lunes, 18 de enero de 2021

La tarjeta

 LA TARJETA

En alguna ocasión he hablado de las reliquias que uno encuentra al abrir libros que compró en su juventud: la dedicatoria de una novia en una servilleta, billetes de tranvía, de ferrocarril, teléfonos de vaya usted a saber quién...Pues bien, hace unas semanas y en un mismo día me topé con la mitad de mi vida laboral en tres tarjetas. Como para no creer en la “apofenia”…

Además de haber perdido uso popular, en mi caso el bastardo de marcapáginas, la tarjeta de visita es hoy más un reclamo estético que una herramienta de vinculación, pero en su momento tuvo esa carga importante de consideración, fuera este profesional o personal, a quien se le daba. El formato clásico utilizaba una tipografía parecida e incluía en el centro nombre, apellidos y profesión, y abajo, en letra más pequeña, el domicilio social o particular y el teléfono siempre fijo. El modelo era tan clásico que cuando algún familiar muy allegado fallecía, la tarjeta incorporaba el luto en el perímetro o en uno de sus ángulos.

El clasismo se manifestaba a menudo en el contenido profesional, desde la ocultación a la impostura, pasando por la ostentación o la simple información. A lo largo de mi vida he visto tarjetas con jerarquías inexistentes o pomposas, como jefes de división o de área en empresas que solo tenían una trabajadora, la secretaria. Recuerdo que un amigo de mi familia se autosignaba la condición de abogado cuando sus conocidos sabíamos que no lo era, pero imagino que le daba el status que envidiaba en otros foros. En sentido contrario el reparto de tarjetas en la administración con el fin, se decía, de dotar a los funcionarios de la dignidad del ámbito privado, duró el tiempo que tardaron en darse cuenta de que era, como en el caso de los "expertos" del ministerio de sanidad, ponerlos al pie de los caballos de un usuario iracundo. En cuanto a lo “de visita” es también algo pretérito, porque la gente ya no se visita, simplemente se encuentra, y hasta podríamos decir que nunca fue un apellido adecuado porque siempre fue más bien una tarjeta de presentación ante desconocidos o la llave de papel que te abría las puertas de un trabajo, un enchufe o un negociete.

Cuando la tarjeta de visita se batió en retirada, el PVC se acumuló en las carteras de bolsillo de millones de pretendientes a yuppie, a los que un vendedor de productos bancarios seducía con cantos de sirena. “Tenemos el placer de ofrecerle la tarjeta oro para clientes preferentes”, le decían, y el pavo caía sin remisión. No había aprendiz de ejecutivo que no luciera una colección de tarjetas de crédito y carnets deportivos como si fuera el medallero de un militar de alto rango o un atleta multilaureado.

El móvil y sus múltiples aplicaciones ha traspasado a la nube el vínculo de papel y por lo que veo en internet, la tarjeta, yo hace lustros que no la uso, solo se mantiene como marca corporativa. Acoge colores llamativos y una tipografía vanguardista que nada tiene que ver con la que hace ya cincuenta años, sin que siquiera constara mi nombre, era el salvoconducto de la primera empresa para la que trabajé: COMERCO, una pequeña oficina instrumental y ya desaparecida que hacía los estudios de mercado de la entonces primera empresa europea de alimentación. Pero eso es otra historia...

Como no se me ocurría nada relacionado con una tarjeta coloco una de esas piezas que uno escucha de vez en cuando para pegarse un subidón,"Lifeboat", de la Penguin Cafe Orchestra, en un curioso video de viaje por Dublín. Puedo presumir de haber disfrutado de una deliciosa actuación del grupo en Barakaldo, poco antes de que desapareciera tras la muerte prematura de su co-líder, Simon Jeffes.


https://youtu.be/mtdqxD1sCRI

lunes, 4 de enero de 2021

El lastre

 EL LASTRE

Persona o cosa que entorpece o detiene algo”

(definición de lastre, según la RAE)

Según datos publicados recientemente por el registro de la Asociación Innovación y Derechos Humanos (https://ihr.world/es/2020/12/17/con-la-depuracion-de-los-maestros-superamos-un-millon-de-registros/), el franquismo tramitó nada menos que 564.269 expedientes de depuración a trabajadores relacionados con la enseñanza. No solo se trataba de catedráticos y profesores, sino también de administrativos, ayudantes y colaboradores. Teniendo en cuenta que cerca de 60.000 profesor@s de la primera enseñanza pública, gratuita, laica, mixta y obligatoria de nuestra historia acabaron efectivamente depurad@s, sea mediante fusilamiento o apartamiento definitivo o temporal, y sustituid@s por gente cuya única solvencia pedagógica era su afinidad al régimen, nos podemos hacer una idea del desastre que pudo suponer para la alfabetización e instrucción de aquellas generaciones, e indirectamente para el desarrollo de la cultura, la ciencia y el progreso hasta nuestros días.

