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viernes, 24 de junio de 2022

The Searchers

 THE SEARCHERS 

EL DRAMA DE LOS SEGUNDONES

Me parece recordar a “Poupou”, Raymond Poulidor, como un ciclista un tanto atípico, de osamenta ancha, una estructura física alejada de la extrema delgadez de la mayoría de los ciclistas de fondo. Supongo que es más una impresión que una certeza, porque pese a que era el prototipo de deportista segundón, leo ahora que ganó cerca de 200 veces entre etapas, criteriums y vueltas, entre esas el campeonato de Francia, la Milán-San Remo, Flecha Valona, París-Niza, Dauphiné Liberé o Vuelta a España de 1964, y eso no se hace con un culo rebosante y exceso de peso.

Poupou
Pese al tópico de segundón, “poupou” era un ídolo mundial y la afición siempre soñó, me incluyo, con verle doblegar a los líderes de la época: Jacques Anquetil y Eddy Merckx. Imagino que tiene que ver con el deseo de revancha de los “perdedores”, más si uno, como es el caso de Poulidor, además de un tipo muy guapo no era precisamente un perdedor. El problema era que otros le ganaban.

A The Searchers (nombre extraído de una película de John Ford) les ocurrió otro tanto: coincidir con la banda más ganadora de todos los tiempos, The Beatles, y el agravante de hacerlo en su propia ciudad, Liverpool. Si hubieran sido originarios de otra villa británica, como los Rolling, quizás hubieran podido llegar a tratar de tú a tú a los de Liverpool, pero intentar hacerlo en sus mismas calles y clubs era un atrevimiento. Tuvieron un tercer hándicap, y es que, pese a las aspiraciones compositoras de Chris Curtis, el batería del grupo, todos sus éxitos fueron versiones de otros cantantes o conjuntos.

Sin embargo, hace unos días, escuchando en el coche una recopilación de bandas inglesas de los años sesenta del pasado siglo, llegué a confundirles con los Beatles. Así de bien sonaban los segundones del movimiento merseybeat que invadió las emisoras hasta mediados de la década, cuando tras la salida de “Revólver”, el disco que dio un giro a los número 1, estos segundones decidieron dejarlo.

Aprendo también, preparando estas líneas, que Curtis fue fundador con Ritchie Blackmore y Jon Lord de Roaundbout, predecesora de otra banda mítica: Deep Purple.

Para la ocasión y quienes no les conozcáis, cuelgo la primera canción que colaron en las listas yanquis, “Needles and pins”, de 1964, donde se aprecian juegos vocales que recuerdan a los Beatles, y “Sweets for my sweet”, quizás su pieza más conocida, tanto por su versión como la de Jackie DeShannon.

No he podido evitar meter a la propia Jackie DeShannon versionando la primera de ellas, “Needles and pins”, con los Searchers de comparsas bailongos. Así podéis comparar. Por cierto, ¿los que están al borde del escenario no son los Beatles? y por cierto, ¡¡¡qué bien la canta la DeShannon!!!

Empieza el verano!!!



https://youtu.be/zQDi1KRJJeY



lunes, 25 de febrero de 2019

Atletismo


EL NEGRO FUTURO 

DEL ATLETISMO ESPAÑOL

Siempre que un concurso atlético me pilla con la tarde libre por delante, agarro el mando y no lo suelto hasta que veo la pista casi abandonada con los últimos momentos de alguna prueba de salto o lanzamiento.

Así que para alguien que ha visto volar a Bob Beamon más allá de los 8,90 metros en aquel milagroso 1968 en el que pasó de todo, vivido las grandes reyertas entre Ovett, Coe y Cram en el 1.500 a principios de los años ochenta del pasado siglo, o a Aouita o Gebrselassie dominar todas las carreras de fondo entre los 800 y el maratón en décadas sucesivas, difícil es que algo le sorprenda.

No vi correr a Zatopek, al que en su tiempo llamaban “la locomotora humana”, pero he leído el libro que hace unos años le dedicó Jean Echenoz, demasiado triste, pero seguramente la mejor metáfora sobre la rapiña patriótica con que el poder se jama a sus héroes deportivos. 

Pues bien, hace dos fines de semana tuve la fortuna de presenciar el campeonato de España de atletismo en pista cubierta. Alejado del tonillo machista y todavía casposo de los comentaristas futboleros, el de los que se dedican al atletismo tiene un aire familiar, a veces incluso excesivo, porque conocen el estado físico pero también el anímico de l@s atletas y sus entrenador@s.

