jueves, 24 de noviembre de 2022

Irene Vallejo

PROGRESO 

Dos textos sobre progreso y conservación del  imprescindible “El infinito en un junco” de Irene Vallejo me han llevado a reproducirlos tal cual y aprovechar el empujón para contar algunas impresiones personales sobre el tema.

Vaya por delante que no soy enemigo de la modernidad, eso sería una estupidez, pero sí creo que a los “modernos”, me refiero a los impulsores de las nuevas tecnologías, les suele faltar espíritu  autocrítico de tan pavos como están de sus conquistas. Me refiero desde luego al tipo de superdotados místicos que tan bien refleja el personaje de Peter Isherwell en “No mires hacia arriba”, gente que hace del progreso una especie de extraño culto religioso del que, por descontado, ellos son entre dioses y pontífices, pero también de sus feligreses, que se creen más listos porque profesan la fe y son capaces de manejar cuatro aplicaciones más que su vecino. 

El iluminado Peter Isherwell

Como en la película y en el segundo texto de Irene Vallejo, esa petulancia lleva a menudo a la devastación. En mis último años de actividad profesional discutí varias veces sobre el tema con directivos de la Seguridad Social que defendían la digitalización exprés que se impulsaba desde Madrid y el consiguiente cierre de oficinas y mengua de empleados públicos. Hace tiempo que no les veo, pero cada vez que he tenido que ayudar a algún amigo o conocido a solicitar, tramitar, consultar o pedir una cita por internet me acuerdo de ellos, por no decir de sus muertos, porque esos no tienen la culpa. En alguna charla sobre el tema de la brecha digital me ha gustado subrayar el sobre-esfuerzo de los ciudadanos por ponerse al día (en la última en un pequeño pueblo de la costa la asociación de jubiladxs había empezado un ciclo formativo sobre digitalización de cinco semanas) comparado con la inanidad de la administración, incapaz de interoperar digitalmente y cumplir sus propias leyes, en este caso la Ley de Procedimiento Administrativo Común, tras siete años desde su entrada en vigor. Lo de la banca es otra cosa. De esos no se espera nada porque están a lo suyo: la avaricia.

Los pontífices de ese modelo de progreso se vanaglorian de que un médico te pueda atender por internet pero le piden a otra médico de atención primaria una copia del título porque no pueden acceder a una base de datos del propio sistema de salud (experiencia que me contó la “víctima” el pasado lunes).

Pero tras el rollo aledaño nada mejor que transcribir los dos textos de Irene Vallejo sobre progresos, “conservaciones” y pérdidas.

un libro imprescindible

1) "Cuando comparamos algo viejo y algo nuevo —como un libro y una tableta, o una monja sentada junto a un adolescente que chatea en el metro—, creemos que lo nuevo tiene más futuro. En realidad, sucede lo contrario. Cuantos más años lleva un objeto o una costumbre entre nosotros, más porvenir tiene. Lo más nuevo, como promedio, perece antes. Es más probable que en el siglo XXII haya monjas y libros que WhatsApp y tabletas. En el futuro habrá sillas y mesas, pero quizá no pantallas de plasma o teléfonos móviles. Seguiremos celebrando con fiestas el solsticio de invierno cuando ya hayamos dejado de tostarnos con rayos UVA. Un invento tan antediluviano como el dinero tiene muchas posibilidades de sobrevivir al cine 3D, a los drones y a los coches eléctricos. Muchas tendencias que nos parecen incuestionables —desde el consumismo desenfrenado a las redes sociales— remitirán. Y viejas tradiciones que nos han acompañado desde tiempo inmemorial —de la música a la búsqueda de la espiritualidad— no se irán nunca. Al visitar las naciones socioeconómicamente más avanzadas del mundo, en realidad sorprende su amor por los arcaísmos —de la monarquía al protocolo y los ritos sociales, pasando por la arquitectura neoclásica o los vetustos tranvías—.

La fregona, gran invento español
Si el poeta Marcial pudiese agenciarse una máquina del tiempo y visitar esta tarde mi casa, encontraría pocos objetos conocidos. Le asombrarían los ascensores, el timbre de la puerta, el router, los cristales de las ventanas, el frigorífico, las bombillas, el microondas, las fotografías, los enchufes, el ventilador, la caldera, la cadena del váter, las cremalleras, los tenedores y el abrelatas. Se asustaría al escuchar el silbido de la olla exprés y daría un respingo cuando empezasen las embestidas de la lavadora. Alarmado, buscaría dónde se esconden las personas que hablan desde la radio. Le angustiaría —como a mí, por otro lado— el pitido de la alarma del despertador. A simple vista, no tendría ni la más remota idea de la utilidad de los esparadrapos, los sprays, el sacacorchos, la fregona, las brocas, el secador, el exprimelimones, los discos de vinilo, la maquinilla de afeitar, los cierres de velcro, la grapadora, el pintalabios, las gafas de sol, el sacaleches o los tampones. Pero entre mis libros se sentiría cómodo. Los reconocería. Sabría sujetarlos, abrirlos, pasar las páginas. Seguiría el surco de las líneas con su dedo índice. Sentiría alivio —algo queda de su mundo entre nosotros—."

2) "En el siglo XX, el cine ha sufrido sucesivas oleadas de destrucción producidas por los cambios de soportes. Agustín Sánchez Vidal ofrece un cómputo de pérdidas: «El material más afectado es el anterior a 1920, ya que hacia esa fecha las cintas son destruidas, al pasar las películas de una o dos bobinas (con una duración de entre diez y treinta minutos) a la duración estándar de hora y media. La emulsión se aprovecha para recuperar las sales de plata, y el soporte de celulosa, para fabricar peines y otros objetos. Las pérdidas por este concepto rondan el 80 por ciento. En torno a 1930 se pierde cerca de un 70 por ciento al producirse una oleada de destrucciones, todavía más sistemáticas, debidas al paso del cine mudo al sonoro. Y en la década de los cincuenta tiene lugar la tercera, al sustituir la película inflamable de nitrocelulosa por la seguridad del acetato. En este caso las pérdidas no resultan fáciles de cuantificar. Si se toma como ejemplo nuestro país, puede estimarse que se conserva solo un 50 por ciento de la películas del periodo sonoro hasta 1954». Cada paso del progreso ha supuesto a su vez una devastación."

El progreso también nos permite conocer la música y la vida de alguien después de muerta, en este caso de la cantante y trompetista Jaimie Branch, fallecida hace apenas unos meses. Creo que esta larga pieza, “Prayer for Amerikkka pt. 1 y 2” sobre la agresión racista a una chica de 19 años,  resume muy bien la belleza desagarrada de su jazz-punk. Sé que es un poco fuerte pero vale la pena verla y escucharla entera y más de una vez.