ABUSOS 3
Veo que el tema de los abusos en el seno de la iglesia católica empieza a ser un clásico del blog, sea por experiencia personal o actualidad intermitente. El caso es que hace unas semanas asistí a una charla de la asociación Europa Laica y el asunto volvió a interpelarme, aunque en este caso no solo para hablar de “ABUSOS” en plural, sino del ABUSO, con mayúscula, que es el sistema de privilegio en el que vive esta confesión religiosa en el estado español.
LOS ABUSOS FÍSICOS
Voy a empezar con los abusos en plural y con un matiz que amigos y antiguos alumnos de colegios religiosos me han planteado acertadamente más de una vez: el del abuso mediante agresiones físicas que se producía en el pasado siglo. Sé que esas prácticas violentas se daban tanto o más en las escuelas públicas de la época y quiero creer que en el XXI habrán desaparecido totalmente en ambos casos.
El caso es que de los abusos sexuales en el seno de la iglesia ya se ha hablado abundantemente y parece que ésta ha empezado a reconocer su responsabilidad, por lo menos en algunas diócesis. De lo que ni se habla ni se ha investigado es de los castigos físicos que, de forma institucionalizada, se daban en colegios y organismos religiosos.
Cualquiera que haya asistido a uno de ellos en las décadas franquistas – ya digo que no sé si con posterioridad – sabe de lo que hablo. El clima de autoritarismo en el que se movía la enseñanza daba pie a una situación de absoluta indefensión de los alumnos.
Las prácticas de abuso empezaban normalmente por una catalogación del alumnado, sea por su procedencia social, capacidades físicas, intelectuales o grado de simpatía por razones variadas y a veces pintorescas. Esa catalogación producía un plus o déficit que acompañaba al alumno durante el curso, en bastantes casos mediante un trato desigual, que en el caso de los maltratadores, reconocidos y temidos, se manifestaba despectivo y a menudo insultante.
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Chasca: aunque intrumento musical rudimentario, era usado para apresar o golpear a alumnos díscolos |
El zénit del abuso se daba en los maltratos físicos. Al margen de los sufridos por mí mismo - solo citaré los golpes de regla en los nudillos con apenas 5 años y la paliza recibida a los 11, de la que ya hablé en otro blog – en aquellos años vi levantar a un alumno por las orejas, sacar de clase a otro a patadas y, la normalidad, golpes de chasca, regla, lanzamiento de llaves, capones a contrapelo y la bofetada tradicional.
El maltratador sádico acompañaba este repertorio con prácticas más sofisticadas y personalizadas como expulsar a los alumnos fuera de clase durante horas, incluso días en pleno invierno, no dejar ir al servicio a niños con problemas de retención, o tener corriendo al gordito alrededor del patio hasta la extenuación, entre otras.
Me gustaría que los actuales rectores de la iglesia reconocieran por lo menos que permitieron y usaron esas prácticas de un modo muy extendido. Sería una forma de mínima reparación.
EL ABUSO MAYESTÁTICO
Según datos de Europa Laica la iglesia católica ya recibía del Estado 11.600 millones de euros en 2018, prácticamente la mensualidad de los cerca de 9 millones de pensionistas de entonces, lo que demuestra que es sostenible lo que se quiere que sea sostenible, en este caso una institución ideológica basada en creencias.
Ese monto total incluye, como es lógico, las aportaciones directas vía 0,7% del IRPF, ni mucho menos la partida mayor, como se piensa; la financiación de la enseñanza concertada, que se lleva cerca de la mitad; y los fondos dedicados a obra social, hospitales, patrimonio, eventos, funcionarios capellanes y obra pía (¿¿¿).
Me gustaría subrayar tres partidas llamativas, por no calificarlas de extravagantes: los 300 millones dedicados a cofradías, procesiones y festejos religiosos varios; los 40 millones que se reservan al mantenimiento de capellanías en ejército, cárceles e incluso universidades; y esos 10 millones que financian la denominada obra pía (¿rezar?). Todo un ejemplo de estado laico.
Pero además de estas aportaciones directas, la iglesia católica está exenta, por la gracia de dios, de un montón de impuestos: IBI, Sociedades, IAE, transmisiones, obras…, que Europa Laica cuantificaba en 2018 en unos 2.000 millones de euros.
Si a ello unimos las inmatriculaciones que el gobierno de Aznar legalizó en 1998, muchas de ellas un robo al patrimonio popular (cerca de 15.000 bienes inmuebles no dedicados al culto, según algunos estudios), estamos hablando de la iglesia católica española como la entidad, organismo o empresa con mayor patrimonio inmobiliario del Estado. Algunas fuentes dicen que de la Unión Europea.
Resumiendo, a los abusos domésticos, los que no han dejado heridas personales, se une este ABUSO con mayúsculas, algo que se perpetúa gobierne quien gobierne, y ello pese a que en los acuerdos concordatorios de 1979 la iglesia católica se comprometía a autofinancierse, algo que, por cierto, algunos denostados sindicatos han conseguido ya en un 85%.
Si preguntas en la red por músicos clásicos ateos o no creyentes solo hay un nombre que se repite, el de Nikolai Rimski-Kórsakov (Novgorod 1844-1908). Considerado maestro de la orquestación, es popularmente conocido porque algunas de sus creaciones pertenecen al abc de la música clásica. He elegido una de ellas, su espectacular “Vuelo del moscardón”, que aprendo ahora es un interludio de “El cuento del zar Saltán”. En este caso en versión 10, la de Zubin Mehta dirigiendo la Filarmónica de Berlín.
Aunque el moscardón es en la obra un príncipe convertido en insecto para poder acercarse a su padre, que lo cree muerto, a mí me ha parecido una buena metáfora del incordio que los laicos debemos seguir profiriendo al inmenso poder que aún detenta la iglesia católica. AAAAmén...
Magnífica reflexión, como siempre...
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