Así que no hay problema. Aunque estés desvinculado algún tiempo de la actualidad atlética, que esto no es como el fútbol deporte de lunes a domingo, es relativamente fácil ponerte al día, saber la evolución, las marcas, el estado de forma, el futuro inmediato de sus protagonistas, y en este caso, emocionarte, ya que esas protagonistas han sido mujeres y además de color negro, es decir, hijas de los migrantes que los macho alfa del panorama político estatal parecen empeñados en echar a palazos, salvo que lo evitemos.

De color negro es Jaël-Sakura Bestué, paisana mía pero de padre guineano, campeona de 60 metros lisos en pista de cubierta y de 4x100 y 200 metros al aire libre con solo 18 años.

Otra que parece no tener límites es María Vicente. También catalana, pero hija
María Vicente ganando 60 metros vallas
de emigrante cubano es, con 18 años, campeona y récord del mundo de pentatlón sub-20, prueba que, como es natural, dominó en el campeonato.

Negra y también hija de guineana es Salama Celeste Paralluelo, que con 15 años ya ha sido medalla de bronce en 400 metros. En los tres días que duró el campeonato batió su propia marca otras tantas veces, pero lo más sorprendente de esta chica es que también es campeona del mundo de fútbol sub-17. Una pasada para alguien que es solo una niña.
Ana Peleteiro

La más veterana es Ana Peleteiro aunque solo con 23 años. Gallega adoptada, fue campeona del mundo junior de triple salto con 16 años y está empeñada en serlo en categoría absoluta. Ya fue tercera en pista cubierta el pasado año.

La irrupción de semejante negritud, con el rasgo añadido de que no se trata como otras veces de mercenarias sino de hijas de migrantes, es ilusionante y espero que imparable, por más muros y concertinas que se inventen. 

Sirva esto como anticipo de los campeonatos de Europa de Glasgow del próximo fin de semana (preparad el mando para conectar con Teledeporte) y de la celebración del próximo 8 de marzo.












Daymé Arocena pertenece a una nueva generación de cantantes cubanas que como ella misma afirma no puede considerarse integrante de una cultura nativa que no existe.
"No tenemos un pueblo indígena como el Maya o el Quechua. Hicimos un país con un gente de todos lados, eso es lo que distingue a la cultura cubana", afirma. 
Para muestra una rumba.




jueves, 31 de enero de 2019

Piscinas 2


PISCINAS 2

Enseñé a nadar a mis dos hijas en el Polideportivo de Begoña, así que, aunque dejé de frecuentarlo hace tiempo, tiene para mí un gran valor sentimental. Dejé de hacerlo porque pese a su magnitud está absolutamente petado, ya que abastece de ocio deportivo a unos cincuenta mil habitantes de los barrios bilbaínos de Txurdínaga y Santutxu. Al ser este último uno de los más densos de Europa, en los días calurosos del verano sus piscinas descubiertas parecen ubicadas en una metrópoli oriental.

La piscina de Atxuri, con la iglesia de la Encarnación al fondo
En la actualidad frecuento las de Atxuri y La Peña, también barrios populares a las que acuden diversas especies de nadadores, solitarios o en grupo, a veces singulares y hasta exóticos... hace poco un setentón que combinaba bermudas con chaleco y corbata mientras escuchaba reggae a todo volumen.

Y es que las piscinas, como cualquier espacio público, tienen su idiosincrasia, sus peculiaridades, su historia colectiva y personal, y aunque la natación es un deporte individual y siempre defiendo que introspectivo, también proporciona historias, anécdotas, reflexiones. Podría hasta decirse que los vestuarios son reductos con una doble desnudez, la física y la moral.

A mí me encanta coincidir con grupos de chavalotes de alguno de los colegios “pobres” del entorno, casi en su totalidad negros o latinos. Un día felicité al “profe” por lo bien que llevaba a aquel rebaño de ovejas negras, nunca mejor dicho, consiguiendo que su adolescencia resultara amable. También por su tenacidad al seguir dirigiéndose a ellos en euskera. A menudo yo también hablo con ellos. Me explican sus cosas y me doy cuenta de que si hay algo que nunca cambia es la inocencia salvaje (pedazo de oxímoron) de los jóvenes, una virtud que caracteriza una a una y una tras otra a las generaciones que nos han precedido e, imagino, que nos sucederán.

La Piscine de Roubaix en la actualidad
En los vestuarios también se habla de religión, de política, generalmente local, y cómo no, de deporte. Los nadadores somos, como cualquier deportista, mentirosos. Los más veteranos exageran sus largos y los más jóvenes sus marcas, pero hay también momentos de solidaridad, y hasta de ternura. En Atxuri suelen chapotear grupos de personas con problemas cognitivos y psicomotores que parecen mejorar su humor y su autoestima ante la perspectiva de flotar, pienso que lo más parecido a volar. Esta última piscina, construida en 2008, me parece de una gran dignidad arquitectónica, especialmente su bello techo de láminas de madera, que invita a nadar espalda. Pero si hablamos de arquitectura hay que hacerlo de dos piletas francesas de parecida época, La Piscine de Roubaix y la Molitor, en París.

