jueves, 3 de diciembre de 2015

LA “CLACA”

Esta semana me he acercado a la sala de exposiciones del Archivo Foral para ver la que han dedicado a la censura en los carteles cinematográficos durante el franquismo y la transición, en torno a la figura de Francisco Fernández Zarza, más conocido como Jano.

Jano no fue solo un buen y prolífico ilustrador y cartelista, sino un malabarista del mensaje visual, un moderno Daniele da Volterra, alias “Il braghettone”. Si éste se dedicó a cubrir los genitales que iba descubriendo su maestro Miguel Ángel, Jano tapaba escotes, alargaba faldas y convertía bikinis en bañadores recatados.

Como en otras ocasiones, la exposición solo tenía dos visitantes: otro señor y yo. Digo como otras veces que he ido yo y, por lo que me dicen, lo habitual vaya quien vaya, lo que es un poco triste, porque las propuestas de la sala suelen ser originales. Ahora bien, ¿quién es el otro señor? Lo he comentado con un amigo y hemos fabulado que debe ser un contratado, un figurante pagado que impide la desertización de la galería, alguien que hace de claca.

Al nombrar la palabra claca, equivalente catalán a claque, ambas en desuso, he recordado que gracias a un compañero de universidad practiqué ese oficio en alguna ocasión en el teatro Poliorama de Barcelona. Para los más jóvenes informar de que se llamaba claca o claque a un grupo de personas que cobraban por asistir a una representación para aplaudir y asegurar su éxito.

El caso es que mi amigo conocía por alguna circunstancia al hombre que la dirigía, un señor muy mayor que solía estar frente al local, y si el evento lo merecía ofrecía nuestros servicios. Creo recordar que el pase era una especie de cartón numerado que nos permitía acceder a un lugar del anfiteatro no especialmente bueno para seguir el espectáculo, pero a nosotros,
Teatro Poliorama
que no cobrábamos en dinero sino en especie, ver alguna obra teatral o cantante nos parecía premio suficiente, así que aplaudíamos más por convicción que porque se nos obligara.

El truco dejó de funcionar hace tiempo. Solo se me ocurre algo similar en la calificación que las redes hoteleras dejan a sus huéspedes, porque a menudo parecen falseadas por “claqueros” entusiastas o derrotistas, así que, literatura aparte, no creo que el espectador de la exposición de carteles cobre por ello, salvo que aceptemos que una buena parte de nuestras vidas es la claca que nos permite sobrevivirlas.


Como la que más recuerdo es la que practiqué viendo a Pau Riba en el viejo Poliorama, qué mejor que acabar con el primer éxito del muchacho: https://open.spotify.com/track/5ApXaLRBjPPVJlqtGNfCWL