domingo, 20 de junio de 2021

Veraneantes

VERANEANTES


Creo que todavía existe una grosera realidad que divide el verano entre quienes van al pueblo y quienes que no. Cierto es que el “pueblo” ya no es un espacio árido, pedregoso, con las casas avanzando hacia su derribo año a tras año, y un riachuelo, una alberca, una era, pájaros y un monte culebrero para pasar el tiempo. A veces es un apartamento en zona de playa, lo que se llama eufemísticamente segunda vivienda, generalmente en un lugar que en el típico periodo vacacional está poblado por muchos vecinos y vecinas del urbe de la que se huye. Otras es la auténtica casa del pueblo, eso sí, con la piedra y las maderas puestas de nuevo a la intemperie, conexión televisiva y si es posible a alguna G que dé vidilla al guasap y al resto de redes, si un@ es duch@ en ello. Ahora en los pueblos suele haber piscina y, dependiendo del tamaño, un polideportivo que incluso ha copiado las formas de algún arquitecto de postín.

Los baños San Sebastián en 1963

A los pueblos de antaño llegaban l@s veraneantes, generalmente hij@s o niet@s del lugar. Habían prosperado y venían en seiscientos, llevaban pantalones tejanos, polos de colores, gafas de sol y tarareaban canciones en inglés. L@s veraneantes eran envidiad@s y odiad@s por l@s lugareñ@s, que l@s llevaban a cazar gamusinos y l@s emborrachaban en las bodegas para hacerles burla. En las zonas playeras l@s veraneantes, gente de pueblos del norte, alta, rubia traía, además, una moral desenfadada que incluía la desnudez, es decir, el sexo, despertando la necesidad de quitarnos de una puta vez la caspa y el sentimiento de culpa de ser el único país de Europa en el que la guerra la habían ganado los liberticidas.

Aunque durante mi infancia y adolescencia tuve la suerte o el infortunio de ser veraneante fijo discontinuo, normalmente durante quince días en agosto, pertenezco a la casta de los veraneantes ciudadanos. Tampoco se crea nadie que Barcelona era una maravilla en la canícula. Además del calor pegajoso que la caracteriza, las playas mínimamente salubres, Los Orientales, baños San Sebastián, eran privadas, es decir, había que pagar entrada. Cuando digo salubres hablo de las instalaciones, vestuarios, piscinas y demás servicios, pero no del agua de mar, siempre de un color sospechosamente turbio. Así que recuerdo haber ido más, tampoco mucho, a las instalaciones de Piscinas y Deportes, en la parte alta de la ciudad, con piletas rodeadas de jardines y varios campos de fútbol. Creo que tenían un precio más o menos asequible y si te llevabas el bocata podías pasar el día haciendo el gamberrete.

sa PLATJA 2017 (Enric Cervera)
Las otras cotas de diversión eran la preparación de las fogatas en las verbenas de Sant Joan y Sant Pere, que abrían el periodo vacacional, y las fiestas de los barrios, muy populares en la zona donde yo vivía. La de mi barrio, el Camp d´en Grassot, era precisamente el día de Sant Pere. El resto de mi memoria es una imagen de mañanas muy largas y de calles desiertas, imagino que porque una  parte de l@s vecin@s se iba a los pueblos. También de  sonidos y olores peculiares, el que entraba por las ventanas, abiertas cuando el sol decaía. Disputas familiares, llantos infantiles, coplas, el diario hablado, las primeras canciones de los Beatles, el desconocido sonido del placer…

El o la veraneante “en pueblo” siempre se quiso integrar. Amoldad@ a la crudeza del mundo rural acababa siendo medianamente potable manejando el tirachinas, lanzándose desde lo alto de la cascada, esa a la que tenía prohibido acercarse, o simplemente organizando la fiesta del santo del villorrio. Cuando llegaba un novato, el veraneante veterano ocultaba o falseaba su origen y puteaba al pimpollo como si fuera un lugareñ@ más. 

El veraneante no tiene nada que ver con el turista, ese personaje que hoy se orienta, observa y retrata el mundo con un artefacto rectangular. Cuando nos convertimos en turistas, afortunadamente accidentales, somos depredadores de espacios ajenos y, dejémonos de puñetas, mal recibid@s. Como debe ser...

Mi amigo Enric, que vive en un bello y pequeño pueblo del L´Alt Ampurdà, me decía en uno de sus últimos correos que ya había empezado la invasión, de modo que le he pedido prestado este contundente y muy significativo collage con el Port de la Selva al fondo, una imagen que para mí tiene un valor sentimental porque era una de las preferidas de mi padre.


LA MÚSICA: Es tan consustancial a mis veraneos ciudadanos que creía haberla incluido en el blog con anterioridad, fuera en su original o en la muy buena versión de Los Mustang que tengo en EP,  pero va ser que no…así que ha llegado su hora: “Summer in the city” (“Verano en la ciudad”) de Lovin´ Spoonful.