¡OSTRAS, PERO SI ES JAMES CAAN!
Uno de los chistes blancos de mi
época era tal que así: un tío está meando en un urinario público y en eso que
entra John Wayne y se le pone al lado. El tipo reconoce al actor, da un giro de
90 grados y mientras lo mea de arriba abajo dice con sorpresa: ¡ostras, pero si
es John Wayne!
El chiste es flojo y contado por
mí una petardada. Los chistes no son mi fuerte. Los cuento al revés, me entra
la risa nerviosa antes de empezarlos y los introduzco en el peor de los momentos. Envidio a esos tipos que los
encadenan sin respiro con el tono apropiado, el gesto y la voz adecuada,
desatando una risa contagiosa e imparable.
Hace unos días volví a ver “Irma
la dulce”. Es, creo, una de las
películas del maravilloso Billy Wilder que peor han envejecido. Ni una
candorosa Shirley MacLaine salva ese París de cartón piedra, esas putas de vodevil,
y a un Jack Lemmon histriónico, sobreactuado en una historia rebasada por el
tiempo. Que eso le pase a un director que mantiene en perfecta actualidad la
casi totalidad de sus filmes, un autor rompedor, siempre dispuesto a poner en
solfa la doble moral, es una pena.
Pues bien, en un momento dado un
soldado americano atraviesa el hotelito que frecuentan las prostitutas
callejeras que circundan el mercado de Les Halles. Y sí, ese jovencito casi
irreconocible es James Caan, el mismo actor que Ford Coppola descubriría poco después en la
tierna “Llueve bajo mi corazón” y lanzó al estrellato en las dos primeras
entregas de “EL padrino”. Este
reconocimiento, que he tenido que confirmar en la “wiki”, me ha hecho pensar en
la parte dura de la carrera de los actores, forzados a pillar lo que les caiga
con tal de que o se les conozca o no se les olvide. Es su sino…
Billy Wilder envolvió una de sus películas más divertidas,
“Avanti”, con la preciosa “Senza fine”, de Gino Paoli. Militante y cantante
progresista, Paoli la cantó una vez más en la fiesta del 1º de mayo de 2011. Helo
aquí.