martes, 25 de mayo de 2021

Esquelas

 
ESQUELAS

La primera vez que vi una esquela pegada en la puerta de un casa fue en Umbría, región del centro de Italia, en los inicios de los ochenta del pasado siglo. Pensé que era más propia de la imagen que teníamos del sur, con el tópico peliculero de sus mujeres vestidas de negro, los tendederos repletos de ropa en calles estrechas y una juventud en camiseta imperio y cara de pocos amigos. 

Esquelas en un muro de Santutxu

No recuerdo que esa costumbre se diera en Barcelona, por lo menos en la zona de Gracia y derecha del ensanche, donde yo viví, trabajé y trasnoché en mis primeros 30 años de vida. Por eso me llamó la atención que fuera algo usual en mi barrio de adopción, y en general en todo Bilbao, Bizkaia y el País Vasco…

Al principio pensé que se trataba de un fleco más de un cierto ritual mortuorio que asociaba erróneamente al culto a las víctimas de la guerra sucia (hay guerras limpias?) entre ETA y el Estado. Digo erróneamente porque su insistencia me han hecho comprender que es una costumbre muy arraigada entre el pueblo llano. 

La esquela tiene un formato muy tradicional. En la cabecera está la foto del/la fallecida/o, seguramente el mejor retrato que sus sobrevivientes hayan encontrado, incluso con la trampa de alguno demasiado joven que hace irreconocible a una persona fallecida con más de ochenta años de edad. Lo más adecuado es incluir una foto reciente, porque así podrán reconocerla los vecinos y saber dónde, cuándo y en qué circunstancias se hará la despedida.

La esquela habrá podido definir si el/la fallecida/o recibió los últimos sacramentos, algo que habitualmente es falso, y en los renglones siguientes el abrazo de l@s allegad@s o la confirmación de rupturas familiares por presencias o ausencias de ex, denostad@s o simplemente olvidad@s. También alguna despedida desairada o un tanto estrafalaria como la que acompaño.

Además de en la portería o tienda de la esquina los vecinos de Santutxu colocan las esquelas de sus familiares en sitios estratégicos del barrio; la sucursal más céntrica de la BBK, el muro que separa la plaza y calle del Karmelo, campa de Basarrate, de un modo más o menos ordenado y siempre a la intemperie del clima lluvioso de la villa.

Hace unas semanas el ayuntamiento denegó a una de las asociaciones de vecinos del barrio la solicitud de instalación de carteleras para esquelas que tenía el simple objetivo de dar dignidad a  costumbre tan arraigada. El escrito de denegación, que para más coña remitían a una persona desconocida en la asociación, parecía redactado por algún funcionario perezoso o en horas bajas, ya que argumentaba  que “el mantenimiento de esos tablones llevaría un coste que consumiría recursos municipales que no suponen un beneficio para la ciudadanía y que, además, ese coste se multiplicaría si otros barrios lo solicitasen” (joder con el adivino). Hay que decir que solo el presupuesto de ese área, subtitulada ampulosamente como de “servicios y calidad de vida”, asciende a 87 millones y que hay carteleras en muchos pueblos pequeños de Bizkaia con dotaciones presupuestarias muy inferiores. Simplificando, que los tablones no iban a hacerla quebrar. 

Así que valga el hecho como una muestra del desprecio con que algunas áreas de la administración contestan a la ciudadanía, determinando qué supone o no su beneficio, en este caso una demanda tan fácil de entender y atender como es dar valor a una costumbre popular con cuatro perras. En fin...

Afortunadamente las esquelas se adaptan cada vez más a la modernidad. Se evaden símbolos religiosos, se normalizan las nuevas relaciones familiares, se introducen epitafios o despedidas cada vez menos tópicas, más personales, es decir, responden menos a los arquetipos y más al mundo que vivimos, o mejor, que morimos…


Ya hace unos meses supe que un famosillo al que no conocía solía recurrir en horas más o menos bajas a un disco de NRBQ (New Rhythm and Blues Quartet), un veterano y un tanto ecléctico grupo yanqui. Del álbum recomendado por el colega, “Grooves in orbit” (1983), con 13 canciones de estilos diversos (blues, pop, rockabilly…) yo me quedo hoy con “How can i make you love me”, una baladita sesentera y no precisamente la más característica del grupo pero que, es verdad, refresca el ánimo en los momentos de bajón.