Hace unos meses, después de decirle que me hacía viejo, mi nieto Aiert me dijo muy serio: yayo, tú no te vas a morir. Creo que alguna vez ya hice referencia a aquella mujer que un día se acercó a un Groucho Marx que entraba en la vejez y le dijo implorante: "no se muera usted, por favor”. Es desde luego lo mejor que alguien puede decirte y desear.
Pues bien, el pasado 20 de diciembre nació mi segundo nieto, Maiu. Como adelanté cuando nació Aiert (https://charlievedella.blogspot.com/2016/08/el-yayo-creo-que-ls-yays-estamos.html), sigo pensando que los abuelos estamos sobrevalorados, seguramente porque este status nos pilla en un estado de gracia del que carecíamos cuando éramos más jóvenes y nos proporciona la sabiduría, más o menos ancha, pero sobre todo la paciencia histórica que no teníamos cuando queríamos tener todo, deseos, objetivos, intereses, al alcance la mano. Suelo decir que los padres educan y los abuelos enseñan, una diferencia sustancial que nos permite ser la faz amable del crecimiento de un niño con ganas de aprender.
Claro, también está la parte artificiosa del pequeño, la fantasía cubriendo los agujeros negros, la necesidad de que alguien les dé seguridad, ya ves tú, como si fueras uno de esos seres aguerridos de los dibujos animados o... sí, ese personaje ya desaparecido o en retirada, el ángel de la guarda, ese viejecito que ilumina todo lo malo que pudo ocurrir a James Stewart en la inevitable pero siempre reconfortante “Qué bello es vivir”.
Cierto es que la primera vez que te corrige piensas, jope, ya se está empezando a dar cuenta... y quieres que descubra cuanto más tarde mejor que su yayo es un tipo mezquino, ruin, cobarde, aburrido; generoso, digno, valiente, divertido, el vizconde mediado del relato de Italo Calvino, siempre dispuesto a dar lo mejor y lo peor, porque es lo que somos, ni más ni menos.
Pero como ambos, Aiert y yo, deseamos que este pequeñajo ría mucho y sea muy pero que muy feliz, le vamos a dedicar la secuencia preferida de su hermano mayor, con ese imperativo que todo abuelo querría cumplir, “haz reír” (Make`em laugh), en una de esas maravillas yanquis (qué cabrones haciendo cine!!!) que no envejecen nunca.
Se
dice que en una ocasión en la que Fernando Pessoa llegó tarde a una
cita con otro poeta portugués, José Regio, se hizo pasar por uno de
sus alias, Álvaro de Campos, indicando que Pessoa, el fidedigno, no
había podido acudir por razones personales.
La
anécdota sirve para situar a poeta tan peculiar como controvertido.
Víctima
o verdugo de sus numerosos heterónimos (el propio Álvaro de Campos,
Ricardo
Reis, Alberto Caeiro o Chevalier de Pas, el primero de ellos con solo
cinco años de edad) se ha llegado a decir que se trató de “un
poeta que nunca existió”, al refugiarse detrás de todos ellos
para enmascarar tanto su vida real como su pensamiento. Sí se sabe que practicó el ocultismo, que flirteó con la masonería y el
esoterismo y que llegó a practicar la magia.
Los
poemas elegidos en “fechas tan señaladas”, como diría el
emérito en tantos y no menos esotéricos discursos de navidad,
muestran
el punto de vista del poeta sobre tales eventos.
De todos modos, felicísimos y sobre todo saludables festejos
NAVIDAD
Nace
un Dios. Otros mueren. La verdad ni vino ni se fue: el Error
mutó.
Tenemos ahora otra Eternidad,
y fue siempre mejor
cuanto pasó.
La Ciencia, ciega, la gleba inútil
labra.
Loca, la Fe vive el sueño de su culto.
Un nuevo
dios es sólo una palabra.
No busques ni creas: todo es
oculto.
LLUEVE.
ES DÍA DE NAVIDAD
Llueve. Es día de Navidad.
Allá
en el Norte es mejor:
está la nieve que hace mal.
Y el
frío que es incluso peor.
Y toda la gente está
contenta
porque es el día de estarlo.
Llueve en la
Navidad presente.
Antes eso que nevar.
Pues a
pesar de ser esa
La Navidad convencional,
cuando me
refresca el cuerpo
tengo frío y no Navidad.
Dejo
el sentir a quien convenga
y la Navidad a quien la hizo,
pues
si llego a escribir otra cuarteta
se me congelan los pies.
El
grupo portugués de rock gótico Gonspell se inspiró en el poema
“Opio”, de Álvaro de Campos, es decir, del Fernando Pessoa más
emocional y entregado, para esta canción tan “desasosegante” y
poco navideña.
Por
isso tomo ópio.É um remédio. Sou
um convalescente do Momento. Moro
no rés do chão do Pensamento E
ver passar a vida faz-me tédio.
Por
eso tomo opio, es una medicina.
Soy un convaleciente del
Momento.
Yo vivo en la planta baja del pensamiento
Y ver
pasar la vida me aburre.