jueves, 5 de enero de 2023

La caldera

LA CALDERA

No hace mucho tiempo le dediqué una entrega a la llave del gas de la caldera
(https://charlievedella.blogspot.com/2021/02/la-llave-del-gas.html). Tengo que advertir que no soy calderofóbico ni estoy especialmente identificado u obsesionado con el tema, pero es evidente que al haberse transformado en un elemento anexo a nuestro confort cotidiano, calefacción y agua caliente, su buen funcionamiento y duración nos afecta.

Hace unos días me llamaron de la empresa de mantenimiento que tenemos contratada para “ofrecerme” un nuevo servicio. Era una chica de voz y modos agradables desde un número de Madrid. Le comenté que ya sabía que me había intentado contactar pero que era alérgico a los prefijos 91 porque acostumbran a bombardearnos con increíbles ofertas, principalmente ONGs a las que ya pertenezco para subir la cuota anual, banca y telefónicos varios. Mi mujer, mucho más confiada, había aceptado el 91 “y me había advertido de tu llamada, le dije.”

Con modales de chica preparada para vender me envolvió la oferta como una mejora y aumento del servicio a coste 0. Esa mejora consistía en la monitarización de la caldera, un producto que ya ofrecen hace años a través del móvil y suelo utilizar, pero corregido y aumentado, porque en este caso les permitirá controlarla en todo momento “e incluso, me dijo, resolver más de una incidencia sin necesidad de que el mecánico tenga que personarse”. Eso sí, acabó (las malas noticias conviene dejarlas para el final): “el mantenimiento presencial pasa a ser cada dos años”.

Animada por mi comprensión auditiva creo que no esperaba que le preguntara si cabía otra posibilidad y me pareció que, tras un primer relato tan lleno de seguridad, balbuceó levemente.

Le expliqué que en lo relativo al servicio es posible que no empeorara, pero desde un punto de vista de conciencia social aquello suponía que la empresa se iba a ahorrar más de un puesto de trabajo y eso no me gustaba. Cuando me dijo que no tenía porqué no insistí. Solo le advertí que al fin y al cabo ella también era una trabajadora y la invité a que reflexionara. En mis tiempos solía decirse que “cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar”.

Cuando supo que yo era un “pobre” jubilado se quedó un poco perpleja y me dijo que le sorprendía. Es algo bastante común. Parece que la jubilación está asociada a “idiotización”. Es como si alguien que ha ejercido una profesión, sea esta manual o intelectual, pase solo de un día a otro a ser un imbécil incapaz de entender y mucho menos a cuestionar lo que se le dice, sobre todo si eso incluye conceptos asociados a la digitalización y/o te intentan vender una moto.

La bombilla Centennial
Light, luciendo desde 1901

Pero además la historia tiene su pequeño toque sentimental. Hace treinta años el servicio de mantenimiento era casi familiar. Solía venir un tipo muy majo, cercano, al que se le veía muy entregado a hacer bien su trabajo. Su hijo heredó el puesto durante algún tiempo y también las maneras amistosas y de buen profesional de su padre. Sus visitas anuales y alguna muy circunstancial, porque la caldera llegó a batir récords de antigüedad, era muy agradable, porque nos permitía charlar sobre el paso del tiempo y de los cambios que se iban produciendo en su forma de trabajar, cada vez más impersonal. 

Como ya comenté en el blog que dediqué anteriormente a la nueva caldera, ya sé que ésta tiene su obsolescencia programada, y que ahora servicio y servidor irán rulando, porque seguramente recaerá en una sucesión de empresas o autónomos subcontratados, más interesados en mantener la contrata, es decir, de contentar a la empresa matriz que al sufrido usuario.

Lamentablemente “es lo que hay", porque, como es evidente, no había segunda opción...

Paolo Fresu, un habitual de este blog, de la belleza y de la música clásica, tiene esta versión del "Lascia ch´io pianga" ("Déjame llorar"), que Haendel incluyó en el oratorio "El triunfo del tiempo y el desengaño", un lema que viene como anillo al dedo al texto anterior.