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jueves, 27 de marzo de 2025

Abusos 3

ABUSOS 3

Veo que el tema de los abusos en el seno de la iglesia católica empieza a ser un clásico del blog, sea por experiencia personal o actualidad intermitente. El caso es que hace unas semanas asistí a una charla de la asociación Europa Laica y el asunto volvió a interpelarme, aunque en este caso no solo para hablar de “ABUSOS” en plural, sino del ABUSO, con mayúscula, que es el sistema de privilegio en el que vive esta confesión religiosa en el estado español.

LOS ABUSOS FÍSICOS
Voy a empezar con los abusos en plural y con un matiz que amigos y antiguos alumnos de colegios religiosos me han planteado acertadamente más de una vez: el del abuso mediante agresiones físicas que se producía en el pasado siglo. Sé que esas prácticas violentas se daban tanto o más en las escuelas públicas de la época y quiero creer que en el XXI habrán desaparecido totalmente en ambos casos.

El caso es que de los abusos sexuales en el seno de la iglesia ya se ha hablado abundantemente y parece que ésta ha empezado a reconocer su responsabilidad, por lo menos en algunas diócesis. De lo que ni se habla ni se ha investigado es de los castigos físicos que, de forma institucionalizada, se daban en colegios y organismos religiosos.

Cualquiera que haya asistido a uno de ellos en las décadas franquistas – ya digo que no sé si con posterioridad – sabe de lo que hablo. El clima de autoritarismo en el que se movía la enseñanza daba pie a una situación de absoluta indefensión de los alumnos. 

Las prácticas de abuso empezaban normalmente por una catalogación del alumnado, sea por su procedencia social, capacidades físicas, intelectuales o grado de simpatía por razones variadas y a veces pintorescas. Esa catalogación producía un plus o déficit que acompañaba al alumno durante el curso, en bastantes casos mediante un trato desigual, que en el caso de los maltratadores, reconocidos y temidos, se manifestaba despectivo y a menudo insultante. 

Chasca: aunque intrumento
musical rudimentario,
era usado para apresar
o golpear a alumnos díscolos
El zénit del abuso se daba en los maltratos físicos. Al margen de los sufridos por mí mismo - solo citaré los golpes de regla en los nudillos con apenas 5 años y la paliza recibida a los 11, de la que ya hablé en otro blog – en aquellos años vi levantar a un alumno por las orejas, sacar de clase a otro a patadas y, la normalidad, golpes de chasca, regla, lanzamiento de llaves, capones a contrapelo y la bofetada tradicional.

El maltratador sádico acompañaba este repertorio con prácticas más sofisticadas y personalizadas como expulsar a los alumnos fuera de clase durante horas, incluso días en pleno invierno, no dejar ir al servicio a niños con problemas de retención, o tener corriendo al gordito alrededor del patio hasta la extenuación, entre otras.

Me gustaría que los actuales rectores de la iglesia reconocieran por lo menos que permitieron y usaron esas prácticas de un modo muy extendido. Sería una forma de mínima reparación.

EL ABUSO MAYESTÁTICO
Según datos de Europa Laica la iglesia católica ya recibía del Estado 11.600 millones de euros en 2018, prácticamente la mensualidad de los cerca de 9 millones de pensionistas de entonces, lo que demuestra que es sostenible lo que se quiere que sea sostenible, en este caso una institución ideológica basada en creencias.

Ese monto total incluye, como es lógico, las aportaciones directas vía 0,7% del IRPF, ni mucho menos la partida mayor, como se piensa; la financiación de la enseñanza concertada, que se lleva cerca de la mitad; y los fondos dedicados a obra social, hospitales, patrimonio, eventos, funcionarios capellanes y obra pía (¿¿¿). 

Me gustaría subrayar tres partidas llamativas, por no calificarlas de extravagantes: los 300 millones dedicados a cofradías, procesiones y festejos religiosos varios; los 40 millones que se reservan al mantenimiento de capellanías en ejército, cárceles e incluso universidades; y esos 10 millones que financian la denominada obra pía (¿rezar?). Todo un ejemplo de estado laico.

Pero además de estas aportaciones directas, la iglesia católica está exenta, por la gracia de dios, de un montón de impuestos: IBI, Sociedades, IAE, transmisiones, obras…, que Europa Laica cuantificaba en 2018 en unos 2.000 millones de euros.

Si a ello unimos las inmatriculaciones que el gobierno de Aznar legalizó en 1998, muchas de ellas un robo al patrimonio popular (cerca de 15.000 bienes inmuebles no dedicados al culto, según algunos estudios), estamos hablando de la iglesia católica española como la entidad, organismo o empresa con mayor patrimonio inmobiliario del Estado. Algunas fuentes dicen que de la Unión Europea.

Resumiendo, a los abusos domésticos, los que no han dejado heridas personales, se une este ABUSO con mayúsculas, algo que se perpetúa gobierne quien gobierne, y ello pese a que en los acuerdos concordatorios de 1979 la iglesia católica se comprometía a autofinancierse, algo que, por cierto, algunos denostados sindicatos han conseguido ya en un 85%.

Si preguntas en la red por músicos clásicos ateos o no creyentes solo hay un nombre que se repite, el de Nikolai Rimski-Kórsakov (Novgorod 1844-1908). Considerado maestro de la orquestación, es popularmente conocido porque algunas de sus creaciones pertenecen al abc de la música clásica. He elegido una de ellas, su espectacular “Vuelo del moscardón”, que aprendo ahora es un interludio de “El cuento del zar Saltán”. En este caso en versión 10, la de Zubin Mehta dirigiendo la Filarmónica de Berlín.
Aunque el moscardón es en la obra un príncipe convertido en insecto para poder acercarse a su padre, que lo cree muerto, a mí me ha parecido una buena metáfora del incordio que los laicos debemos seguir profiriendo al inmenso poder que aún detenta la iglesia católica. AAAAmén...



martes, 7 de enero de 2025

La pipa

LA PIPA

A raíz de la visión de "Los que se quedan",  hermosa película destinada a convertirse en clásico de navidad, y de "El 47", epopeya vecinal del barrio Torre Baró de Barcelona, me acordé de la pipa, no la de girasol, sino del instrumento que en tiempos pretéritos, los alter ego de Giamatti y Fernández en los setenta del pasado siglo, se usaba para fumar. 

No es que fumar en pipa te permitiera completar la lectura del "Ulises"de Joyce o entender "Materialismo y empirocriticismo" de Lenin, pero quienes alguna vez probamos un artefacto que había que re-encender repetidamente, pensábamos que ello te dotaba de un plus cultural, como cuando en los exámenes metías algún latinajo, cita o barbarismo sin venir a cuento, para ver si colaba y pasabas del aprobado justo. Confieso que a mí no me duró mucho la experiencia, creo que un par de pipas que, como es obvio, no conservo. 