La primera (http://www.roubaix-lapiscine.com/le-musee/la-piscine/) convirtió hace tiempo su espacio art déco en Museo del arte y de la industria tras cincuenta años de existencia.

En cuanto a la Molitor fue fundada en 1929, y en ella se bañó Boris Vian pocas antes de morir, historia recogida en un cómic que hace años publicó Editorial Impedimenta (http://impedimenta.es/libros.php/piscina-molitor). La piscina fue recobrada recientemente como hotel de semilujo y sirvió de escenario en “La vida de Pi” ( https://youtu.be/nxuWOzJ_Vn4).

Piscina Molitor

En fin, donde hay una piscina o un océano que echarme a la espalda allí estoy para recrearme en sus muros y en sus fondos, Poznan, Hammamet, Neiva o Ziguinchor, mientras pueda. Al fin y al cabo nadie sabe cuándo ni dónde va a dar su última brazada…

















En estos tiempos de fervor patriótico parece apropiado escuchar a Boris Vian, escritor, ingeniero, trompetista y cantante, además de nadador frecuente, interpretando “Le deserteur” (El desertor), canción dirigida al presidente de la república francesa en el contexto de la guerra de Indochina.  




jueves, 17 de enero de 2019

Piscinas 1


PISCINAS (1)

No hace tanto que usé un montaje audiovisual de “El nadador”, swining movie a la mayor gloria de un Burt Lancaster que se recorría todas las piscinas de su localidad, lo que me ha animado a calmar mi pasión por el medio con mi propia travesía histórico-virtual. También para una cierta revisión arqueológica de la Barcelona desaparecida.
Vestíbulo de la antigua piscina del CNC en la
Travassera de Gracia

La primera pileta (palabra en franco desuso) en la que me bañé casi niño era una cesión de Baños Populares de Barcelona al Club Natació Catalunya (CNC). Ubicada junto al cine Delicias, exhalaba un penetrante olor a cloro que alcanzaba la acera de la Travessera de Gracia de Barcelona. Recuerdo el vestíbulo y la zona de acceso como un decorado con cierto empaque arquitectónico, pero los vestuarios, con el suelo permanentemente mojado, eran más bien cuarteleros. Teniendo en cuenta que ahora busco piscinas poco concurridas, en las que hacer decenas de largos sin compartir calle, no recuerdo que éstas estuvieran separadas por corcheras, de modo que en aquel caos espacial los bañistas se dedicaban más a jugar que a hacer deporte. Tengo que confesar que eso era precisamente lo que buscábamos.

La piscina fue cerrada y convertida en un local de baile llamado Trocadero, muy conocido en su época y también desaparecido. Entré contadas veces en esa discoteca, pero recuerdo haber visto allí a un grupo de rock progresivo llamado OM, que lideraba Toti Soler, y a Donna Hightower cantando jazz con bastante dignidad.

“Piscinas y Deportes”, en la otra punta de la ciudad y hoy día una de sus zonas más caras, era, con los baños de playa de la Barceloneta, el espacio lúdico del verano. Se trataba de un complejo de tres piscinas, campos de fútbol y amplias zonas ajardinadas que absorbía a bañistas venidos de los barrios populares, en los que no había este tipo de servicios.

Nadar, lo que se dice nadar, era prácticamente imposible entre cientos de jóvenes y niños que gamberreamos sin descanso. Sí recuerdo que en una de las piscinas había un trampolín con varias palancas desde el que, con peligro evidente, se tiraban los atletas más aguerridos.
Piscinas y Deportes

Ya más mayor jugué a menudo a fútbol en uno de sus campos de tierra, normalmente bastante bien cuidados en comparación con los cercanos del Remedios o San Juan de Dios. Este último no solía usarse habitualmente. Recuerdo que en una ocasión uno de los extremos se tropezó en una internada con un objeto duro. Se trataba de una bicicleta abandonada entre hierbajos. Tal era la conservación del campo de juego.

El CNC (https://www.cncatalunya.cat/cat/seccio/veure/7), que con anterioridad había residido en la Barceloneta, consiguió sobrevivir a partir de los años ochenta junto al Parc Güell, y allí sigue. Fue entonces, cuando empezaba su momento de mayor gloria gracias a varios campeonatos y subcampeonatos de Europa de waterpolo, cuando me hice socio. Por entonces aún se podía correr por los caminos del parque con cierto desahogo y luego ir a nadar rodeado de tíos como torres que hacían centenas de largos sin descanso.
Seguirá...



