lunes, 24 de octubre de 2022

Cole Porter

 COLE PORTER Y EL ÚLTIMO VINILO


La foto corresponde al último disco de vinilo que compré. En el dorso consta que fue editado en 1990, hace pues la friolera de treinta y dos años. La aparición del CD, un formato digital que corría en paralelo a la popularización de los ordenadores personales, traía en la mochila potentes discusiones sobre la calidad del nuevo formato, muy controvertida. También el enrocamiento de los nostálgicos de los viejos elepés, algunos de los cuales prefirieron no adquirir música durante años para no dar su brazo al torcer. Pero parece que tenían razón. El vinilo ha vuelto y ya no es difícil, como hace unos años, encontrar agujas u otros accesorios para mantener en forma el tocata y, desde luego, edición en vinilo de lo mejorcito en el mundillo. Como novedad de hace unos días: en mi barrio una chica ha abierto un taller que incluye la reparación y puesta a punto de las viejas cadenas de reproducción. Y como noticia: que la producción y venta de vinilos ha superado nuevamente a la del periclitado CD. Enhorabuena!!!

Pues bien, al ir a poner el disco hace unas semanas, un homenaje al gran compositor Cole Porter para recaudar fondos en la lucha contra el SIDA, me encontré con otra sorpresa. En el interior había una artículo de Guillermo Cabrera Infante sobre el músico datado en 1994. La costumbre de mezclar documentos era para mí una práctica habitual que hoy, por culpa de la sobreinformación de internet, he abandonado, algo que nos/me hace arrumbar excelencias como ésta al campo de la arqueología. Pero bienvenido el hallazgo, porque me permite hablar de Porter desde la voz de otro grande.

Resalta Cabrera la faceta bromista e impostora de Cole Porter, alguien que “nació rico, vivió muy rico y murió demasiado rico”, lo que no impidió que fuera un auténtico estajanovista que estrenaba una revista musical cada año y fue capaz de componer 1.000 canciones a lo largo de una vida aparentemente exenta de sobresaltos. 

Nacido en Peru, ciudad yanqui sin acento, es decir, nada que ver con el país andino, Porter solía decir que aunque era de Peru (Indiana) no parecía indio, “salí pálido”, y como buen bromista dedicó una canción a Lima, capital que nunca visitó. Sus ciudades favoritas eran Nueva York pero sobre todo París, donde vivió alternativamente. Homosexual casado con una bella mujer también homosexual, Linda Lee Thomas, no simulaba esa condición, y mientras estudiaba en la Universidad de Yale ya “vestía con trajes de color rosa, camisas amarillas y corbatas con rosas amarillas ,y pasaba más tiempo al piano que ante su pupitre”.

Entre la broma y la impostura, Porter se inventó como héroe de la segunda guerra mundial; “soldadozuavo, poilu francés, cabo de un ejército no determinado, capitán, aviador americano y cabeza de una organización de caridad que operaba en tierra de nadie”, pero es obvio que “ni siquiera oyó silbar las balas del Big Berta, cañón alemán que hostigaba París día y noche”, o “noche y día”, quizás el nombre de su canción más interpretada y conocida.

Pese a una vida que, gracias a una posición económica holgada, podía parodiar y reinventar, en su obra menudea la nostalgia, la melancolía y a veces un lenguaje atrevido, equívoco e incluso descarnado. Porque Porter, como otro de los grandes compositores estadounidenses, Irving Berlin, era autor de música y letra de sus obras. Algunas, como la famosa “Love for sale”, incluso fue censurada indirectamente, debiendo cambiar a la prostituta blanca que vendía “amor apetitoso, amor fresco aún no echado a paerder, amor ligeramente sucio” por una chica mulata. Aún así no pudo ser radiada hasta entrados los años sesenta.

Su otra gran afición era la hípica hasta que un caballo díscolo lo tiró y cayó sobre él astillándole ambas piernas. Las salvó durante 20 años gracias o por culpa de 35 operaciones quirúrgicas y altas dosis de analgésicos. Con el humor ácido que siempre le acompañó llamaba a sus piernas Josephine y Geraldine, y “se refería a ellas como un dúo que desafina”. 

Muerta Linda Lee, de alguna manera su segunda madre, y ya con solo uno de sus miembros inferiores, el atildado dandy que siempre fue “vestía ahora una bata de casa sucia, no se afeitaba y, a veces, se orinaba en su pijama”. Así fueron sus cinco o seis últimos años, tristes y decadentes, pero  con el tino musical que nunca perdió. Su última canción, que compuso para un programa de televisión el año de su muerte (1964), refleja el desencanto de la soledad, la enfermedad y la vejez: “¿No sería más divertido no ser rico?/¿no sería mejor no ser tan grande?/¿no sería divertido ser apenas nadie?”. 

* los entrecomillados pertenecen al artículo de Cabrera Infante.


Reinterpretado por un grupo de cantantes en el vinilo que introduce el blog, me quedo con el humor irreverente de Deborah Harry e Iggy Pop, introduciendo palabras mal sonantes en "Well did you Evah", y curioso compararlo con el glamour de esa misma canción en las voces de Sinatra y Bing Crosby en la película “Alta sociedad”. Pienso que a Cole Porter también le hubiera gustado la primera.



No puedo dejar de homenajear a Porter con otro corte del vinilo, el “So in love” interpretado por K.D.Lang, cuyo “querido extraño” se convirtió en protagonista de uno de mis relatos y hasta de un premio literario.