Ya nadie fuma en pipa, salvo que se trate de algún rito narcótico e imagino que los jóvenes no entenderán expresiones ligadas a ese objeto: estoy que fumo en pipa o fumemos la pipa de la paz. Hace tantos años que dejó su sitio entre la parafernalia personal que el último usuario conocido, un compañero, técnico de la administración, tenía el apodo de "el pipas", si bien creo que también abandonó la costumbre hace unos años.

La pipa tenía un ritual previo que parecía el preámbulo de un gran acontecimiento. Había que elegir el tabaco apropiado, en mi época el dulzón y aromático  Amsterdam, que leo aún existe, y prensarlo con cuidado en la cazoleta. Cánula y boquilla habrían sido limpiadas previamente con una especie de escobilla para eliminar los restos de nicotina, y solo en ese momento se podía encender el contenido con cuidado de no quemarte con el mechero.

Supongo que su prestigio venía dado por los hombres que la popularizaron, Henry Miller, Bertrand Russell, Jean Paul Sartre, célebres intelectuales de su época dorada, mediados del siglo XX. No en vano y años antes Valle Inclán había dedicado un poema a la "pipa del kif", con esos versos que describe que "en mi pipa el humo da su grito azul, mi sangre gozosa claridad asiste si quemo la verde yerba de Estambul."

Al no recordar a ninguna mujer fumadora de pipa he recurrido a internet y solo he reconocido a Margarita Landi, la llamada "dama del crimen", por su larga producción de noticia negra en El Caso e Interviú. Imagino que la afición le venía de otro celebre fumador del mundo policiaco, en este caso ficticio, Sherlock Holmes. Pero si hay un personaje para el que la pipa era un apéndice físico ese era el gran Jacques Tati, de quien he seleccionado el entrañable trailer de "Mon oncle" (Mi tío).


Nota: leo alarmado que las cazoletas solían estar aisladas con amianto, riesgo añadido al mero hábito de fumar, todo tan lejos del temerario reclamo de Sara Montiel: fumar es un placer genial, sensual...



miércoles, 12 de junio de 2024

Tauromaquia

TAUROMAQUIA

Mi nieto mayor y yo estamos convencidos, sin demasiada base científica, todo hay que decirlo, de que la mosca es el animal doméstico más tonto. Le abres la ventana para que escape por la bocana libre y acaba chocando una y otra vez con el muro de cristal. 
Al hilo de esa reflexión le mostré a mi nieto la técnica que la gente de campo tiene para acabar con las moscas “inevitables golosas”, que cantara Machado: esperar con la mano a pillarlas en su inconsciente huida hacia delante. 
Esta pequeña introducción sirva para decir que a mi nieto no le gustó la idea de capturarla. “Tendrá ama y aita y la echarán de menos”, me dijo, algo que me recordó a mi padre reprendiéndonos a mi hermano y a mí por pisar o incordiar a una hilera de hormigas cuando éramos niños.

Las moscas nunca han estado de moda. Forman parte de la tradición e incluso de la cultura peninsular, pero en su calidad de seres vulgares, pertinaces, revoltosos, “que ni labráis como abejas, ni brilláis cual mariposas”. De nuevo Machado. 

Mejor imagen tiene el toro bravo, sea como imagen de Osborne o res para la lidia, algo que una parte de la sociedad considera un arte, el de Cúchares, apodo de Francisco Arjona Herrera. Este torero desarrolló el pase de muleta y alargó la faena, un eufemismo que define el periodo de sangría que media entre la entrada del toro en el coso y su muerte por estocada y/o descabello.

Grupo de jóvenes y niños
en la escuela "El Yiyo"
Si Cúchares, niño huérfano en la Sevilla de primeros del siglo XIX, fue alumno aventajado de la Escuela de Tauromaquia fundada por el inefable Fernando VII, el arrebato de los taurinos a que el Ministerio de Cultura les quite privilegios reabre escuelas, como la del “Yiyo”, en Madrid, bajo la divisa de “escuela de valores y de vida”, y alienta nuevas subvenciones en las comunidades gobernadas por las derechas. Siempre en vanguardia de la España cañí, la misma Comunidad de Madrid ha creado una Dirección General de Asuntos Taurinos, con matador de jefe y una pasta de ingresos fijos.
Y es que los estudiosos del tema hablan de hasta 500 millones en ayudas indirectas a las ganaderías a través, ¡sorpresa!, del Plan Agrario Común (PAC) europeo, y directas a la tauromaquia de más de 10 kilos. Hay que subrayar que uno de los ex responsables del PAC, el ex ministro de Agricultura Arias Cañete, está casado con una Domecq, familia de raigambre taurina.

En lo que respecta al debate cultural hay que aceptar que la tauromaquia sí tiene un itinerario más o menos ligado a la cultura, incluso un lenguaje atractivo a la literatura y el periodismo: suerte de varas, chicuelina, rejón, montera, monosabio... Muchos intelectuales de signo y épocas diversas han sentido fascinación por ese léxico y un universo conceptual de bravura, valentía, temeridad, sacando chispas artísticas y literarias a la peculiariedad de una “fiesta” que ahora leo se remonta a la era del bronce, cuando jóvenes gimnastas de Creta y Tesalia hacían acrobacias apoyándose en los cuernos de toros bravos. 

