domingo, 26 de enero de 2020

Guantes



GUANTES

Hace unos días me puse uno de los tres pares de guantes que tenía sin estrenar. No me gustan, algo que confirmaré en próximas líneas, pero ese día hacía mucho frío y pensé que ya era hora de honrar a las personas que me los habían regalado.

Pues bien, creo que, de necesitarlos alguna vez para degollar o disparar a alguien sin dejar huella, hubiera acabado cortando un dedo a la víctima o baleado un objeto decorativo de los estantes del lugar del crimen, pero no con nadie, tal es la ausencia total de tacto que me producen. Para muestra un botón. Ese día me los calo en el rellano y al dar al de llamada del ascensor con los guantes puestos, me doy cuenta de que es un artilugio tactil que no reconoce el cuero. Así que, venga!!, a quitarte el diestro hasta que llegues a la calle. Creo que lo más parecido a usar guantes es beber o comer algo saliendo del dentista con media anestesia entre los labios.

Francisco Paesa en sus mejores tiempos
Además de ser muy socorridos en películas de asesinos en serie, no voy a hablar aquí de los de trabajo, los guantes tienen abundantes usos literarios. Hay butroneros, carteristas, aluniceros a lo bestia, como el famoso “niño Juan”, pero también “ladrones de guante blanco”, que asocio más a determinados papeles cinematográficos de Cary Grant o David Niven, que a tipos mal educados y algo chapuceros como Luis Bárcenas, alias “el cabrón”, u otro Luis, Roldán, al que siempre se recordará por esa foto del desaparecido Interviu en la que lucía en calzoncillos mientras se llevaba crudos los fondos reservados de la guardia civil. De esta banda de delincuentes de “salón”quizá salvaría a Francisco Paesa, el tipo elegante y taimado que, aparentemente salido de una novela de Graham Greene, engañó a Roldán para llevarlo al trullo.

También se dice de un encuentro deportivo limpio que ha sido de guante blanco y que tal o cual prenda te queda como un guante. Hay futbolistas que, limpios o guarretes, tienen un “guante en el pie”, porque donde ponen el ojo colocan el balón. Lo propio es que sean los boxeadores los que “cuelguen los guantes”, pero también se dice de profesionales y políticos cuando deciden jubilarse. Seguro que hay otra docena de habladurías con ellos de por medio pero ahora mismito no se me ocurre ninguna otra.

Este verano leí una famosa novela de Philip Roth, “Pastoral americana”, cuyo personaje central es el heredero de una saga familiar, los Levov, dedicada a la fabricación de guantes. El libro, un recorrido por los años sesenta en la ciudad de Newark (New Jersey), se detiene en largas y curiosas descripciones sobre el proceso de creación de una parte del vestuario que calificamos de complemento, el orgullo de una familia que caerá en desgracia. Ewan Mc Gregor la hizo película con una fortuna que apenas salva su tono melancólico.

No sé si los guantes se llevan más o menos, ni si su fabricación habrá recalado, como casi toda, en Asia. Habrá estadísticas, habrá “influenciers”, hay cada vez más manguis de guante blanco, Messi calza guante de seda en cada uno de sus pies, pero yo, antes de colgarlos definitivamente, prefiero pasar frío y disfrutar del tacto, uno de los mayores placeres que no nos dio dios.







En una de las escenas más emblemáticas del cine negro, Rita Haywort se quitaba unos guantes de vampiresa mientras bailaba “Put the blame on mame”, canción que realmente interpretaba Anita Ellis. Las mentes calenturientas y reprimidas de la españa franquista corrieron el rumor de que en la versión americana la Haywort se quitaba todo. Veamos.





lunes, 13 de enero de 2020

Exposición


EXPOSICIÓN

Exposición en la parada del 40 de la Mina del Morro
Frecuento la parada de autobús de la foto los días de lluvia porque me permite acercarme al polideportivo del barrio de la Peña sin empaparme. Es una parada poco concurrida por la débil frecuencia del único autobús que la asiste, el 40, y creo, también, que por ser una de las últimas del recorrido, así que suelo sentarme con paciencia a divagar.

Hice la foto el mes de noviembre pasado, según las estadísticas el más lluvioso de la historia en Bilbao. Me acercaba con el paraguas en ristre cuando vi al acercarme que alguien, quizás el señor mayor que se alejaba lentamente hacia la esquina u otro ser anónimo, había dejado algo que a primera vista me pareció una especie de altar urbano: un par de pequeños cuadros de temática animal y dos manojos de papel de periódico a los lados, casi bañados en los charcos que inundaban el banco.

"Mastín napolitano"
autor anónimo
Me dio rabia no saber quién era el autor para entender el sentido o motivo de la exposición de aquellas pequeñas obras de arte, ¿la venta, su simple exhibición?, y me pareció curioso que hace unos dos años diera con otra pintura a solo cien metros, abandonada junto a un contenedor de basura (https://charlievedella.blogspot.com/2017/12/artistas.html), lo que demuestra que, pese a su carácter popular, o quizás por eso, Santutxu es un barrio especialmente creativo.

Pues bien, pese a su pequeño tamaño y una paleta nada rica, los dos cuadros tenían su no se qué. Por lo que he visto en internet el perro es un mastín napolitano, un animal de apariencia triste, que el pintor ha ubicado sobre un extraño fondo grana; y el toro, castaño, tiene una perspectiva correcta y desde luego que he visto pinceladas peores.

"La huída a Egipto"
Isabel Baquedano
Quería enganchar aquí con la exposición que vi por esos mismos días en el Museo de Bellas Artes, la dedicada a Isabel Baquedano (Mendavia 1929-2018). Lo lamento tratándose de una pintora reconocida, con presencia en el Museo del Prado, pero algunas de las obras expuestas en el bellas artes no son mejores que las dos pequeñas telas anónimas de la parada.

Por lo que he observado en las tres visitas realizadas (se puede ver hasta el 26 de enero) creo que la culpa no es de la pintora, fallecida en 2018 tras una fructífera vida académica y el reconocimiento de los mejores críticos, sino del responsable de una exposición que parece haber hecho una recopilación desordenada de la obra de Baquedano para colgarla sin mucha convicción: telas de amplio formato junto a bocetos, cuadros inacabados, fotocopias coloreadas, etc. Todo ello con saltos y errores cronológicos de bulto. En descargo de la artista hay que reconocer que cuelgan algunas telas espléndidas, además de sugerentes, algo que flota durante toda la exposición pero no acaba de asentarse.

Pues sí, como no soy crítico de arte me lo puedo permitir, más sugerente me parece la exposición litúrgica de dos telas en un banco encharcado, en una barrio en repliegue, junto a la escuela ecuménica y multicolor de la Mina del Morro. Y es que me pierde el barrio, lo reconozco.


Como por estas fechas me he enterado de que en junio vienen los Jayhawks a Bilbao, he estado buscando alguna de sus obras maestras en youtube. The Jayhawks me recuerdan a mi última etapa profesional, porque los solía escuchar mientras redactaba resoluciones e informes de maraña articulada. Frente a ese mundo hiperlegal, sus canciones ofrecían una frescura que a mí me suena a un buen combinado de Beatles y Byrds. Es una pena que todas las versiones que he encontrado de mi favorita, “Miss Williams Guitar”, que Mark Olson dedicó a su novia, la cantautora Victoria Williams, recién diagnosticada entonces de esclerosis múltiple, sean bastante defectuosas, así que la dejo en su versión original en disco y la acompaño de otro de sus clásicos, este sí en directo: “Save it for a rainy day”.