EL FECHADOR

Cuando los nazis invaden Gdansk, la resistencia se refugia en la central de correos, desde la que les planta cara durante unas horas. En una de las escenas aparece un funcionario con un curioso matasellos de caucho y me he dado cuenta de que no se trata de una pieza arqueológica totalmente desaparecida, porque da la casualidad de que tengo una antigualla semejante en mi mesa de trabajo, un fechador giratorio.

El caso es que como apenas me quedan unos meses para jubilarme le he dado al fechador que sigue en mi mesa de trabajo un cierto valor simbólico, con esa vieja y permanente función de dar fe del paso de los días, los meses y los años, y como amante de la arqueología urbana y contemporánea me he distraído relacionando los restos prehistóricos que aún pueden encontrarse en una cata más o menos superficial de mi entorno: una cajita con clips, una grapadora (una curiosidad: hace años las grapadoras que adquiría la administración siempre eran suizas, imagino que un signo de calidad), un calendario de hojas múltiples, con su santoral y su frase del día, dos gavetas metálicas, un cubilete con lápices y rotuladores…instrumentos que fueron de indispensable utilidad, como en mi infancia otros objetos desaparecidos: tinteros, punteros, plumillas, secantes o gomas de borrar.
Bueno, supongo que a todos nos hubiera gustado plantarnos en algún momento de nuestras vidas, como el niño del tambor de hojalata; conseguir que la rueda del fechador se bloquease en un momento feliz, pero como por el momento es imposible, conformémonos con que el deseo de Tequila se haya cumplido, aunque solo sea en parte: “Que el tiempo no te cambie”.