Picasso taurino
Goya o Picasso han dejado numerosos grabados sobre el asunto, y en el caso del primero hasta un modelo de vestimenta, la goyesca, que aún se utiliza en los festejos de la corte. Con un par de capotazos mirando al tendido los taurinos de derechas se han hecho lorquianos de repente, al recordar el “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” que Lorca dedicó al mecenas de la Generación del 27. Y es que el torero, él mismo escritor aficionado, auspició el homenaje a Góngora que forjó la existencia del grupo literario. Omiten, eso sí, que el poeta no era demasiado aficionado al arte de Cúchares y que fue asesinado junto a dos banderilleros anarquistas, Arcollas y Galadí.
Creo que este hecho, quizás también el contenido popular y de clase de la torería hasta casi finales del siglo XX, fomentó el acercamiento de intelectuales de izquierdas al fenómeno taurino. A la fascinación que produce el animal se une el hecho de que las cuadrillas estaban compuestas de jóvenes que huían de la miseria rural y se dirigían a las plazas ciudadanas en busca de fama y modus vivendi, algo que empieza a torcerse cuando el papel cuché da portadas a la boda de toreros con cantantes, actrices, incluso aristócratas, y la tauromaquia, salvo excepciones, pasa a ser un mundo endogámico, de sagas de señoritos que torean cuadrúpedos afeitados. Esta doble realidad, la de chavales que torean furtivamente en las dehesas y llegan a la ciudad con un hatillo y una muleta de avellano, y la de los toreros que triunfan y casan con tonadilleras, ha sido ampliamente reflejada en el cine, pudiéndose hablar incluso de género taurino: desde “Los golfos” o “Jamón, jamón” a “Manolete” o “Aprendiendo a morir”, pasando por “El último cuplé” o la maravillosa serie “Juncal”, con un Rabal en estado de gracia.
La gente de mi edad no es ajena al mundo de la tauromaquia. Asocio algunos veranos de infancia y adolescencia a la conexión que la única televisión del régimen establecía con las plazas de Pamplona o San Sebastián a las “cinco de la tarde”, como repite el poema lorquiano, quien sabe si porque la primera era un coso ligado al “alzamiento”, y el segundo el de la ciudad donde el dictador pasaba parte de los veranos. Tenía unos trece años cuando asistí por dos únicas veces a una corrida de toros. Un familiar que trabajaba en el ayuntamiento de Barcelona había conseguido varias entradas, ni más ni menos que para ver al torero del momento, Manuel Benítez, “El Cordobés”. El caso es que, pese a lo mayúsculo del cartel, apenas hubo media entrada, en gran parte de guiris que llegaban en autocares de destinos playeros. Sirva este ejemplo sesentero para destacar la indiferencia de la ciudad hacia la fiesta nacional, algo que se ha ido extendiendo a lo largo de la “piel de toro” hasta nuestros días. Creo que sin subvenciones y premios onerosos la tauromaquia tendría los días contados.

Vuelvo a la inocencia de mi nieto, que ve en cualquier ser con vida a alguien que merece conservarla, aún inconsciente de que gran parte de cuanto comemos es sacrificado para que seamos nosotros quienes sobrevivamos. Pero no es un mal principio. Seguramente quienes no tienen ese impulso primario de empatía disfruten con el salpicadero de sangre que es la llamada “fiesta nacional” y deseen que haya jóvenes, mejor si son de las castas inferiores, que aprendan a jugarse la vida ante un morlaco de 500 kilos a beneficio de un espectáculo lleno de sadismo. 

Hay mucha música y canción dedicada al “arte de Cúchares”, pero entre que es un tanto casposa y que por el camino se me ha cruzado este pedazo de versión del “Sultans of swing” de Dire Straits con Pedro Javier González (habitual con El último de la fila, Manolo García, Serrat y tantos otrísimos, además de una decena de proyectos propios) y un grupo de colegas (Tommy Emmanuel y Jhon Jorgenson), me he dejado llevar…



lunes, 13 de mayo de 2024

Benidorm

BENIDORM

Benidorm (foto familiar de 1962)
Hace unas semanas me he bautizado en el turismo social que anualmente patrocina el IMSERSO. Ya sé que pasar ocho días en Benidorm no es comparable con ir al Ártico o al desierto del Gobi, pero sí hace más difícil crear un texto que lo haga atractivo. Así que a por ello.

EL IMSERSO

A mediados de los años ochenta del pasado siglo el entonces alcalde de Calviá (Illes Balears), acompañado de un pequeño grupo de empresarios turísticos, se reunió con Joaquín Almunia, entonces ministro de Trabajo y Seguridad Social, para hablarle de una idea que pretendía dar contenido al todavía joven INSERSO (actual IMSERSO).

Esa primera reunión daría lugar a una de las ideas más luminosas desde el punto de vista económico de los gobiernos de Felipe González: el mantenimiento de la estructura hotelera del Estado durante las estaciones de otoño e invierno, con el consiguiente alivio en el desempleo y la movilización del ahorro congelado de millones de pensionistas.

¿Cómo? Creando un programa que ofertaba plazas turísticas a precios módicos fuera de temporada. En el año 1985 solo 16.000, 19 hoteles y dos únicos destinos, Benidorm y Palma de Mallorca.

PEDRO ZARAGOZA, EL HOMBRE QUE EMBOTELLÓ EL SOL

Para entonces Benidorm ya llevaba dos décadas en el mapa turístico internacional. Un tal Pedro Zaragoza (Benidorm 1922-2008), alcalde de la villa desde 1950, impulsaba el que, según algunos, sería primer PGOU (Plan General de Ordenación Urbana) del Estado en 1956. 

Ese plan inicial, que ideaba convertir un pueblo dedicado a la agricultura y la almadraba en una ciudad cuadriculada, al estilo Cerdá, propició una primera línea de costa con pequeñas casas unifamiliares y edificios no muy altos, pero sobre todo empezó a poner de moda un lugar hasta entonces desconocido, también al propio alcalde, “el hombre que embotelló el sol”.

Pedro Zaragoza con Franco 

Hijo de marino, él mismo estudiante frustrado de náutica, minero y mozo de maletas, salta a la política desde la Caja de Ahorros del Sur como miembro del partido único y aunque se le llegó a calificar de visionario, pienso que inicialmente solo adaptó experiencias adquiridas en su estancia en Barcelona a un paisaje natural paradisíaco, el que conforman las seis playas de Benidorm, principalmente las de Levante y Poniente, de más de 5 kilómetros de largo y 300.000 metros cuadrados de arenales.

Sí se le puede acusar de osado, e incluso de nadar contracorriente en una España gris y autárquica, algo que parece contrario a una ideología a la que nunca renunció. De ello se habla en un curioso documental (https://youtu.be/gezaKkAu5Tw ) que también descubre que parte de su mitología es, como mínimo, exagerada. Ciertas parecen sus disputas con el clero por la permisividad del bikini y ciertas son sus campañas de marketing, algunas estrafalarias pero exitosas: desde anunciar Benidorm en señales de tráfico de toda Europa, hasta invitar a una familia de lapones, pasando por la creación del vino embotellado como “sol de España”. Pero por lo menos no hay constancia registral de su famoso viaje en vespa al palacio del Pardo (sede del dictador), ni de la amenaza de excomunión por los obispos de Orihuela y Valencia. Sí, evidentemente, de la creación del Festival de Benidorm, en el que se foguearon y dieron a conocer algunos de los cantantes de éxito de la época.

LA CAJETILLA VERTICAL

Dice la leyenda que cuando el éxito turístico de la ciudad provocó mayor demanda de plazas a principio de los años sesenta del pasado siglo, uno de los arquitectos que trabajaban en el plan de ordenación, Juan Guardiola Gaya (Reus – 1927-2005), colocó una cajetilla de tabaco en tres posiciones: plana, horizontal y vertical. Con ese ejemplo aludía a las opciones de edificación que se podían contemplar. Por lo que he leído, tanto el nuevo concepto de modernidad, entonces más decantado por los rascacielos que por las ciudades jardín de primeros de siglo, como la idea de un mayor aprovechamiento del suelo, dieron paso al Plan de Ordenación de 1963, que respetando el trazado urbano, con dos grandes y avenidas y una red de amplias manzanas, liberalizaba la construcción vertical.