La casualidad ha hecho que hace unos días viera “Cegados por el sol”, versión moderna de “La piscina”, en la que un desatado Ralph Fiennes ofrece una de sus mejores interpretaciones. He aquí su bailoteo a cuenta del “Emotional rescue” de los Rolling. BUFFF!!!





lunes, 24 de septiembre de 2018

Nadando en Banyoles 2018


NADANDO POR SEGUNDA VEZ 
EN BANYOLES
Se atribuye decir a Baroja que los “nacionalismos se curan viajando”, una frase muy loada, paradojas, por determinados nacionalistas cuando no hablan de sí mismos. El problema es que el nacionalismo no es una enfermedad que sanar, sino un sentimiento identitario que, pueda o no compartirse, goza de una legitimidad que nadie debería discutir.
Por segunda vez (http://charlievedella.blogspot.com/2017/10/lestany-de-banyoles.html), y con la excusa de superar mi marca del año pasado, el domingo 16 de setiembre volví a lanzarme al agua del Estany de Banyoles para “viajar” por su superficie entre 1.400 nadadores. Se daba la circunstancia de que era el 75 aniversario de la primera travesía y la organización conseguía batir el récord de participantes (2.700 contando todas las modalidades y distancias), así que el momento era especialmente emocionante.

Pero antes de navegar durante 46 minutos y 28 segundos con la mirada puesta en un fondo vítreo de color turquesa, un intervalo muy útil, como todos los deportes individuales, para la introspección, me gustaría mencionar otro detalle del viaje, eso que no se hace para curar una patología identitaria ni para “dilapidar espacio”, pero sí sirve para aprender.
A mitad de camino elegimos Ayerbe por casualidad, o mejor, pura y simplemente porque está cerca del castillo de Loarre, una fortaleza que había visto muchas veces en internet. Esta rinde con creces lo que promete: un bastión espectacular desde el que Sancho III de Navarra controlaba la Hoya de Huesca. Ahora sirve como inigual localización para películas (“El reino de los cielos”) y series varias.
Cuando la suerte te acompaña y caes en un hotel regentado por alguien culto y sensible (Liam Neilson, que allí descansó, así lo agradece) el viaje se convierte en aprendizaje, y en solo unas horas conoces realidades que en un pueblo tan pequeño y en una comarca casi de paso sorprende: un grupo de seis artistas cincuentones forma una cooperativa; jóvenes emprendedores mantienen un negocio sostenible y de timbre ecológico con productos de la zona, y el hecho de que una mujer llamada Habiba Bahdi lleve el timón de la principal pastelería/panadería del pueblo, nos invita a imaginar que el fundador del pueblo, Yahyà b. Mundir al-Muzaffar, fue quizás paisano suyo.
La plaza Mayor de Ayerbe con la torre del Reloj
Todos nos hablan de las dificultades de mantener sus negocios contra la corriente de una turistificación adocenada, del poco apoyo de las instituciones, también, en tono autocrítico, de la manía de echar balones fuera, pero sobre todo de lo mucho que su tierra ofrece si los itinerarios de la globalización fueran más razonables. También nos subrayan las muchas cosas que en tan poco tiempo hemos dejado de ver. Concluyendo, que habrá que repetir.
Banyoles sí está en un itinerario más oficial. Se lo ha ganado a pulso creciendo con prudencia, cuidando y explotando su belleza natural, y acabando con sus viejos demonios. No en vano, en el club náutico de este pueblo, que durante años exhibió a un africano como animal exótico (https://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20161022/411000402862/negro-de-banyoles-museo-darder-catalunya.html), ahora te atiende una chica negra con hiyab y en català, por supuesto. Así lo hacen muchos de sus miles de emigrantes (el 18,75% de la población), que deambulan y trabajan en una población que ya vive la república catalana como un imaginario colectivo muy mayoritario.
En fin, la identidad es libre. Estos dos últimos años he sentido el orgullo y la emoción de pertenecer a una colectividad esporádica, la que desde hace 75 años se tira al agua para recorrer los 2.150 metros que separan los límites del lago de Banyoles. Para quienes viven ese imaginario y para los que no acaban de entender que las personas y los pueblos tienen derecho a desarrollarse como deseen, supongo que este tipo de identidades es propio de “esnobs” sin una patria que echarse a la espalda, pero es que uno tiene una edad ya difícil para entrar en razón...

