martes, 7 de enero de 2025

La pipa

LA PIPA

A raíz de la visión de "Los que se quedan",  hermosa película destinada a convertirse en clásico de navidad, y de "El 47", epopeya vecinal del barrio Torre Baró de Barcelona, me acordé de la pipa, no la de girasol, sino del instrumento que en tiempos pretéritos, los alter ego de Giamatti y Fernández en los setenta del pasado siglo, se usaba para fumar. 

No es que fumar en pipa te permitiera completar la lectura del "Ulises"de Joyce o entender "Materialismo y empirocriticismo" de Lenin, pero quienes alguna vez probamos un artefacto que había que re-encender repetidamente, pensábamos que ello te dotaba de un plus cultural, como cuando en los exámenes metías algún latinajo, cita o barbarismo sin venir a cuento, para ver si colaba y pasabas del aprobado justo. Confieso que a mí no me duró mucho la experiencia, creo que un par de pipas que, como es obvio, no conservo. 

Ya nadie fuma en pipa, salvo que se trate de algún rito narcótico e imagino que los jóvenes no entenderán expresiones ligadas a ese objeto: estoy que fumo en pipa o fumemos la pipa de la paz. Hace tantos años que dejó su sitio entre la parafernalia personal que el último usuario conocido, un compañero, técnico de la administración, tenía el apodo de "el pipas", si bien creo que también abandonó la costumbre hace unos años.

La pipa tenía un ritual previo que parecía el preámbulo de un gran acontecimiento. Había que elegir el tabaco apropiado, en mi época el dulzón y aromático  Amsterdam, que leo aún existe, y prensarlo con cuidado en la cazoleta. Cánula y boquilla habrían sido limpiadas previamente con una especie de escobilla para eliminar los restos de nicotina, y solo en ese momento se podía encender el contenido con cuidado de no quemarte con el mechero.

Supongo que su prestigio venía dado por los hombres que la popularizaron, Henry Miller, Bertrand Russell, Jean Paul Sartre, célebres intelectuales de su época dorada, mediados del siglo XX. No en vano y años antes Valle Inclán había dedicado un poema a la "pipa del kif", con esos versos que describe que "en mi pipa el humo da su grito azul, mi sangre gozosa claridad asiste si quemo la verde yerba de Estambul."

Al no recordar a ninguna mujer fumadora de pipa he recurrido a internet y solo he reconocido a Margarita Landi, la llamada "dama del crimen", por su larga producción de noticia negra en El Caso e Interviú. Imagino que la afición le venía de otro celebre fumador del mundo policiaco, en este caso ficticio, Sherlock Holmes. Pero si hay un personaje para el que la pipa era un apéndice físico ese era el gran Jacques Tati, de quien he seleccionado el entrañable trailer de "Mon oncle" (Mi tío).


Nota: leo alarmado que las cazoletas solían estar aisladas con amianto, riesgo añadido al mero hábito de fumar, todo tan lejos del temerario reclamo de Sara Montiel: fumar es un placer genial, sensual...



2 comentarios:

  1. Que forma tan atractiva de recordar la pipa. Buenísima reflexión

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