El nuevo modelo urbanístico, unido a la aparición de los grandes operadores, modificó la silueta de la ciudad y el tipo de turista. Hasta entonces el visitante de Benidorm era un ciudadano de clase media/alta que podía comprar o alquilar un chalet o un apartamento. A partir de ese momento se pasa a un turismo masificado que abarca todas las clases sociales, cuya sola pretensión es tomar el sol y pasar una semanita en un hotel a mesa puesta.

Con ese modelo Benidorm presume actualmente de eficiencia energética y de mínima ocupación del territorio, así como de un aprovechamiento del agua de un 95%, al parecer tercera ciudad mundial en ese ránking. 

EL ADEFESIO QUE GUSTA A LA MAYORÍA

Llevaba tantos años oyendo hablar de las bondades de Benidorm a gentes de tipología, intereses y aficiones tan variadas que tenía una curiosidad malsana por comprobarlas.

Lo cierto es que si te limitas a comparar una foto del Benidorm pre-turístico, un enclave salvaje de arenales con cuatro casitas de pescadores, y la comparas con la ciudad actual, poblada de edificios altos, estrechos y en general nada bellos, te entra una inmensa melancolía. Pero la melancolía puede ser una sensación la mar de poética pero nunca útil. 

Por otra parte, si viajas por la zona costera, urbanizada hasta límites perversos, o por los aledaños del interior, con laderas repletas de chalets, piensas que ojalá 4 benidorms a cambio de una costa libre de cemento.

Pero además su principal característica, la que la define, juega a su favor: ciudad de vacaciones. Es decir, sus visitantes – luego hablaremos de los indígenas – vamos allí a solazarnos, nunca mejor dicho, porque otra de sus virtudes es un clima privilegiado que te permite bañarte en el mes de marzo. Si a ello unes una oferta de diversión que conjuga el ocio sin más con la triple corona del sexo, las drogas y el rock and roll a precio asequible, bingo!!!. Qué más se puede pedir…

FAUNAS VARIAS

En una villa de algo menos de 70.000 habitantes censados, que se multiplica por cuatro en temporada baja y alcanza el medio millón en verano, las especies son tan variadas y polícromas que me río yo de un safari en el Serengueti. En el mes de abril, fecha de mi estudio antropológico, predomina el Jubilatus Ociosus, pero no a mucho distancia del Britannico Alcoholicus, sin olvidar a los Latinnae y Eslava Currantis. Todos con hábitos, itinerarios, edades e incluso género distinto. Me centraré ahora en estas últimas y en los indígenas de toda la vida, los y las benidormenses. 

Latinas y eslavas, también magrebíes en menor escala, son en general las capas más bajas de este microcosmos. Te puedes cruzar con ellas en el pasillo del hotel mientras acarrean la lencería que cambian a diario, algo absurdo, o pedirles que te preparen un mojito en la cafetería de la planta baja. No hay casi comercio o negocio hostelero que no sea atendido por esta casta tan parecida a “los intocables”, que, por lo que pude comprobar, habitan los edificios avejentados de la parte vieja, seguramente compartiendo pisos o habitaciones.

En un crisol con 30 nacionalidades y un 30% extranjero de la población estable se puede hablar de otras castas intermedias, la compuesta principalmente por chinos y pakistaníes, con pequeños negocios más bien cutres, y la más alta, de pensionistas europeos, con predominio inglés. Por encima están los dueños de las compañías hoteleras y negocios inmobiliarios, pero esos ni viven en Benidorm ni se les espera.

En cuanto a la población indígena, la nacida en la misma ciudad, solo llega al 19%. Esta distribución genera su punto débil, sea por la variedad de intereses y culturas de la población estable, que de algún modo se siente de paso, o por la disfunción que provoca gestionar una ciudad como producto de “usar y tirar”, y no como un asentamiento real. Algo que ya viene dándose en los principales núcleos poblacionales del estado, como Madrid, Barcelona, Málaga o, cada vez más, el mismo Bilbao. El gestor no se preocupa tanto del vecino, que forma parte del producto, como del visitante, su consumidor.

Benidorm gozó desde su eclosión turística de un urbanismo moderno, pero el “hombre que embotelló el sol” no pensó en que una ciudad creciente requiere de servicios, guarderías, escuelas, centros de salud, un hospital, una de las quejas principales de las benidormenses con los que hablamos. Ni más ni menos que la consecuencia de dar servicios solo a una población de 70.000 habitantes cuando supera en todo momento los 250.000.

EPÍLOGO

Presentación 
de la obra de Calatayud

Gracias a la librera que nos descubrió la existencia de un tejido cultural resistente, asistimos a la inauguración de una exposición artística. Se daba en el Museo Boca del Calvari, ubicado en lo que fue antiguo ayuntamiento y entrada al barrio del mismo nombre. 

La exposición estaba dedicada a Miguel Calatayud (Aspe – Alacant – 1942),
reconocido ilustrador, representativo de la línea clara valenciana y tres veces premio nacional, y al acto inaugural acudía un centenar de gente encopetada, muy en contraste con la vestimenta común de la ciudad, más de bermuda y camisero florido que de vestido largo. 

La introducción corrió a cargo de la concejala de cultura, y tras una breve intervención del artista, mayor y en silla de ruedas por alguna circunstancia que se me escapa, pasó a hablar el actual alcalde de la ciudad, un tal Toni Pérez. 

Si alguien repasa la historia consistorial de la ciudad lo puede hacer por dos vías de la hemeroteca: la puramente institucional y la de sucesos. Y es que desde el cese del “hombre que embotelló el sol”, que imagino podía escapar de la justicia en su calidad de jefe provincial del movimiento, no hay alcalde de Benidorm de todo signo que no haya sido imputado por causas diversas: prevaricación, financiación irregular, delito electoral, blanqueo de capitales, acoso laboral… Entre los más conocidos, Eduardo Zaplana, que llegó a ser hombre fuerte de los gobiernos de Aznar, y entre los más cercanos en el tiempo el propio Toni Pérez.

Viéndole y escuchándole allí, presentando a Calatayud, alguien que ilustró durante años las portadas de la muy roja “Cartelera Turia”, con el empaque, desenfado dialéctico, paternalismo, autobombo y campechanía “molt de la terra” que tan bien retrató en sus últimas novelas Rafael Chirbes, pensé que hay cosas que no tienen remedio, en algunos casos, quizás, como este Benidorm multicolor, capaz de transmitir sensaciones encontradas, y volví a pensar en la melancolía. Inútil, ya sé, pero siempre poética…


Como durante esa corta pero apasionante estancia me dediqué a hacer algunas fotos más o menos representativas, me atrevo a exponerlas en youtube y en el blog acompañadas de la canción ganadora de su primer festival de la canción: “Un telegrama”, interpretada por Monna Bell. 