A raíz de mi zambullida del año pasado revisé “El nadador”, película basada en un cuento de John Cheever que protagonizó un todavía atlético Burt Lancaster. Aunque a mi modo de ver la película ha envejecido mal, la idea de ese nadador que recompone su vida atravesando a nado las piscinas de sus colegas ricachones de Connecticut, es característica del cine de la época y casi un clásico de culto.
He encontrado una especie de trailer acompañado de una canción de Ray LaMontagne, un músico que no había nacido cuando se hizo el film.


miércoles, 11 de noviembre de 2015

EL AQUASPINNING


Como ya advertí en un blog de hace unas semanas he decidido poner a salvo mis caderas, dejando de correr, y me he convertido en nadador nocturno, esa especie de personajes solitarios que permanecen en silencio mientras se desnudan en los lúgubres vestuarios de los polideportivos públicos. Bueno, no voy a insistir en su descripción; para eso ya estaba el poema de Manuel Vilas que publiqué el mes pasado (http://charlievedella.blogspot.com.es/2015/09/los-nadadores-nocturnos-otro-poema-de.html).  

Esta vez vengo a hacer una defensa corporativa del gremio. Veamos: en el polideportivo de mi barrio suele haber dos calles de ida y una de vuelta para nadar en los diferentes estilos que uno sea capaz de practicar, un número un poco apretadito en horas punta, en las que los nadadores nocturnos aparecemos como una plaga dispuesta a adelantar, variar el ritmo o el estilo, con tal de hacer un largo tras otro, como autómatas aventados. Parece de recibo que una, e incluso dos de las calles de la pileta estén dedicadas a enseñar a
nadar a renacuajos a menudo asustados y llorosos, pero hay algo que me viene irritando últimamente, a saber, que la calle “formativa”, para entendernos, se destine habitualmente a la práctica del “aquaspinning”, una moda de deporte semiacuático, para modernos y similares, robando una calle a los nadadores clásicos.

Creía que las piscinas eran para nadar y las bicicletas, además de para el verano, un medio de locomoción ecológico y saludable, pero la moda de los deportes híbridos ha llegado al paroxismo con estos grupos de ciclistas pedaleando dentro de una piscina a ritmo de música electrónica. 

Como en otros casos he hecho repaso al pasado, y he recordado a los ciclistas “de paseo”, una modalidad que ya no existe, a mi modo de ver desde que la circulación convirtió al ciclismo en deporte de riesgo y sus practicantes de cualquier índole se uniformaron con casos y gafas que los hacen irreconocibles. Como contraste he rescatado esta foto del

viaje que hice por el litoral de Galicia hace tres décadas y me he quedado perplejo al observar mi vestimenta, más propia de un turista que va a la compra que de un viajero que se  pedalea la costa de Vivero a Pontevedra. Recuerdo que en los veintitantos días que duró el viaje solo me crucé con otro ciclo turista en una carretera secundaria cercana a Cedeira. Nos dio tanta alegría que empezamos a levantar los brazos y a gritar como locos. Supongo que ninguno de los dos pensó que treinta años más tarde podíamos acabar viajando en una bicicleta estática sumergida en metro y medio de agua clorada. Pero es lo que hay.

Para musicar el blog, una de mis canciones favoritas de Francesco de Gregori: “Il bandito e il campione”.

jueves, 15 de agosto de 2013

Kid Paret y Emile Griffith

KID PARET, EL BOXEADOR QUE 
LLAMÓ MARICÓN A EMILE GRIFFITH

Lo confieso, cuando era un adolescente me gustaba el boxeo. A los catorce años me metía en la cama con un transistor y escuchaba clandestinamente la retransmisión de las veladas de los jueves en el Price de Barcelona. Estaba más empapado de los púgiles de la época que de los futbolistas que poblaban los diarios deportivos de BCN. Podría falsear afición tan políticamente incorrecta con un repaso a las películas que el cine ha ido dedicando a ese deporte, pero por mucho que algunas sean auténticas obras maestras, en aquel entonces o aún no habían sido estrenadas o yo no las conocía. Así que no hay nada que me disculpe. Tampoco la tipología canalla de sus protagonistas; esa pléyade de chulos de barrio golpeándose entre doce cuerdas como nuevos gladiadores. Pan y circo.

Benny Kid Paret era uno de ellos. Pasó infancia y juventud de trifulca en trifulca con otros gallitos de los arrabales más pobres de Santa Clara (Cuba), donde cortaba caña por un dólar diario, hasta que un entrenador vio sus cualidades físicas, encontró un patrocinador que regentaba una carnicería y le convirtió en el “ídolo de los matarifes”. Siendo todavía Bernardo Paret ganó 26 combates como amateur y sufrió una sola derrota a manos un tipo que le sacaba peso, estatura y malas artes.

Kid Paret


Cuando Fidel Castro prohibió el boxeo profesional, los mejores púgiles de Cuba fueron a buscarse la vida a los Estados Unidos. En manos de mafiosos dispuestos a sacar el mayor partido de sus músculos, Kid Paret recorrió varias categorías, incluso la de los semipesados, muy por encima de su talla y morfología. Era un “echao palante” que ni siquiera aprendió a leer y escribir, un faltón dispuesto a comerse el mundo con los puños. 

