lunes, 29 de noviembre de 2021

La entrada

 LA ENTRADA

Además de por el hecho de volver a formar parte de un aforo, este verano me hizo ilusión recibir una entrada de carne y hueso, es decir, de papel, con el nombre de los músicos y un diseño más o menos acertado. Hablo de la de Joseba Tapia y otro par de grupos folk, que pasó de inmediato a formar parte de mi colección, corta pero sustancial, junto a nombres importantes y algún que otro momento irrepetible, como uno de los conciertos de los Rolling en el mundial del 82 del pasado siglo u otro de los últimos de Bob Marley antes de morir de cáncer.

La entrada que te permite asistir a una sala de cine o a un concierto es ahora incorpórea, se enseña como casi todo en la pantalla del móvil y conserva, por lo menos, un tamaño similar al de tiempos pretéritos. Todo lo demás está en la nube, quizás para dar pábulo a los que, habrá que reconocerlo ahora que nadie me oye, solemos estar demasiado a menudo en las nubes.

También es cierto que para preservar el lastre objetual que acumulamos a lo largo de nuestras vidas necesitaríamos varios pisos, un almacén, quizás un museo, de modo que la nube permite archivar la cacharrería que arrastramos en una especie de limbo contemporáneo.

No en vano se empieza a hablar de testamento digital para saber qué parte de nuestro mundo virtual queremos dejar a nuestros sucesores, no vaya a ser que entre la morralla figuren muestras de lo peor de nuestra existencia. Ya conté en el blog el caso de aquel compañero de colegio al que una “ex” ponía a parir en las redes entre panegíricos y elegías, y no sé si los herederos habrán podido demandarla. En cualquier caso, ¡ojito!. Si uno quiere dejar buen sabor de boca deberá repasar antes su nube, no vaya a ser que granice…

Y ahora volviendo al principio. Las entradas describen una senda que tiene que ver con la música directamente, pero también con la memoria vital de dónde fue el concierto, con quien o quienes fuiste, qué pasaba en tu vida aquellos días. Repasar esos cachos de papel amarilleados y cuarteados por el paso del tiempo te retrotrae al pasado, y cuando este va acompañado de música, suele ser parte del mejor.

Entre esos, mis recuerdos: ir a ver a los Rolling a Madrid en un autocar nocturno de ida y vuelta; el pésimo concierto de Dylan y Santana la noche anterior a examinarme de conducir con apenas tres horas de sueño; Frank Zappa con Maite a punto de parir en La Casilla o Ismael Serrano tres días antes del confinamiento. Después, un largo, demasiado largo vacío de música, es decir, de consuelo…


Voy a confesar que el concierto de los Rolling al que asistí no es el mítico que celebraron bajo un vendaval, sino el de dos días después (véase la entrada) , pero como hay video del susodicho, ahí queda.