Melancolía…




martes, 30 de abril de 2024

Abusos 2

ABUSOS 2

La coalición episcopal
Dada la afortunada actualidad del tema sobre abusos en el seno de la iglesia católica, ya que el gobierno de coalición parece dispuesto a reparar el daño causado, incluso con recursos propios, he recordado este blog de nada menos que 13 de mayo de 2013, que me atrevo a republicar con un añadido musical ad hoc.  
En él rememoro la experiencia que viví en mi adolescencia en uno de los dos Colegios de los Hermanos Maristas de Barcelona. Las iniciales de los protagonistas están modificadas por razones obvias. En cuanto a las del hermano abusador tampoco responden a la realidad, ya que, desgraciadamente y pese a que lo he intentado por medios y contactos diversos, no he conseguido recordar ni identificar su nombre compuesto, una desmemoria que imagino nació inconscientemente con sus amenazas.
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ABUSOS

Durante varios meses de un curso de principios de los años sesenta del pasado siglo, el hermano L.A., uno de los frailes más jóvenes de la congregación, se metía con C.M. y M.T., dos alumnos especialmente brillantes, en un aula del colegio de los Maristas de Barcelona durante la hora posterior a la comida. El hermano L.A. cerraba el aula a cal y canto y allí pasaba un tiempo secreto con dos alumnos que tenían entonces once o doce años de edad.

Entre los compañeros, principalmente entre los más mayores, se corrió pronto que se “metían mano”. Era sabido que el hermano L.A. era un sobón. Quien más quien menos había sufrido sus toqueteos el día de su cumpleaños, fecha que aprovechaba para hacerlos pasar como muestras de cariño.

Pese a una inocencia mayoritaria que ignoraba casi todo sobre sexo, abusos, pederastia, entre los alumnos de curso se pensaba que M.T. sentía alguna inclinación “malsana” por C.M., y que ambos mantenían una relación “extraña” que el hermano L.A. convertía en un triángulo aparentemente “perverso”.
Con el rumor bastante extendido, el hermano L.A. convocó a una decena de alumnos en la misma aula que les servía de lugar de encuentro furtivo. Cerró la puerta con el pasador y tras una introducción sobre el pecado de la maledicencia empezó un incisivo interrogatorio.
Creo recordar que yo fui el primer interpelado. El hermano L.A. quería saber el contenido y la extensión de los rumores que habíamos propagado, pero no lo consiguió. En aquel tiempo era difícil que su presión pudiera vencer al miedo a aparecer como chivatos ante los ojos de nuestros compañeros. De modo que uno tras otro lo negamos todo. Al acabar el interrogatorio sin ningún resultado, el hermano L.A., con una voz especialmente severa, nos amenazó con tener que tomar medidas, que incluían la expulsión del colegio, si no dejábamos de hablar de su relación con C.M. y M.T.

Nunca volví a tratar el tema con los compañeros con los que compartí el episodio. Ni siquiera cuando el fraile desapareció al año siguiente. Creo que, o bien fue trasladado porque el asunto llegó a trascender entre sus superiores, o él mismo pensó que lo mejor era poner tierra de por medio antes de que las cosas se complicaran. El caso es que nunca más volvimos a saber de él.

Hace más o menos un año El País Semanal publicó un artículo sobre directivos de las grandes empresas del Estado. Entre esos grandes ejecutivos figuraba M.T., uno de los dos alumnos que habían protagonizado aquel lejano y lúgubre incidente, lo que lo reavivó en mi memoria. Durante algunos días pensé en la posibilidad de localizarle y preguntarle directamente qué es lo que realmente ocurría en aquel aula. Lo consulté con personas allegadas y me hicieron desistir.

En la foto del semanario, M.T. aparecía elegantemente vestido y rodeado de flamantes ejecutivos, y de acuerdo con los parámetros estándar del periodista era uno más entre un colectivo de triunfadores, pero supongo que en más de una ocasión habrá repasado lo sucedido en aquel tiempo y deseado borrarlo de su currículo íntimo y personal.

No sé absolutamente nada de su evolución, ni de la de C.M., ni mucho menos de la del hermano L.A. Si sus superiores no le apartaron de la profesión religiosa o él mismo se dio cuenta de que aquel no era el mejor camino, seguiría toqueteando y abusando de decenas o cientos de niños durante años.

Mientras en Irlanda, Australia, Estado Unidos o Alemania se han abierto cientos de procedimientos judiciales e investigaciones parlamentarias sobre abusos continuados en establecimientos religiosos a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, en el estado español solo hay un pequeño goteo de denuncias personales. Por alguna razón que se me escapa, parece un tema que no se quiere afrontar de forma colectiva.

Acompaño este viejo texto con otra vieja canción, la que Fabrizio de André dedicó en parte a los dioses codiciosos, infelices, sin aliento: Coda di lupo (Cola de lobo). 

Para mejor conocimiento de su contenido y de la obra global del cantante este enlace: http://www.animesalve.com/Discografia/Estudio/Rimini/CodaLupo.htm


https://youtu.be/22EkWHwbUvw




domingo, 11 de febrero de 2024

Botones

BOTONES

Hace unos días, hablándole a mi nieto mayor de juegos de infancia, me di cuenta de la paulatina desaparición del botón. Fue a cuenta de la colección de chapas, "iturris" en la zona de Bilbao, que él ha empezado hace unas semanas.

Yo también recuerdo haber recolectado un puñado de chapas, pero sin demasiado futuro ni consistencia. El botón era otra cosa. Antes de cumplir los diez años ya había completado con mi hermano una docena de partidos de la máxima, de modo que cuando en nuestra vida se cruzó un grupo de colegas de barrio aficionados al botonaje, compramos una copa de latón a escote e iniciamos un campeonato que yo mismo acabaría ganando en campo ajeno. ¿Campo ajeno? El campo no era especial, sino la primera mesa que se nos dejara pillar, y ajeno porque en casa la cancha era el suelo de baldosa; ¡no iba a dejar mi madre que le destrozaramos la del comedor…!

Para jugar no servía cualquier tipo de botón. Como pelota uno pequeño de cuello o puño de camisa y para el juego de campo, de tamaño medio y un lado plano. La medida del cancerbero requería una botonadura de gabán, cuanto más ancha y alta más inexpugnable.