En abril de 1960 conquistó el campeonato mundial de los pesos welter, un entorchado que perdió y recuperó enfrentándose a uno de los mejores boxeadores de la categoría de todos los tiempos: Emile Griffith.

En el intermedio, los mentores de Kid Paret se aprovecharon de su carácter bravucón y concertaron una pelea con el rey de los pesos medios. Pretendían que ostentara la corona mundial en dos categorías luchando con un contrincante desigual, de mayor peso y envergadura. Todas las peleas de Kid Paret eran cruentas. No era el mejor púgil de la generación cubana que desembarcó en los Estados Unidos pero sí el mejor encajador, con una resistencia al castigo que lindaba lo inhumano. Así que en diciembre de 1961 Kid Paret le aguantó 10 asaltos a Gene Fuller, el rey de los medios, en una de las peleas más sangrientas que se recuerdan.

Solo 4 meses después, el cubano se presentó al pesaje para defender el título inferior ante Griffith con un certificado médico que le habilitaba y su verborrea habitual. Emile Griffith era un atleta espectacular. Lo habían descubierto por casualidad, mientras trabajaba con el torso desnudo en una fábrica de sombreros para mujer. Con solo unos meses de entrenamiento se subió a un ring y en poco tiempo disputó el campeonato del mundo. Solo tenía un “defecto”: se decía que le gustaban los hombres, un tabú en aquel tiempo, más si uno era un gladiador, el prototipo de macho alfa. 

Dice la leyenda que Kid Paret llegó al pesaje contoneando las caderas y la mano en el culo, y que cuando vio acercarse a Griffith le llamó maricón sin más preámbulo. Es verosímil. Al “indio Nevares”, todavía en Cuba, le dijo que le iba a quitar el arco y las flechas, y era habitual oírle burlarse de sus contrincantes. 

También se dice que tuvieron que separarlos y que la frase fue el motivo del ensañamiento de Griffith en el duodécimo asalto de la pelea que les enfrentó a las pocas horas: veintitantos golpes en una de las esquinas del cuadrilátero con la televisión en directo (ver enlace en siguiente viñeta).  Éste no volvió a recuperar el conocimiento. Falleció diez días después. Pese a la paliza, es mayoritaria la sensación de que el cubano empezó a morir en el combate que había librado con Fuller unos meses antes, del que no tuvo tiempo de recuperarse debidamente.

https://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=E_hgassgD94
Sigue la leyenda que Griffith, que boxeó hasta los 47 años, no volvió a golpear con todas sus fuerzas y se convirtió voluntariamente en una esgrimista que ganaba los combates a los puntos, lo que, unido al reconocimiento de su bisexualidad, agrandó el mito iniciado con la muerte del cubano. Griffith falleció el 23 de julio pasado y los medios de comunicación recordaron con unanimidad la frase que resumía los años posteriores a la tragedia que acabó con su contrincante: "Sigo preguntándome lo extraño que es todo esto. Mato a un hombre y la mayoría lo entiende y me perdona. Sin embargo, amo a un hombre y esa misma gente lo considera un pecado imperdonable. Aunque nunca fui a la cárcel, he estado en prisión casi toda mi vida"

Acabaré con los últimos versos del poema que Nicomedes Santa Cruz, poeta peruano, dedicó a Kid Paret.
"La gente aplaude al que me mata
El referee no dice break
Que mi mujer no sepa nada
Mi nombre es Benny Kid Paret."

viernes, 29 de junio de 2012

Aitor no para de llorar


AITOR NO PARA DE LLORAR

Ese día Aitor se pasea por el parque de los patos entre una veintena de compañeros de estudios que gritan a voz en grito jo ta ke irabazi arte (lucha hasta la victoria), el slogan que la periodista Carmen Gurruchaga asociará unívocamente a ETA en un programa de televisión solo unas horas después de la final de la copa del rey. Es cierto que el grito ha sido emblemático entre los jóvenes de la kale borroka, pero en el entorno del final de una copa de fútbol es una generalización interesada y mear fuera del tiesto. Y es que los días previos a la final el ambiente ha sido calentado por los gacetilleros del “TDT party”, cuyas hercios dominan las ondas de la capital del reino, y por la mismísima Esperancita Aguirre, la presidenta de la comunidad, que ha amenazado con desalojar el campo, 50.000 espectadores, si se produce, como así será, una pitada contra la corona y el himno nacional de España, la charanga sin letra que preludia el encuentro.

