel Capellán y él mismo, un legado que se diluye lentamente con el paso del tiempo.




decorado en el cine Tivoli de Barcelona


El cine Tívoli de Barcelona iba un paso por delante. Sus grandes estrenos se acompañaban con grandes carteles y otros elementos visuales. Creo recordar las siluetas del séptimo de caballería en su vestíbulo para algún western y la estructura de cartón del puente sobre el río Kwai en la película del mismo nombre. La escena de su silbido colectivo, basado en una canción popular de 1914, “La marcha del Coronel Bogey”, demuestra la maestría de David Lean, y cuando te enteras de que su letra, adaptada a la época, se burlaba de Hitler diciendo que solo tenía un huevo te acuerdas de Franco, nuestro dictador de bolsillo, del que en un lugar común se decía otro tanto.







https://youtu.be/JWXWszYK0HE