Lo entonces tan sencillo como recurrir a la caja de costura de casa, donde los botones se agrupaban por tamaño y color, ahora entraña cierta dificultad. Impuesta la cremallera, el velcro y el corchete como modos de cierre, creo que hoy sería difícil alinear un once de cierta calidad competitiva. También menguan las mercerías, exposiciones coloristas de hilados y madejas, y donde sobreviven, recuerdo dos desaparecidas cerca de casa, imagino al botón algo arrumbado, probablemente encarecido. Pese a todo o por esa razón aún sobrevivan 1.200 talleres o fábricas de botones a lo largo de la península y por lo que veo en internet el fútbol botonero, eso sí, con canchas más apropiadas que el suelo de baldosa y una mesa de comedor.

Aunque hay muestras hechas con conchas de moluscos con una antigüedad de más de 4.000 años, el botón con ojal, el que nosotros conocemos y usamos, nace y se desarrolla a partir de la Edad Media. Leo que estos pueden clasificarse por el material de confección, madera, metal, hueso, cerámica, plástico; por su tipología, de ojal, remache, giro, presilla; y entre las curiosidades que esa secta curiosa de la américa profunda, los amish, no los usa porque lo asocia a lo militar. Como es evidente nuestros mejores jugadores eran de plástico, ni muy ligero ni muy pesado, y tampoco, salvo el portero, demasiado gruesos.

Como en toda vestimenta el botón era/es a menudo muestra de ostentación. No sé si de ahí viene eso de “para muestra un botón”, pero lo cierto es que los botones de concha, nácar, y no digamos de metales o piedras más o menos preciosas dan un valor añadido a la prenda. Ello no contradice que el sustantivo “botones” se use para citar a los mozos de equipaje de los hoteles de prestigio, que normalmente y todavía cierran sus levitas con botonadura metálica y cruzada.

Ese valor añadido es el epicentro de “La guerra de los botones”, novela escrita por Louis Pergaud (Belmont-Francia 1882-1915) y ya con tres versiones cinematográficas desde 1962. Se trata de un film entrañable para mi generación, ya que además de dar protagonismo a chavales de nuestra edad contenía palabrería malsonante para el momento y creo recordar que incluso la aparición de algún “calvo/culo”, algo que inevitablemente provocaba la hilaridad del anfiteatro. En ella, los botones capturados al enemigo son, como es obvio, el tesoro a conseguir por los chavales de dos pueblos rivales.


Valga este blog nostálgico para mi amigo Toni, porque en el altillo de la pollería que regentaba Rosa, su madre, gané aquella primera copa. Y desde luego que para mi nieto Aiert. El mundo de la ilusión nunca se para.

No he encontrado ninguna canción dedicada a la botonería, seguro que haylas, así que me conformo con esta maravilla de video barcelonés de La Pegatina con Macaco:



domingo, 6 de agosto de 2023

Salas de cine

SALAS DE CINE

UN MUNDO QUE DESAPARECE


No hay sala de cine en derribo, superviviente o simplemente en venta que se libre de que la fotografíe, algo que se ha ido repitiendo a lo largo del blog con más o menos insistencia, ya que no se trata de una búsqueda sino solo de un tropiezo. Supongo que hay ahí algo de la mala conciencia de no defenderlas como se debe, es decir, asistiendo a ellas, o de asirnos a un mundo que desaparece más rápido de lo que nunca pensamos. En este último año han caído cuatro de los que luego hablaré, pero antes haré algún pequeño ejercicio de memoria.

Cuando yo era niño las salas de cines eran auténticos templos laicos, una especie de cara B o antítesis de las iglesias católicas. Ambas tenían su ceremonia, su ritual, pero si en unas te sumergías en una realidad telúrica, de un gris azulado apenas mitigado por las pinceladas de color que las vidrieras dejaban en los muros y columnas del recinto, en las salas de cine la luz provenía de la ventana a una realidad que nos hacía soñar en Technicolor.

cine Regio
No creo que de niño pasara más de una semana sin ir al cine a cualquiera de la decena de salas que había a otras tantas manzanas de casa. “Piperos”, como llamaba mi padre a los de poca monta, o con ínfulas de cine de estreno, categoría que no se daba en los barrios, salvo honrosas y bien situadas excepciones.

La memoria de los cines es también una memoria del aprendizaje de la vida, no solo por las películas que viéramos, aveces eso era hasta secundario, sino por nuestra actitud hacia y en ellos. De muy niño puedo recordar sesiones eternas con mi abuelo materno, dos películas, más NoDo y cortos de Jaimito, Charlot o Tom y Jerry. Me veo llevado de la mano a un mundo desconocido que luego me hará reír o sufrir pesadillas. Durante más de cuatro horas permaneceré quieto en la butaca. Algunos sábados incluso cenaremos el bocadillo de tortilla que mi madre haya preparado mientras aprendemos los nombres de los héroes y las estrellas de entonces.

el Versalles
Ir solo, quiero decir, sin la compañía de un familiar, era un salto cualitativo tan espectacular como llevar los primeros pantalones largos. En esa época adolescente la actitud hacia las salas de cine no era ajena al lío que uno tenía en la cabeza. Está la película de héroes, a poder ser de guerra todavía, o esa otra en la que dicen apenas se ve una tetilla. Vas con alguna chica y es un lugar fantástico para pegarte los primeros lotes. También está el amigo de tu hermano mayor, que habla de películas extrañas, con subtítulos. Algunas tardes te acercas con la pandilla al cine más pipero del barrio. Por cinco pesetas puedes hacer el gamberro durante toda la tarde. Más tarde, cuando vayas a la universidad, no faltarás a los cine clubs, espacios curiosamente libres donde se habla mal del régimen. Pero de entre los momentos mágicos de esa época de inmadurez, quizás también de la época dorada del cine, me quedo con el baile que varias filas de chavales emprendemos en el intermedio de un sala de cine colegial cuando suena el “With a girl like you” de los Troggs, una irreverencia impensable en los templos religiosos.

Las salas de cine eran tan majestuosas que hoy día, salvo que su derribo permita construir en vertical, se hace difícil la recuperación de su espacio para otros menesteres. Algunas, las más afortunadas, se han reconvertido en pequeños multicines que sobreviven como pueden frente a la invasión de las plataformas audiovisuales, otras son garajes o supermercados profundos, pero muchas de ellas, como dos de las que reproduzco, llevan años en venta, como ruinas de viejos conventos o ermitas que nadie quiere.


