miércoles, 1 de marzo de 2023

El limbo

 EL LIMBO

A Josep Maria Espinàs, mestre periodista

que va morir fa uns dies

"Descenso de Cristo al limbo"
(Agnolo di Bronzino)
El ímpetu antiabortista de la derechona más rancia ha hecho que me acuerde del limbo, al que tenía casi olvidado. Supongo que porque la misma iglesia católica había decidido cerrarlo definitivamente como ente real y temporal y darle la identidad metafórica y ambigua que da su nuevo catecismo: “confiado a la misericordia divina”. Antes de hacerlo, el limbo era el espacio al que iban los niños que morían sin haber sido bautizados, un espacio gelatinoso que podías asociar a la duermevela o al estado narcótico que te producía la quina Santa Catalina o la copita de anís que ganabas en el tiro al blanco de la feria del pueblo. Por entonces todavía no se había inventado la llave “allen” y la digestión duraba dos horas y media, como mínimo.

Hace años un tío de mi mujer solía preguntarse que quién sacaba ahora del infierno a Newton o a Galileo?, y me pregunto yo qué será de los millones de niños que flotan en ese limbo que ahora sé, husmeando por los siempre inescrutables textos de la iglesia católica, que era un invento piadoso del catolicismo “buenista”, porque contradecía el dogma del Concilio de Cartago (siglo V) que abocaba a los niños a la condenación infernal, si bien, como decía Agustín de Hipona, de padecimiento “mitissimo”, algo así como “calmo”, “dulce”, “indulgente”. Y es que hay que reconocer que a la hora de sortear enigmas y contradicciones no hay nada como la literatura vaticana...

Sirva este discurso teológico para  acabar hablando de los embriones que el vicepresi de Castilla León, el caballista pijo y algo cortete García Gallardo, quiere que latan en la conciencia de chavalitas que van a abortar porque no se quieren joder la vida. Para este “hombre de bien”, que a mi modo de ver encarna en realidad la historia de una maldad, esos embriones ya son seres humanos pero, eso sí, no con la suficiente envergadura como para aspirar al cielo, así que pásese la pelota a la misericordia de su dios. Tío, tú a lo tuyo, a la hípica...

En fin, recuerdo que cuando en el colegio marista nos describían los espacios postmortem, infierno,  purgatorio, cielo… siempre me sentí especialmente atraído por el limbo, algo así como ese nirvana de la sedación colonoscópica que ahora, ya tan mayor, saboreo cada tres años, e imagino será como la muerte dulce, calma, indulgente de la eutanasia. ¡Viva el limbo!

Siento repetirme tanto con Paolo Fresu, al que sabéis venero, pero es que este "Calmo" venía como anillo al dedo.


https://youtu.be/-xzdXF4i1uo