Para nuestra desgracia, la república, con sus errores y sombras, solo fue un pequeño paréntesis en la historia de los pueblos del estado. La educación cayó en gran parte en manos de iletrad@s y/o fanátic@s nacional católic@s, y quienes sobrevivieron y recuperaron su puesto lo hicieron a costa de autocensurarse para pasar desapercibidos. Los que coincidimos con alguno de aquell@s maestr@s recordaremos a personajes cautos, de silencios calculados, que hacían equilibrios para transmitirnos la curiosidad y autonomía de pensamiento que suele acompañar a los valores democráticos.

El doctor Luis Montes

Hace unas semanas una contundente mayoría parlamentaria aprobó el proyecto de Ley Orgánica Reguladora de la Eutanasia, pero el reguero de basura que la aprobación del proyecto de ley ha ido dejando hasta su aprobación forma parte de ese lastre sedimentado durante siglos. En 2005 el médico anestesista y excoordinador de urgencias del Hospital Severo Ochoa de Madrid, Luis Montes, fue acusado por el gobierno de Esperanza Aguirre de la realización de hasta 400 presuntas “sedaciones terminales irregulares”. Para Miguel Ángel Rodríguez, asesor de IDA, la presidenta actual, esas sedaciones fueron auténticos asesinatos a manos de un nazi. Según declaraciones de Luis Montes, cesado fulminantemente, linchado hasta su absolución por personajes como el citado, la acusación, que se llevó por delante a 27 médicos del servicio de urgencias, entre ellos a 7 supervisores, fue un ataque a la línea de flotación de la sanidad pública, una cortina de humo para la construcción con dinero público de ocho hospitales posteriormente privatizados. Luis Montes falleció en abril de 2018 sin que recuperara su puesto, pese a la sentencia favorable de la Audiencia Provincial y otra que condenó al borrachete Rodríguez por “delito continuado de injuria grave”, seguramente una condena que le dio puntos para ocupar su puesto actual. Montes defendía el derecho de las personas a disponer de su propia vida y aunque luchó por la legalización de la eutanasia siempre respetó la legislación del momento.

Otra víctima de la resistencia a un derecho tan simple como el de decidir cómo y cuándo uno muere es Ángel Hernández, que en abril de 2019 ayudó a morir a su esposa, enferma terminal, tras un reiterado e incluso filmado consentimiento. Ángel está a la espera de juicio oral porque la fiscalía le pide 6 meses de prisión por “violencia de género”, manda güevos…, una situación que la nueva ley esperemos deje en dique seco.


Decía Gil de Biedma que “de todas las historias de la historia la más triste sin duda es la de España, porque termina mal”. Un reciente informe del Peterson Institute for International Economics (PIEE) confirma el lastre que arrastramos, la herencia secular del poder entre unas cuantas familias que dominan como una telaraña la iglesia, las finanzas, la administración, la empresa, el ejército y...obviamente la monarquía. Tal como señala el informe, casi el 54% de las grandes fortunas españolas son heredadas, 21 de las primeras 100 desde hace varias generaciones.

Con estos mimbres es comprensible el poco dinamismo de la sociedad española. Cualquier cambio, del tipo que sea, se enfrenta a un muro conservador que hace imposible la escalera social e impide que l@s más capacitad@s estén en igualdad de condiciones. Un país en el que hablar de modelo de estado, derecho de autodeterminación, está simplemente vetado; hay capas de la sociedad que ni siquiera entienden que existan otras lenguas en su territorio, que dan por hecho que el español tiene que ser creyente porque el mundo le hizo así y cree que el ejército no está para defender de eventuales ataques externos, sino de cualquier pretensión de modificar el mapa social. Desde la transición esos sectores se han opuesto al divorcio, el derecho al aborto, el matrimonio homosexual, han puesto palos en las ruedas a la enseñanza pública y la sanidad universal, niegan la existencia de violencia de género y finalmente, solo hace unos días han llamado asesinos a los defensores de la eutanasia. Quién da más? 

Resumiendo: seamos pragmáticos y dejémonos de hostias. Aprovechemos el momento actual y soltemos todo el lastre que podamos. No sabemos cuando tendremos otra oportunidad. 


Aunque no niego su calidad nunca he sido fan de Van Morrison (creo que solo tengo dos discos suyos), pero desde que le vi en un concierto anodino y envarado en el Euskalduna hasta le tenía castigado. Una madrugada de estas la SER ofreció un recopilatorio de sus últimas grabaciones, entre ellas la que junto al organista y trompetista Joey DeFrancesco ha dedicado a versionar obras propias y ajenas, lo que me ha ayudado a perdonarle. Para la reconciliación he escogido esta actuación en el San Francisco Jazz Center.
  


https://youtu.be/-9VPRCSJ6JI