Para volver al principio un repaso a las últimas adquisiciones fotográficas: el cine Arinco, de Palamós, al que asistí de niño/adolescente, sigue vivo, aunque convertido en multicine; inaugurado en 1943 y cerrado en 1989 el cine Regio, de Tudela, una monstruosidad diseñada por Víctor Eúsa, arquitecto estrella del régimen franquista en Navarra, se vende en la actualidad por 1,5 millón de euros; más reciente es el cine Versalles, también en Tudela e igualmente en venta, que veo en internet hospedó al cine-club Muskaria y por lo menos estuvo abierto hasta 2001; en cuanto al Phenomena de Barcelona, aunque con otro nombre, cine Nápoles, era uno de los cines de mi infancia y adolescencia. También sobrevive, dicen que remodelado con las más avanzadas técnicas de imagen y sonido.

No sé por cuanto tiempo, pero continuará...

Y de acompañamiento musical, cómo no acabar con el “With a girl like you”...
¡¡A bailar!!










miércoles, 1 de marzo de 2023

El limbo

 EL LIMBO

A Josep Maria Espinàs, mestre periodista

que va morir fa uns dies

"Descenso de Cristo al limbo"
(Agnolo di Bronzino)
El ímpetu antiabortista de la derechona más rancia ha hecho que me acuerde del limbo, al que tenía casi olvidado. Supongo que porque la misma iglesia católica había decidido cerrarlo definitivamente como ente real y temporal y darle la identidad metafórica y ambigua que da su nuevo catecismo: “confiado a la misericordia divina”. Antes de hacerlo, el limbo era el espacio al que iban los niños que morían sin haber sido bautizados, un espacio gelatinoso que podías asociar a la duermevela o al estado narcótico que te producía la quina Santa Catalina o la copita de anís que ganabas en el tiro al blanco de la feria del pueblo. Por entonces todavía no se había inventado la llave “allen” y la digestión duraba dos horas y media, como mínimo.

Hace años un tío de mi mujer solía preguntarse que quién sacaba ahora del infierno a Newton o a Galileo?, y me pregunto yo qué será de los millones de niños que flotan en ese limbo que ahora sé, husmeando por los siempre inescrutables textos de la iglesia católica, que era un invento piadoso del catolicismo “buenista”, porque contradecía el dogma del Concilio de Cartago (siglo V) que abocaba a los niños a la condenación infernal, si bien, como decía Agustín de Hipona, de padecimiento “mitissimo”, algo así como “calmo”, “dulce”, “indulgente”. Y es que hay que reconocer que a la hora de sortear enigmas y contradicciones no hay nada como la literatura vaticana...

Sirva este discurso teológico para  acabar hablando de los embriones que el vicepresi de Castilla León, el caballista pijo y algo cortete García Gallardo, quiere que latan en la conciencia de chavalitas que van a abortar porque no se quieren joder la vida. Para este “hombre de bien”, que a mi modo de ver encarna en realidad la historia de una maldad, esos embriones ya son seres humanos pero, eso sí, no con la suficiente envergadura como para aspirar al cielo, así que pásese la pelota a la misericordia de su dios. Tío, tú a lo tuyo, a la hípica...

En fin, recuerdo que cuando en el colegio marista nos describían los espacios postmortem, infierno,  purgatorio, cielo… siempre me sentí especialmente atraído por el limbo, algo así como ese nirvana de la sedación colonoscópica que ahora, ya tan mayor, saboreo cada tres años, e imagino será como la muerte dulce, calma, indulgente de la eutanasia. ¡Viva el limbo!

Siento repetirme tanto con Paolo Fresu, al que sabéis venero, pero es que este "Calmo" venía como anillo al dedo.


https://youtu.be/-xzdXF4i1uo

martes, 4 de octubre de 2022

Madrid y 2

 MADRIDES ( y 2)

El Centro de Estudios Hidrográficos está junto al recuperado río Manzanares. Es una obra espaciosa de tipo industrial muy bien conservada, en un entorno agraciado de paseos y parques. Decidí acercarme por dos de las zonas más populares de la capital, los barrios de Lavapiés y La Latina, para descender por una de esas calles, la de Segovia, que descubren que el centro de Madrid está en una colina.

Ahí, antes de atravesar el viaducto, popularmente llamado puente de los suicidas, me pareció ver una ciudad más auténtica, abigarrada y diversa, con sus viejos comercios resistiendo a duras penas el empuje de franquicias y grandes superficies, una ciudad bulliciosa y mestiza que conserva milagrosamente algunos cines y numerosos teatros. En el trayecto una muchacha trans de casi dos metros me pide unas monedas, "todas todas", me dice mientras se viene arriba. Antes, una chica latina que regenta un obrador me convence para que pruebe un pastel de maracuyá, un "Tyson" esbelto me deja que le haga una foto mientras boxea contra la nada, un grupo de jubilados va quemando el tiempo que les queda jugando a la petanca y, cómo no, varios trabajadores “autónomos” de Glovo, empresa convertida en la oposición más dura a la reforma laboral, buscan su destino en el Google Maps.

Al fondo detalle de las vigas hueso
Ya en el último Fisac que me dará tiempo a ver en visita tan corta, descubro que una placa destaca el más innovador de sus inventos constructivos, la viga hueso, elementos huecos de hormigón que cubren un espacio solo algo inferior a un campo de fútbol. Dicen los técnicos que su forma triangular permite la entrada de la luz, el aislamiento térmico y acústico del interior y su impermeabilización, porque facilita la recogida de aguas. Fisac cuidó también el interior del edificio de cemento y cristal dedicado a las oficinas, diseñando el auditorio y gran parte del mobiliario. El conjunto, en ese entorno de privilegio, volvía a cumplir expectativas.

Junto a ese inmueble, que por sus materiales poco perecederos me recordó a los utilizados por Foster en el metro de Bilbao, casi muro contra muro, está la mítica discoteca La Riviera. Como ese día cientos de mujeres con banderolas LGTBI hacían cola, pregunté y supe que lo hacían para ver a Lali, cantante y actriz argentina que ahora, tras echarle un vistazo a la wiki, descubro que es, además, militante feminista activa. Madrides...

Alojado en un hotel rodeado de calles en las que han nacido, vivido o muerto
Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Tirso de Molina, Moratin...; de decenas de pequeñas tiendas, librerías, talleres artesanales, algunos insólitos como La casa del Arpa o el local del luthier Juan Álvarez; de las quejas de una vecindad que se ve asediada, expulsada, por la especulación y un turismo depredador; pero también de los museos que han dado a esa zona de la ciudad el apellido de Paseo de las Artes, estaba obligado a dedicar las últimas horas a visitar alguno de ellos, en este caso el que la viuda del barón Thyssen mantiene en la capital a cambio de una pasta gansa.

