miércoles, 10 de julio de 2013

EQUÍVOCO

Hugo Gatti
Allá estaba Gatti, el legendario cancerbero argentino. Colaboraba en un programa de deportes, y  si la cámara mantenía un plano medianamente fijo yo podría confirmar si se trataba del portero que, durante mis últimos años de futbolista amateur, puse de ejemplo de lo que nunca hay que llevar cuando se juega: un collarcito-amuleto, la esclavina, un arete, el anillo de bodas…
Según creía haber leído años atrás, Hugo Gatti se segó el dedo anular al engancharse la sortija de su mano derecha con uno de los ataderos de los que colgaba la red de la portería. El cronista se dejaba llevar  por la épica del momento y describía el amago del delantero ante la acometida del central, su gesto técnico disparando el balón con una trayectoria en parábola directa a la cruceta, y el salto del guardameta para atajarlo, que comparaba con el vuelo majestuoso de un águila imperial.  
Como si la figura histórica de Gatti fuera irrelevante, no me interesaba el contenido del programa, ni su participación, seguramente amena, llena de anécdotas y sucedidos, sino confirmar la amputación de uno de sus dedos. La posición del portero no permitía una visión clara de las manos. Se trataba de una de esas tertulias con una mesa parecida a la de la santa cena, un director en el centro y media docena de apóstoles repartidos a derecha e izquierda, de manera que éste solo aparecía esporádicamente, cuando el presentador le concedía la palabra. En la primera toma me fue imposible distinguir el número de dedos de ambas extremidades, ya que las mantenía apoyadas en la mesa. Hubo otros dos planos antes de que Gatti, ya metido de lleno en el debate, empezara a gesticular recordándonos su ascendencia italiana, pero, o le había vuelto a crecer o no le faltaba ningún dedo.
Yo nunca había estado seguro de que el protagonista del accidente fuera Hugo Gatti, y ahora empezaba a dudar de que éste hubiera ocurrido realmente o se trataba de una de esas advertencias maternas que se acaban asimilando a un hecho y personaje auténticos. ¿Murió realmente un motorista por la picadura de una avispa cuando llevaba la boca abierta? o ¿hubo alguna vez un portero que perdiera un dedo al parar un balón endemoniado?
Pumpido con el dedo recién recuperado
Pues sí. Nery Pumpido, portero del River Plate, ganador de la Copa del Mundo en México y uno de los mejores arqueros de la República Argentina, perdió el dedo anular mientras se recuperaba de una lesión. El ejercicio era muy sencillo. Pumpido tenía que tocar el larguero cada vez que su preparador físico se lo indicaba. En uno de esos saltos, la alianza se le enganchó en uno de los arneses que servían para atar la red y dejó ambos, anillo y dedo, colgando de la escarpia. 
Tras una insólita operación que duró cerca de cuatro horas, un reconocido microcirujano bonaerense consiguió reimplantárselo, de modo que, en su caso, yo tampoco podría haber comprobado la amputación a vista de pájaro. 
Nery Pumpido jugó varios años más en River, el Betis y el Unión de Santa Fe, y creo que Hugo Gatti sigue tertuliando en Intereconomía.