Aitor y sus compañeros de clase vuelven del Museo Marítimo, adonde han ido de visita lectiva levantando los brazos hacia el cielo. En ese momento, con apenas diez años, se sienten como sus hermanos mayores, como los miles de jóvenes o adultos que han tutelado al equipo hasta la final que les espera esa noche en el estadio Calderón. Lleva la camiseta que su padre le compró unos dos meses antes, cuando el Athletic acabó con el United e inició la cadena de combates ganados que lo plantó en Bucarest a pelear por la Europe Ligue. Allí tuvo Aitor su primera decepción. Falcao, un colombiano con apellido brasileño, hipnotizó a los leones, el apelativo con el que se conoce a los jugadores del Athletic, y les dio la noche con un par de goles y una batería de jugadas de la mejor escuela. Esa noche Aitor no paró de llorar.

Hoy tampoco va a ser fácil. El equipo enemigo, el Barça, ha acabado la liga por detrás de su eterno rival, el Real Madrid, y ha sido eliminado de la Champions por el Chelsea en un par de encuentros más bien flojos. Para aumentar el factor riesgo, Pep Guardiola, el entrenador-talismán que les ha dirigido en sus últimos trece títulos, anuncia una retirada temporal y traspasa el palitroque del relevo a Tito Vilanova, el mismo al que Mourinho metió un dedo en el ojo en uno de los enésimos partidos del siglo, como avisándole de la pesadilla que le espera el año próximo. Así que el equipo blaugrana está empeñado más que nunca en ofrecer una victoria de despedida a su entrenador.

El ambiente que reina en Bilbao es indescriptible. Hay que vivirlo. Durante los últimos meses han corrido por youtube, las redes sociales y los correos electrónicos todo tipo de imágenes y bromas relacionadas con el evento. Miles de ciudadanos y ciudadanas, sigan o no el mundillo del fútbol, se han calzado la camiseta del club o algunos de los múltiples abalorios y complementos rojiblancos que han proliferado durante estas semanas: banderas, banderines, gafas, pines, pañuelos, bufandas, bragas, calzoncillos…

Las banderolas han venido en tráiler desde Levante y Portugal para cubrir los balcones de los ciudadanos y las fachadas de los edificios emblemáticos de Bilbao. Se dice que los comercios chinos, siempre oportunistas, han pactado con el club para vender directamente los complementos oficiales y adelantado su agosto. No hay fábrica, tienda, calle u oficina sin su banderola rojiblanca.

Varios componentes alientan una oleada de forofismo como ésta. En primer lugar el equipo es típicamente copero. Hasta que a mediados de los ochenta se cerró la racha y fue sobrepasado por el Barça, el Athletic era el que equipo que más veces había ganado la copa del rey, antes del generalísimo. En muchas casas había una hucha y un hueco temporal para coger el tren e “ir a la final”. Si no volvía de vacío, el convoy paraba en las estaciones cercanas a Bilbao y era recibido por miles de aficionados. En 1983 la celebración se trasladó a la ría. Una gabarra cambió la escoria de hierro por la plantilla que ganó la liga de ese año y el doblete en el 84 y llenó las entonces destartaladas márgenes del Nervión de aficionados. Sacar la gabarra es el objetivo, la culminación de un año de ilusiones, y Aitor viene dando el coñazo a sus padres para asistir en primera fila al acontecimiento.

El segundo elemento es compartido por otros clubs, pero en éste llega al arrebato. Hay equipos de fútbol, como el Atlético de Madrid, que encarnan el malditismo. Un cantante canalla les ha hecho el himno y se califican a sí mismos de equipo “pupas”. El Barça es “més que un club” y el Madrid, en este caso el Real, encarna la España oficial, la que lleva del Generalísimo a Rajoy pasando por José María Aznar, el héroe de Perejil. El Athletic es otra cosa. Es una religión que impone ritos e imparte doctrina desde su propia catedral, la dedicada a un santo capadocio, San Mamés. Su espectacular temporada ha acabado con la polémica creada entre quienes defendían la continuidad de Caparrós y los que habían apostado por el fútbol jugón del argentino Bielsa y unido a una afición acostumbrada a un cierto cainismo. Sus veteranos seguidores vivieron en los años ochenta la guerra abierta entre Clemente y Sarabia,  el uno entrenador locuaz y el otro fino estilista, casi en paralelo a la que dividió al país y al que muchos llamaban “el partido” por la Ley de Territorios Históricos, o lo que es lo mismo, por el enfrentamiento protagonizado por sus dos líderes carismáticos, Garaikoetxea y Arzallus.