Casi frente al del Prado, la pinacoteca permanente, muy completa, atenúa el culto al ego kitsch que desprenden los cuadros dedicados a los barones y los reyes eméritos, que firmados por Ricardo Mazarrón, conocido y prolífico "pintor de corte y encargo", asustan al visitante en el hall de entrada. Visto con más prisa de lo que la colección merece, ya que contiene lo mejor de las firmas pictóricas del arte internacional, disfruté a medias de las joyas conocidas y apunté algunas de las que ignoraba y me sorprendieron para revisarlas más adelante: Michael Andrews, Ludwig Meidner, Ben Shahn, Andrew Wyeth, George Bellows, Francis Silva...

Retrato de Timothy Behrens
(Michael Andrews) 
Dos horas después, desde uno de los vericuetos petados de barreras arquitectónicas que comunican algunas líneas del metro de Madrid, un popular violinista callejero parecía despedirme con una flamante y esperanzadora interpretación del Hallelujah de Leonard Cohen, una canción que, mezclando amor místico y terrenal, quizá pudo llegar a gustar a mi pariente lejano, el arquitecto Miguel Fisac. No en vano este fue invitado a dejar el Opus Dei al optar en un momento de su vida por el segundo, cometer el abominable pecado de enamorarse de una mujer y casarse con ella.


Madrides...





jueves, 29 de septiembre de 2022

Madrid

 MADRIDES (1)

Tendemos a tirar de topicazos para no tener que rebuscar en códices y hemerotecas, ni retorcernos las meninges más allá de lo meramente necesario. A menudo nos tragamos lo que nos cuentan si eso satisface y/o refuerza nuestras convicciones.

El madrid banal
Yo confieso que me aturden cada vez más las grandes urbes, incluida mi ciudad natal, y las rehuyo a la vez que descubro que hay una segunda línea de pequeñas capitales de provincia y pueblos apetecibles porque envejecen y crecen con mesura.

Hace unos días estuve en Madrid con un corto y orientado objetivo: ver parte de la obra arquitectónica de Miguel Fisac (Daimiel 1913-2006), pariente y paisano de mi abuelo materno. El objetivo máximo se cumplió a medias, porque había casi olvidado que hay trayectos que, incluso en metro, ocupan cerca de una hora, y distancias kilométricas si uno quiere ir al detalle de lo que esconden las calles.

Acudía con el prejuicio de visitar un paraje presidido por personajes iletrados y banales a los que ha elegido una mayoría ciudadana desorientada, una ciudad que presentía abrazada por amantes de los embotellamientos, terraplanistas, pijos, corruptos, patriotas de pulsera y banderola y otras anomalías. Un error al que nos suele conducir la miopía ideológica y la tendencia a crear sacos y cajones de sastre. Obviaba, por ejemplo, que la actual presidenta solo fue elegida por menos de uno de cada tres electores madrileñas/os, un dato tan esclarecedor como pasar tres días, solo tres, para descubrir lo evidente: que hay, afortunadamente, muchos madrides.

Patinador en la Pza. Colón
Paseo Castellana 4
La obra de Fisac que permanece ( la más emblemática, La Pagoda, fue derribada en 1999 - https://elpais.com/elpais/2019/07/05/icon_design/1562328957_375388.html ), aunque dispersa, está presente a lo largo de la ciudad. En la parte más rica del centro, Castellana y calle Serrano, conserva dos edificios. El primero, junto a la plaza de Colón, ahora lugar de referencia de la ultraespaña cañí, es una aseguradora en la que se pueden apreciar uno de sus elementos constructivos preferidos, el hormigón, y la rareza de su tratamiento de la luz. No pude resistir hacer una foto que plasma el Madrid múltiple, la de un patinador muy joven junto al centro cultural subterráneo y una estatua de Jaume Plensa al fondo. Imagino a Fernán Gómez, que da nombre al centro, cagándose en los muertos de los oradores fascistas desde su tumba, cuando estos decidieron echarse al monte desde la plaza hace unos años. 


En el otro, el edificio del CSIC, predomina el ladrillo vista, otro material del gusto del arquitecto. En su capilla, algo ecléctica, apenas puede advertirse la participación de Fisac. Por problemas técnicos no conseguí inmortalizar a los cuatro confesores que aguardaban con aspecto estoico la llegada de clientes, sobre todo a uno que se abanicaba con aire de cupletista. Todo no puede ser...

Durante los seis kilómetros que me separaban del último objetivo de la tarde volví a recorrer espacios pateados muchos años antes y comprobar que ahí sigue la urbe monumental, palecetes, edificios públicos, museos, la embajada de Estados Unidos defendida por policías y seguratas, e iglesias, muchas iglesias. En esa zona la gente viste bien. Los niños son rubios y los locales sirven glamour con acento latino.

interior de San Pedro Mártir
La mañana siguiente la dediqué a la joya de la corona, la parroquia de San PedroMártir, más conocida como "de los dominicos". Cuando, tras un viaje en metro de más de media hora hasta los pinares de Chamartín, descubrí que aún me quedaban otros tres cuartos de hora a pie, reafirmé mi idea de que las ciudades amables no pueden tener semejantes proporciones. Sanchinarro, que aún conserva un extraño centro de plazas circulares que se comunican entre sí, tiene en esa zona el clásico ambiente de los barrios, con sus pequeñas tiendas y gentes que se conocen, saludan y conversan, pero a medida que avanzas hacia la Moraleja los grandes solares, parques y urbanizaciones descubren una ciudad casi desértica. Forma parte del Madrid de las piscinas, con inmuebles fortificados por empresas de seguridad y habitantes que imaginas parapetados tras sus vallas opacas. Allá ellos...

Supongo que cuando la iglesia fue inaugurada en 1959 como parte del Teologado de los padres dominicos, su entorno era un paisaje rural, con rebaños de ovejas pastando en los campos pajizos. Según me dice el conserje, que me abre la Iglesia tras comentarle que he venido de Bilbao con el fin de verla, la mayor parte es ahora un colegio inglés de carácter privado, y solo en un costado la residencia de un puñado de curas.

Para un no creyente la sublimidad de los templos solo adquiere valor con la belleza o no de sus formas. Había visto muchas fotos del interior de la iglesia, no tanto de un exterior decepcionante, quizás porque el énfasis del entonces todavía simpatizante del Opus Dei, secta que había abandonado abruptamente cuatro años antes, estaba en el enaltecimiento de una espiritualidad introspectiva. Se crea o no en alguno de los dioses monoteístas, el no es mi caso, la limpieza formal y una luminosidad natural llena de contrastes demuestra que hay un dios más común llamado belleza. Resumiendo: el objetivo principal había cumplido las expectativas.

De vuelta al centro, las paradas de autobús, en medio del páramo, tenían colas de mujeres de aspecto latino que imagino volvían a los pueblos y barrios del sur, y en el metro, mientras un guitarrista se buscaba la vida cantando a Roberto Carlos, otras tantas sesteaban después de horas cuidando ancianos o limpiando portales.

Continuará...