El último elemento, el que podremos definir como hecho diferencial, es la cercanía. Los jugadores o son del país o se han hecho en él. Viven en una ciudad asequible, en la que paseando te puedes encontrar con uno de ellos, como puedes hacerlo con una amiga, un familiar o un compañero de trabajo. Ese futbolista que el domingo electriza a las gradas puede ser el hijo del frutero de la esquina o aquel chaval que jugaba con tu hijo en la plaza del barrio, de modo que para Aitor no es difícil verse como ellos, porque los ha visto paseando por la ría o tomando algo en los bares del casco viejo.

Hace pocas semanas que  ha estallado la crisis de Bankia. De la noche a la mañana bilbaínos, vascos y españoles de distinto grado identitario descubren que la banca más solvente del mundo mundial tiene los pies de barro, y que su máximo gestor, Rodrigo Rato, ex ministro  de Aznar y ex director del FMI, ha estado vendiendo humo. La noticia me hace recordar el panegírico que Carmen Gurruchaga, la escandalizada periodista de las primeras líneas, le ha dedicado hace solo unas semanas con el título poco oportuno de “Rodrigo Rato, el gran artífice”. Pero Aitor vive ajeno al hervidero económico y a la catástrofe que se nos echa encima. No sabe quién es la Gurruchaga ni falta que le hace. En ese momento solo sueña con Muniain cruzando el campo mientras sortea una, dos tres entradas, penetra en el área pequeña y esquiva la salida del portero rival cruzando la pelota al palo contrario.

Sus padres se han juntado con varias parejas e hijos a ver el partido en la pantalla gigante que han instalado en una zona peatonal del barrio. Alguno de ellos ha perdido el trabajo en los últimos meses o está en un ERE, y el que es autónomo renquea para seguir pagando la cuota mínima, pero intentan que sus hijos no sean conscientes de sus apuros, y cuando salen a tomar potes por el barrio hacen de tripas corazón y mantienen el tipo. Esta es una oportunidad de sacudirse la depresión que va calando en la sociedad. El Athletic es capaz de plantar cara al que ha sido mejor equipo del mundo en las últimas temporadas, y aunque la euforia que acompañó a la final de la Europe Ligue ha bajado unos enteros, la gente empieza a tomar vinos y cervezas desde horas antes del partido. Según las distintas televisiones 50.000 aficionados atléticos han llegado a Madrid en diversos medios de transportes, algo insólito, ya que se calcula que, como mucho, serán 30.000 lo que consigan entrar en el estadio. Durante la mañana han llegado noticias de gigantescas retenciones en los alrededores de la capital, algunas, se dice, porque la guardia civil de tráfico se está dedicando a parar y multar a quienes llevan banderas ondeando fuera del coche.
Por eso, cada vez que la pantalla gigante del barrio enfoca a la afición que puebla el recinto festivo preparado en un parque de los alrededores del Calderón, los vecinos de toda edad, sexo y condición, entre ellos Aitor y sus colegas, saltan y gritan enardecidos, como si no les separaran cientos de kilómetros, como si estuvieran allí, dispuestos ya a caminar en una lenta y vibrante procesión hacia las gradas del estadio. Aitor siente envidia. Quiere ser mayor cuanto antes, y si no consigue jugar en el equipo de su corazón, poder vivir momentos parecidos a los de los miles de jóvenes que saludan a la cámara mostrando el color rojiblanco de sus bufandas.

Cuando el árbitro hace sonar un silbato no comparable a la pitada general que ha acompañado a la aparición del príncipe Felipe y las notas del himno de España es el acabóse. Las gradas del Calderón, San Mamés, los barrios de Bilbao son un grito único, una locura colectiva que arrumba los disgustos, las decepciones, la apatía que mañana continuará poblando las calles y los transportes públicos.

Lo que sigue no tiene mucha importancia. En apenas veinticinco minutos Pedro y Messi pulverizan las ilusiones de los aficionados atléticos, conscientes tempranos de que el espejismo ha terminado. Durante el resto del encuentro los jugadores correrán impotentes apoyados por una multitud que no pierde el orgullo que les ha traído hasta aquí. Solo muy hacia el final la televisión enfoca a algunas aficionadas que empiezan a llorar. Como si esas imágenes abrieran la veda, Aitor, que durante todo el partido ha achacado la derrota al penalti que el árbitro no ha pitado por un escandaloso agarrón a Llorente dentro del área, empieza a hacerlo a moco tendido. Es muy tarde. Está agotado. Tiene sueño. Su padre le lleva cogido del hombro hacia su casa, consolándole, pero no para de llorar…

Las noticias de la mañana no mejoran. A la derrota del Athletic, narrada ya como algo casi lógico jugando contra quien jugaba, se une la confirmación de la bancarrota de Bankia y el augurio de una hecatombe financiera, quién sabe si en pocas fechas de un corralito parecido al que asoló Argentina hace una década…